El talibán americano contra la Virgen de San Juan JORGE DURAND Frank Alexander no pudo contener su
ira. El templo católico, frente a su propia iglesia, le había
robado a todos sus potenciales feligreses. Subió a una avioneta
y la lanzó en picada contra la iglesia donde los creyentes mexicanos
veneraban la imagen de la Virgen de San Juan Texas. En 1970, la acción
fue reseñada como un acto de locura.
La mañana del 23 de octubre de 1970 tomó el coche y se dirigió al aeropuerto de McAllen, Texas. Frank era piloto y como viejo conocido de la compañía de aviación Upper Valley le resultó fácil rentar una avioneta Peper Cherokee. Ese día el viaje sería largo, interminable: pidió que le llenaran el tanque de combustible. Todo parecía más fácil de lo planeado. El destino lo había puesto ahí. Había llegado la hora de que se supiera quién era Frank Alexander y de lo que era capaz. Las hélices empezaron a girar y pidió permiso a la torre para despegar. Ya era libre, por fin. Estaba solo con su arma secreta; tan inocente como las garzas blancas que sobrevolaban los infinitos campos de cultivo donde los braceros mexicanos pululaban como moscas. Lo había probado todo. En su templo ofrecía desayunos gratis, préstamos a fondo perdido, tenía un flamante equipo de música, altoparlantes, una sonora campana. Pero los resultados habían sido mínimos. Pocos se paraban en el templo, menos aún los mexicanos. Al frente, en cambio, en la iglesia católica que dirigía el cura español José María Aspiazu, todo iba viento en popa. El padre Chema sabía tratar a la gente: les gritaba, los abrazaba, iba a comer a sus casas y, de cuando en cuando, se tomaba unos tequilas en el bar del pueblo. Pero su mayor éxito había sido aceptar la propuesta popular de traer una réplica de la Virgen de San Juan de los Lagos. La iniciativa fue un éxito. De todos los rincones de Texas acudían peregrinos a visitar a la Virgen. Las misas de los domingos se volvieron interminables. Mientras, en el templo de Frank apenas si se paraba algún despistado. Por eso Frank esperó pacientemente la llegada de un día de fiesta.
Ese era el día elegido por la Providencia. Su sacrificio no sería en vano. Se inmolaba por una causa justa y para que, de una vez, aprendieran que él no jugaba y que menos aún se jugaba con su religión y sus tradiciones. Traer una virgen a un medio protestante era inadmisible. Frank sobrevoló los campos de algodón hasta que en el horizonte vio aparecer la torre puntiaguda de la iglesia católica. Después de un par de vueltas se tiró en picada contra el techo rojo de la iglesia. La avioneta quedó entrampada en medio de las vigas y explotó. El incendio se había producido. Todo era cuestión de tiempo, aunque él ya no estaría ahí para corroborarlo.
Al domingo siguiente, el padre Chema celebró una misa por el alma de Frank Alexander, su acérrimo enemigo del pasado y su benefactor del futuro. La llegada de la Virgen
La memoria popular registró y conservó los avatares y percances del viaje de la imagen sanjuanera a Texas. Un protagonista recordaba que al "ir por la carretera, ya en la noche, tuvimos un accidente, nos salimos de la carretera allá por Soledad, San Luis Potosí. Era un barranco, pero quedamos atorados en un árbol". Ese fue, para la feligresía de López Ville, el primer milagro de su imagen. Según Jesús Villezcas, otro de los viajeros, "El padre Chema no tenía mucha fe en la virgen. Iba con nosotros, más que nada, porque la gente quería una imagen. Pero a partir de lo que nos sucedió en la carretera, el padre empezó a creer en la virgen". Según doña Elba, el accidente sucedió así: "se iban a ir a un voladero, pero milagrosamente se salvaron, la Virgen los salvó y fue una fe más fuerte para el padre José María". Como es sabido, la incredulidad de las autoridades y la conversión forma parte de los mitos fundantes de muchos santuarios. Finalmente, la virgen hizo su entrada a López Ville, Texas, en 1951. Su llegada detonó la devoción mariana. Empezaron a acudir peregrinos y surgió la idea de construir una iglesia más grande y apropiada. Entonces, el padre José María inició un programa de radio donde invitaba a los feligreses a visitar a la virgen. Allí repetía, una y otra vez, que "no era necesario que fueran hasta San Juan de los Lagos, puesto que la virgen de aquí es la misma que la de allá, por lo tanto, era igual que hicieran sus promesas y mandas aquí o en San Juan de los Lagos" . El programa fue un éxito. Desde una emisora de Edimburg, Texas, se transmitían las noticias del avance en la construcción de la nueva iglesia para la Virgen de San Juan. Los devotos hacían llegar donaciones y peticiones por correo, lo que dio lugar a la tradición de enviar "cartas a la virgen". Según cuentan los informantes, el programa de radio se retransmitía por otras estaciones hasta Los Angeles, Chicago y Nueva York, desde donde también llegaban cartas y donaciones.
