Abraham Paredes es testigo de la historia cultural de Puebla en los últimos 40 años
 

Amelia Domínguez q Durante los últimos 40 años, con su cámara al hombro y su eterno chaleco que lo identifica a distancia, Abraham Paredes ha recorrido las calles de esta ciudad, especialmente las de su Centro Histórico, retratando los frisos, balcones, recovecos y detalles de los edificios a los que albañiles y artesanos poblanos han dado forma.

Con esa sensibilidad que lo caracteriza, el fotógrafo de gran estatura y similar generosidad ha captado los rostros de personajes anónimos, de políticos, académicos, funcionarios, artesanos, campesinos, indígenas y gente del pueblo, en su cotidianeidad o en algún acontecimiento digno de ser registrado para la historia.
Fotógrafo por vocación y decisión, desde que su padre, a los 11 años de edad le regaló su primera cámara, Paredes le añade algo de lo que pocos se pueden preciar: la pasión y el entusiasmo.
A los 14 años, y después de haber cursado un año de secundaria, se dio cuenta que no le entraba en la cabeza lo que le enseñaban, además de que no estudiaba por pasar el tiempo jugando futbol. Reprobó varias materias y su padre decidió sacarlo de la escuela y ponerlo a trabajar, a que le ayudara en el negocio de materiales de construcción. Aprendió a manejar y se dedicó a repartir mosaico y tubos a las construcciones. De ahí le viene el apodo de "Piedritas", con el que lo nombran algunos amigos.
Trabajando desde 1951 como chofer de ese camión del negocio familiar, comenzó a tomar fotos de los mismos macheteros que trabajaban con ellos, de su familia numerosa, conformada por 11 hermanos, y de los paisajes que le gustaban.
Inquieto siempre, en 1950 ingresó al Club de Alta Montaña, en el que estaban Eduardo Aguilar, Rosendo Pérez y Raúl Martínez Gott. ıste último le enseñó a Abraham Paredes el proceso de revelado en su laboratorio, el cual le fue legado al irse Martínez Gott a vivir a la ciudad de México.
Ya con estos conocimientos, y luego de dejar estacionado el camión de redilas, Paredes se iba a los partidos de fútbol sin olvidar su cámara, que se le había vuelto inseparable. En 1962 empezó a llevar las mejores fotos a algunos diarios hasta que empezaron a publicarlas en La Opinión, luego en El Sol de Puebla, y más adelante en el recién fundado Novedades de Puebla, y aunque no se las pagaban, para él era suficiente verlas publicadas. De hecho, guarda en su archivo personal, como un tesoro, todos los periódicos de esa época y de las posteriores. En este último diario y después de hacer muchos méritos, Paredes ingresó finalmente como fotorreportero de planta, en 1968, logrando así uno de sus mayores sueños.
Desde un principio su interés se centró en la cuestión deportiva, aunque después se enfocó a las actividades culturales. Señala que las primeras fotos que tomó de manera premeditada fueron en un partido de fútbol del equipo Puebla, en el Parque El Mirador, ubicado en la 29 Oriente y la 10 Sur. Llegaba montado en su bicicleta, en la que se transportaba para todas partes, allá por los años 50.
Su constitución física la debe precisamente a la práctica de los deportes, porque "siempre me gustó andar en bicicleta, la natación, el fútbol y el alpinismo". En bicicleta iba a Tepeaca a ver a su novia y regresaba por la tarde del mismo modo, hasta que una ocasión, por agarrarse de un autobús urbano, cayó al pavimento con todo y bicicleta hasta perder el conocimiento.
Entre sus experiencias está la de haber sido voluntario de la Cruz Roja, de 1956 a 1980. Un domingo de cada mes, de 8 de la mañana a 8 de la noche y entre semana, hacía una guardia de dos horas para acudir como camillero en una de las ambulancias, a donde fuera requerido, siempre con cámara en mano.
