Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 8 de septiembre de 2002
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Política

Antonio Gershenson

Industria pública y con dinero propio

Se habla nuevamente, especialmente dentro del PRI, sobre si se debe o no privatizar la industria eléctrica. La mayoría de las versiones publicadas apuntan en contra, aunque están pendientes señalamientos importantes. No vamos a acabar con este asunto si no se dictamina, y luego aprueba y promulga, una reforma eléctrica que ayude a la solución de los problemas existentes, en vez de generar otros más. Si se da prioridad en el Senado, donde se encuentra la discusión más inmediata en torno de las iniciativas que han enviado legisladores y el Presidente, a volver a rechazar las reformas constitucionales, sin dictaminar al mismo tiempo las reformas legales en un sentido positivo, nada podrá evitar que el gobierno federal, o legisladores opuestos a una reforma que fortalezca a las empresas públicas del sector, manden otra iniciativa similar, y otra, y otra. Antes de esto, además, se atraviesan las elecciones de mediados de sexenio, y eso dejaría cualquier solución para mejores tiempos, mientras se cocinan "soluciones" contrarias a la Constitución del estilo de los contratos de servicios múltiples.

Simultáneamente, el secretario de Energía dijo que ya era tiempo de que el secretario de Hacienda dejara de intervenir en el manejo económico de las empresas públicas del sector. Señaló que debía dejar la pirinola del "toma todo". Estas afirmaciones coinciden con lo planteado en las iniciativas que legisladores han presentado sobre el asunto, y que apuntan al fortalecimiento de las empresas públicas. Por un lado, es necesario que estas empresas paguen sus impuestos como lo hace cualquier otra, y no con un régimen depredador que hubiera hecho quebrar a cualquier empresa privada. Por otro, la Secretaría de Hacienda no debe seguir teniendo facultades para autorizar, vetar o simplemente frenar los proyectos de inversión, ni tampoco para recortar el presupuesto de las citadas entidades.

Ambas cuestiones confluyen en la necesidad, pero también en la posibilidad real, de conformar una reforma que saque adelante a la industria eléctrica. Y el punto en el que se expresa un grado de acuerdo o de consenso no es menor, no es marginal.

La clave para que sea posible la suspensión de estos proyectos con pago diferido, los actuales Pidiregas, que no son más que agregar a la industria y al país más y más deuda, en este caso mal disfrazada, está en que la industria eléctrica tenga sus propios ingresos, tenga recursos propios, que no tiene por qué no tener. Esto es clave también con Pemex. Si no tienen inversión propia es por las siguientes razones:

Primera, porque el fisco las esquilma. En el caso de Pemex, más de 10 gravámenes le quitan por lo menos las dos terceras partes de su ingreso primario; en ocasiones, una vez pagados impuestos, derechos y demás, queda con pérdidas. En el caso de la industria eléctrica, se le cobra un tributo que no depende de si tuvo o no utilidades, una cantidad fija definida como un porcentaje del total de sus activos, o sea, de sus bienes y recursos totales.

Segunda, porque hay tarifas muy subsidiadas. Aquí debemos distinguir dos clases de subsidio. Una es el socialmente justificado, que debe ser pagado por el fisco y no cargarse a las finanzas de las empresas públicas. La otra clase es el subsidio, generalmente a grandes empresas, que no tiene una justificación social y que pretendió apoyar, sobre todo, las exportaciones. En muchos casos ha resultado contraproducente debido a las sanciones antidumping que se les han aplicado, sobre todo en Estados Unidos. Pero en todos los casos tiene el problema de que subsidia la ineficiencia: al cobrarse la energía por debajo de su costo de producción y transmisión, se estimula el derroche y se desalienta la inversión en equipos eficientes. En todo caso, debería apoyarse a las empresas con créditos baratos para inversiones de esta naturaleza, para apoyar así la eficiencia y no, como ahora, hacer lo contrario.

Tercera, se requiere una industria más eficiente. Se han dado pasos en ese sentido, pero los que se requieren ahora son diferentes: se requiere aumentar la producción para que mejore el ingreso. Si por una medida o por equipos eficientes se libera personal, éste debe ser aprovechado, si es necesario con capacitación de por medio, en actividades complementarias que mejoren la economía de las empresas en cuestión. Un ejemplo que se ha mencionado es el aprovechamiento de los derechos de vía de las empresas eléctricas para comunicaciones, gasoductos u otros ductos que incluyan el abasto a las nuevas plantas de generación, etcétera.

Este es el sustento de un programa de nuevas plantas eléctricas que no siga contribuyendo al crecimiento desmedido de una deuda que ya es un freno a la economía del país, y que puede conducir a crisis de magnitudes difíciles de prever.

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