Vivir bajo sospecha ALBERTO NÁJAR En este pedazo de frontera suelen decir que Nogales es una sola ciudad con una barda en medio. Y sí, a pesar del virtual cierre de la frontera, las dos poblaciones una en Sonora, otra en Arizona habían mantenido estrechos lazos económicos y sociales. Hasta el 11 de septiembre de 2001, cuando los nogalenses mexicanos pasaron de vecinos y familiares a presuntos terroristas. Son nuevas reglas. Y ya fueron aceptadas
Ni una gota, como no había ocurrido en 25 años. Los 300 mil habitantes de esta ciudad se quedaron a secas, atrapados en los 35 grados centígrados que se sintieron por esos días. Declarada la emergencia, el presidente municipal, Abraham Zaied Dabdoud, pidió a su vecino Marco López, alcalde de Nogales, Arizona, que les vendiera un poco de agua. Y sí, el funcionario estadunidense accedió de buena gana. Hay agua, respondió, "el problema es cómo la mandamos". Porque desde el 11 de septiembre de 2001, la frontera entre estas dos ciudades es una de las más vigiladas en Estados Unidos, con severas restricciones para el cruce de personas, vehículos y mercancías. La lista de artículos prohibidos es larga. Y las pipas aparecen en el primer sitio. "Le dimos vueltas y vueltas al asunto, porque la verdad estábamos muriendo de sed", recuerda el presidente municipal. "Nos pasaron una manguera de bomberos por encima de la barda, cerquita de la garita de De Consinni, y de allí surtimos a las pipas. Compramos un millón 200 mil galones". El episodio es una muestra de la nueva vida en este pedazo de frontera, atado a las condiciones de seguridad impuestas desde Washington, a la política de seguridad nacional como política fronteriza. Con la manguera llegaron decenas de unidades para acarrear el agua a la ciudad, que pusieron nerviosos a los guardias de la caseta fronteriza. Desde ese momento las revisiones se volvieron aún más estrictas, y como en los días que siguieron al 11 de septiembre, las filas de autos cuyos pasajeros pretendían cruzar se extendieron por más de un kilómetro. La zona donde se conectó la manguera fue acordonada por el Metro Task Force, un equipo policiaco de Nogales especializado en la lucha antiterrorista, mientras helicópteros de la Guardia Nacional y la oficina del sheriff local patrullaron el sitio día y noche. El ayuntamiento mexicano también puso su parte: dos empleados municipales para llenar las pipas... y una vieja patrulla Tsuru que de vez en cuando se daba una vuelta por el sitio. Al final, el despliegue policiaco rindió frutos. Los sonorenses tuvieron su agua. Y el territorio de Arizona se mantuvo seguro. uuu Es una frase de por aquí: Nogales es una sola ciudad con barda en medio. El argumento tiene su chiste: 90% de los habitantes de la parte estadunidense es de origen mexicano, e incluso la mayoría nació en Sonora. Los mexicanos gastan anualmente en Nogales, arizona unos 500 millones de dólares, de los cuales 4 millones son impuestos para la alcaldía: 65% de sus ingresos. Cerca de la mitad de los espacios en las escuelas está ocupada por estudiantes mexicanos, e incluso el alcalde Marco López es originario de Sonora y apenas en 1994 adquirió la ciudadanía estadunidense. Las ligas de futbol integran a equipos de ambos lados de la frontera y hasta los clubes sociales tienen miembros de los dos Nogales. "No hay familia que no tenga parientes del otro lado", dice Margarita Lara de Sobarzo, presidenta de la Agrupación de Mujeres. "Por eso cuando atacaron las Torres Gemelas lo sentimos muy cerca, como si nos hubiera afectado también a nosotros". Ese día, cuenta, lo primero que hizo fue llamar a sus cuñados Oscar y Gildardo Soberzo López que viven en Tucson, e invitarlos a pasar unos días en Sonora. "Había el rumor de que iban a atentar contra el Fuerte Huachuca que está muy cerca de aquí. Todo era muy confuso, el miedo se veía en la cara de todos; mis cuñados no se pudieron venir sino hasta el siguiente fin de semana; luego vino lo de los ataques con ántrax y entonces se puso peor, porque muchos tenemos las direcciones de correo del otro lado. Nadie quería ir por las cartas". El ataque transformó a los nogalenses, quienes, a ojos de la Casa Blanca, pasaron de ser vecinos y familiares a personas sospechosas. La condición de máxima alerta que se estableció en toda la frontera de Nogales se cumplió al pie de la letra: se instalaron equipos de rayos gama para revisar a todos los automóviles que cruzaban, e incluso los vehículos sospechosos eran desarmados para confirmar que no transportaban armas, drogas o explosivos. Las filas de autos solían medir más de un kilómetro. A lo largo de la línea se colocaron, cada 50 metros, sensores de sonido y de movimiento, además de cámaras digitales que registran a todo aquel que se acerque a la frontera. Hay perros entrenados en la detección de drogas, explosivos y dinero, así como helicópteros, vehículos todo terreno, caballos y motocicletas. Por si fuera poco, en Nogales operan 600 elementos del Servicio de Inmigración y Naturalización, 60 efectivos de la Guardia Nacional, unos 10 del FBI, 12 de la DEA y un número indeterminado de agentes del US Marshall. Por si estos elementos no fueran suficientes, en el cuidado de esta región también participan todos los policías del sheriff local y el Metro Task Force. Todo se vigila, hasta el subsuelo: en la región existen varios cauces de arroyos que cruzan desde Nogales, Arizona, hasta la ciudad mexicana, y que en 1994 fueron tapiados para evitar inundaciones en tiempo de lluvia. Desde esa fecha los embovedados así les llaman a los cauces se utilizaban para transportar droga e indocumentados hacia Estados Unidos. Pero