Entre sus recuerdos más vívidos está el de una ocasión en que estaba por salir en la ambulancia a recoger heridos, pero se regresó por su cámara y el vehículo lo dejó. Entonces le dieron otra ambulancia para que los siguiera. Al llegar al lugar, en la carretera, cerca de Amozoc, se encontró con que la primera ambulancia se volteó por causa del piso resbaladizo, justo donde estaban los heridos, cuestión que captó de inmediato con su lente antes de auxiliar a los heridos.
A pesar de que durante este tiempo logró captar muchas imágenes de accidentes terribles, como la de aquellos jóvenes que tras pedir un aventón a una pick up perdieron primero los brazos y luego la vida, al quedar estampados sus cráneos en la carretera, "como si fueran máscaras de hule", nunca buscó publicar alguna de estas fotos. Simplemente las guarda entre sus miles de negativos, como un testimonio más de los que ostenta durante su larga carrera.
De sus memorias en el ámbito musical, Paredes García tiene presente el cartel editado por la asociación Puebla Ciudad Musical ilustrado con una foto suya de los Niños Cantores de Viena captada en 1974 y publicado en 1975. De hecho, laborando en el diario Novedades plasmó las actividades y conciertos organizados por dicha asociaicón de 1972 hasta 1984, cuando desapareció.
Guarda imágenes de la Filarmónica de la UNAM, dirigida por Eduardo Mata; de las Balalaikas de Moscú, de Margó Fountain, del Ballet Ruso de Moscú, del jazzista Dave Brubeck, entre otros.
También captó imágenes desde la primera temporada de conciertos universitarios, que inició el rector de la UAP, Sergio Flores y continuaron Rivera Terrazas, Alfonso Vélez y los subsecuentes titulares.
Para la historia conserva los negativos de célebres cantantes de música latinoamericana como Nacha Guevara, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Alberto Cortés y Oscar Chávez, que llenaban hasta el tope el auditorio de La Reforma, pues eran conciertos gratuitos.
Le tocó cubrir el nacimiento de la Casa de la Cultura y desde antes, cuando la Dirección de Difusión Cultural del gobierno del Estado estaba en el edificio Hayes. La Biblioteca Palafoxiana estaba cerrada y casi nadie sabía de su existencia, hasta que se abrió el recinto cultural como sede principal de la actividad cultural poblana. En 1979, al cerrar Novedades y quedar sin empleo, fue a pedir trabajo a la Casa de la Cultura sin obtener resultados. Fue por ello que ingresó a la Junta de Mejoras y ahí permaneció hasta 1982, tomando fotos de las obras de pavimentación que realizaba la dependencia, aunque colaboraba con los diarios La Voz y El Sol de Puebla, en la sección de Sociales. Del 82 al 88 se desempeñó como fotorreportero en El Heraldo de Puebla.
De los premios y reconocimientos que ha tenido a lo largo de su carrera, entre los más importantes están los cuatro que obtuvo en un solo concurso convocado por el ayuntamiento de Puebla, durante el periodo de Quiroz Pérez. El primer lugar lo ganó por una foto de la reja de la catedral, sobre la 5 Oriente; el segundo, por la imagen de la fachada de los talleres artísticos, del tercero y la mención honorífica dijo no recordar con cuáles tomas los obtuvo.
En un concurso convocado por la UPAEP, obtuvo el primer lugar con una fotografía de niños indígenas de Zacatlán. En ese entonces le dieron 125 mil pesos.
Abraham Paredes ha testimoniado las transformaciones que ha tenido la ciudad en estos cuarenta años de trayectoria en los medios impresos poblanos. En el campo de la tecnología, también ha visto cambiar los tipos de cámaras, lentes, aditamentos y formatos. En su acervo guarda los mismos negativos de 127, de 6 por 6, de 6 por 4 y de 35 milímetros. En los últimos meses, en el desempeño de su trabajo en La Jornada de Oriente, periódico que ayudó a nacer, su herramienta principal de trabajo es una pequeña cámara digital marca Canon con microchip, que le ahorra el proceso de revelado.