Con los años el santuario de la Virgen de San Juan Texas se ha convertido en un punto de referencia fundamental para los soldados de origen mexicano que han participado en las sucesivas guerras que organiza el Imperio. En un salón donde se cuelgan exvotos contemporáneos destacan las fotografías de soldados que se han encomendado a la virgen antes de ir al frente o que han regresado, sanos y salvos, a dar gracias. Así, a lo largo de 20 años la parroquia acogió a los innumerables peregrinos que acudían desde todos los rincones de la geografía texana donde estaban presentes los trabajadores mexicanos. No obstante, la fama de la Virgen de San Juan despertó molestias en la comunidad protestante. El fastidio llegó a tal nivel de intolerancia que Frank Alexander decidió estrellar su avioneta contra el techo del santuario. Según Jesús Villezcas, el piloto suicida avisó con anticipación, antes de despegar, que se iba a estrellar contra la iglesia o la escuela católica. Así también lo consigna la prensa de la época. Pero para doña Elba las cosas fueron más dramáticas. "En 1970 un señor que tenía una iglesia protestante en San Juan y que era piloto, alquiló un avión y destruyó el templo. Hizo eso porque, cuenta la gente, que esa persona tenía mucho celo, porque a su iglesia nadie iba y porque el veía peregrinaciones enteras que iban a ver a la virgen. Fue un acto premeditado, a propósito. Fue por envidia, pues a su iglesia no iba nadie". Entonces, "que cosa tan maravillosa estaba en llamas el templo con 92 sacerdotes diocesanos celebrando misa y la maravilla de Dios no hubo ningún lesionado, los sacerdotes y la gente salieron. Milagrosamente se encontraba una escalera en el templo y por ella subieron para rescatar a la Madre Santísima". La catástrofe no hizo sino renovar la fe y la perseverancia de los feligreses. Se formaron comisiones para buscar una solución. Pero se tuvo que esperar un año, porque iba a llegar un nuevo obispo y la sede estaba vacante.
Entretanto, comisiones "iban y venían de hablar con las autoridades eclesiásticas". Hasta que "la sabiduría de Dios entra en el señor obispo de la diócesis y decide separar la parroquia del santuario De la parroquia nació el santuario, "con las llamas se dio, algo como un parto para mí y de la parroquia nació el santuario". Este nacimiento hace referencia a un mito de fundación. Ya no se trata de una virgen mexicana que trajeron los migrantes. Ahora la Virgen de San Juan Texas tiene su propia identidad, su comunidad y riadas de peregrinos. Los planes de construcción del nuevo santuario pasaron de la parroquia al obispado y la cosa se hizo en grande. El santuario de San Juan Texas es una construcción impresionante y moderna, con un altar mayor imponente, todo de madera, diseñado en forma de rayos que emanan del centro, donde está la diminuta, triangular y milagrosa imagen de la Virgen de San Juan de los Lagos. El santuario puede acoger a más de 3 mil personas y los domingos y días de fiesta participa en la misa un mariachi que viene de Monterrey. Además, hay una casa de retiro, una casa del peregrino, un hotel con 90 habitaciones, tienda de artículos religiosos y semanalmente se publica un boletín con información sobre horarios, calendarios y demás actividades del santuario. Toda la administración del santuario está a cargo de los padres Oblatos, que tienen una larga presencia y trayectoria en la región.
No obstante, la práctica de la peregrinación es muy diferente. Esta se realiza en cualquier fecha del año y no el día o los días de fiesta, como suele suceder en México. Al respecto, Juan Apolinar comenta: "Aquí se hace una misa y fiesta el 2 de febrero, pero no se compara a como se hace en México". El santuario y la virgen han tomado su propia personalidad y fisonomía. Las prácticas se renuevan y se refuerzan pero a la vez se crean y recrean nuevas tradiciones. Han quedado atrás las peregrinaciones a pie de los sanjuaneros. Tampoco se colocan retablos, al estilo tradicional, que son tan renombrados en el caso de San Juan de los Lagos.
Como quiera, la Virgen de San Juan Texas está viviendo un complejo proceso de independencia de la originaria de San Juan de los Lagos. Todo el mundo reconoce su origen alteño, pero poco a poco ha ido conformando su propia identidad texana, se está convirtiendo en una virgen mexicana-americana. No tiene la tradición centenaria de la primera, pero ya tiene su propia historia, con hechos relevantes y espectaculares. Su origen empieza a envolverse en la bruma del mito, su llegada está apuntalada por milagros y sucesos portentosos; los incrédulos sacerdotes y obispos han tenido que doblar la cerviz ante la evidencia; cada peregrino que llega refuerza su identidad y su poder. Los números también hablan: el consumo de miles de hostias y veladoras son pruebas irrefutables de la fama del santuario. Para la fe popular las coincidencias no se explican por sí solas, forman parte del entramado religioso que las reinterpreta como milagro. La vida está regida por un ser supremo que se mete entre los resquicios de lo cotidiano y hace milagroso cualquier acontecimiento.
La arquitectura y la liturgia también apoyan a la construcción de esta nueva identidad. El edificio del nuevo santuario responde a los cánones americanos, de espacios amplios y asépticos. Las aglomeraciones son controladas y canalizadas, existen servicios públicos, estacionamiento y lugares adecuados para dar acogida a todos los peregrinos. Los ritmos se acomodan con las vacaciones, no con el calendario religioso. Se trata de un santuario moldeado a la americana y con raíces mexicanas. uuu Esta historia viene a colación al conmemorarse un año de los acontecimientos del 11 de septiembre. Paradójicamente, los trágicos sucesos de San Juan Texas han quedado en el olvido y fueron considerados por la prensa de la época como un acto de locura. En su tiempo no se habló de fanatismo, intolerancia o terrorismo. Fue considerado como un caso aislado, pero no por ello dejar de ser ejemplar, primigenio. El caso de Frank Alexander es un ejemplo más de este tipo de actos suicidas, que conllevan acciones de terrorismo, que están fundamentadas en el fanatismo religioso y una mezcla de racismo y nacionalismo extremos. Ayer, como hoy, se comprueba que la mezcla explosiva del fundamentalismo religioso, el racismo y el nacionalismo, no tiene religión. No tiene raza. No tiene patria. |