después del ataque a Nueva York se creó un grupo policiaco que recorre los túneles para evitar el ingreso de extraños al vecino país. (No se sabe de algún terrorista detenido con estos operativos, pero en cambio se ha logrado, en lo que va del año, el decomiso de 14 toneladas de cocaína y mariguana). Tantos pertrechos sorprendieron a los nogalenses, quienes, sin embargo, se quedaron con las ganas de protestar. "Si decías algo te rompían la visa láser en tu cara", se queja Margarita Lara. "Hubo denuncias de mujeres a las que desnudaron porque al guardia le parecieron sospechosas; nunca se hizo nada". Cruzar a Estados Unidos, un trámite que hasta antes del 11 de septiembre era una rutina de 15 minutos, se volvió una pesadilla de hasta tres horas. Pocos la soportaron. El primer mes la afluencia de mexicanos a los negocios de Arizona se redujo al mínimo. Y entonces, los estadunidenses protestaron. uuu
"La caída en las ventas fue de 60%, muchos negocios estuvieron a punto de cerrar", afirma. "Hablamos con la gobernadora y conseguimos que enviaran a la Guardia Nacional para ayudar en la revisión de las garitas". El tiempo de cruce se redujo a la mitad, todavía excesivo en comparación con el que se invertía antes de los atentados. "Fue todo lo que se pudo hacer". En enero pasado el flujo de mexicanos hacia Arizona se había restablecido. Según Juan Pablo Guzmán, actualmente la situación económica de Nogales "ya se estabilizó". No fue así en el lado mexicano, donde el impacto económico fue aún peor, pues antes del 11 de septiembre había cerrado una decena de plantas maquiladoras. Tras el ataque, tres empresas más emigraron. Al final, 12 mil trabajadores fueron despedidos, pero el impacto en empleos indirectos fue mayor: 25 mil 600, según el director de la Asociación de Maquiladoras de Sonora, Luis Peralta; 50 mil, de acuerdo con otros empresarios. Estas plazas ya no se van a recuperar, y aunque Peralta afirma que es escasa la probabilidad de que haya más despidos, no hay nada garantizado, sobre todo porque las restricciones para cruzar la frontera se traducen en costos. "Se pierde la confianza de los clientes porque no entregamos a tiempo, y para evitarlo tenemos que destinar más gente para los trámites", explica. "Las revisiones del gobierno estadunidense deben ser más expeditas, pero es muy poco lo que podemos hacer, para ellos, es una asunto de seguridad interna". Ciertamente, las maquiladoras no son las únicas afectadas. El presidente local de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera (Canirac), Fabricio González, dice que desde el 11 de septiembre han cerrado 10 de los 96 negocios afiliados, la mitad como consecuencia de la baja en el número de visitantes. "Los primeros meses no vino nadie, apenas unos cuantos chamacos algún fin de semana. Hasta diciembre hubo un repunte con los pájaros de la nieve (turistas de edad avanzada que viajan desde Canadá y el norte de Estados Unidos hacia las playas de Sonora) pero fue muy poquito porque ellos tienen otro destino". Según Fabricio González apenas en agosto se restableció el número de turistas que solían visitar Nogales antes del 11 de septiembre. Pero todavía faltan, y la prueba es que el fin de semana pasado, cuando en Estados Unidos hubo un puente por Labor Day, el número de visitantes fue menor al que se registró un año antes. El empresario advierte que la recuperación no es cuestión de suerte. "Nogales vive del turismo y de la maquila, y los dos están en apuros", lamenta. "Los gobiernos ya lo saben y casi nada se hace. ¿Qué es lo que quieren, que volvamos a ser un pueblo de narcos?" uuu Desde el 11 de septiembre en esta ciudad la vida tiene nuevas reglas, todas ceñidas a las órdenes que para cuidar la frontera se dictan en el Pentágono. Pero los nogalenses ya se adaptaron. Los taxistas, por ejemplo, suelen cruzar a las cinco de la mañana para cargar gasolina barata en las estaciones de Arizona. Los padres que tienen a sus hijos en escuelas estadunidenses también se levantan temprano para estacionar el auto al otro lado de la frontera, y más tarde cruzan a pie con los estudiantes para recoger el vehículo. Por cierto, este sector fue uno de los más afectados con las medidas de seguridad: además de las restricciones del SIN para otorgar visas estudiantiles, el Consejo Escolar de Nogales, Arizona, ordenó la expulsión de todos los mexicanos inscritos en escuelas públicas que no vivan en la ciudad. El argumento fue que los padres de esos estudiantes no pagan el impuesto predial del que se mantiene el Consejo, lo que implica un subsidio injusto que paga el resto de la comunidad. Pero en Sonora la medida tuvo otra lectura: simplemente el gobierno de Arizona quiere tener más control de quienes viven en la entidad. Como quiera que sea, 400 estudiantes fueron expulsados a principios del año. La mayoría regresó, después que sus padres se mudaron a Estados Unidos o de plano pagaron una cuota especial a las escuelas. Vamos, hasta a los periodistas se les complicó la existencia: los asignados a cubrir actividades en el sur de Arizona no cruzan dos veces seguidas por la misma garita para evitar levantar sospechas entre los agentes del SIN. Tales precauciones se antojan exageradas en una comunidad con historia y vida comunes. Pero no hay de otra. "Hay que entender su paranoia, lo que sucedió no es para menos", justifica el presidente municipal, Abraham Zaied. Pero si los mexicanos aportan casi todo el dinero que circula en Arizona... Sí, nosotros los mantenemos. Pero
así es la vida, ellos siempre pueden decir que si no nos gusta,
no vayamos.
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