Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 30 de agosto de 2002
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Política
 
En julio de 2000, 52% del campesinado favoreció a los candidatos del tricolor

El voto verde aún es básico para el PRI

El sector agrario es uno de los tres pilares de ese partido y tiene 74 legisladores federales

MIREYA CUELLA

Más allá de las causas que tejen la relación entre pobreza y preferencia política priísta, las cifras muestran que el voto verde ha sido en los últimos años el oxígeno electoral del PRI. El 52 por ciento de los sufragios que emitieron los campesinos el 2 de julio de 2000 fueron para el tricolor, seguido muy de lejos por el PAN, que recogió 26 por ciento.

A medida que la sociedad mexicana se vuelve urbana, la "reserva de votos" le sirve menos al PRI para revertir el sufragio azul de las grandes ciudades. Sin embargo, los campesinos siguen votando mayoritariamente por ese partido. Así lo hicieron también en 1997, cuando 51 por ciento de ellos marcó el logotipo del viejo partido en el poder.
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El voto campesino, que los analistas ubican en la actualidad aproximadamente en 15 millones, de un total de casi 60 millones de votantes del país -algunas regiones son mixtas, tienen voto urbano y rural en una misma sección o distrito electoral-, fue tradicionalmente de tal importancia para el PRI que en sus primeros tropiezos electorales nunca asumía una derrota si antes no llegaban los resultados del voto verde, es decir, de las regiones rurales del territorio en disputa.

Ahora los campesinos ya no votan de manera casi unánime por el PRI, como hace 25 años. Pero están presentes no sólo como uno de los tres pilares de ese partido -los llamados sectores- sino que tienen actualmente 74 diputados federales que se dicen campesinos y que llegaron al Congreso por su militancia en la Confederación Nacional Campesina (CNC), y cuando menos cuatro gobernadores que se asumen cenecistas: los de Tamaulipas, Hidalgo, Durango y Puebla. Beatriz Paredes, presidenta de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, hizo su carrera política a la sombra de los campesinos.

La CNC, columna vertebral

La estructura de la CNC, por conducto de las ligas de comunidades agrarias (siempre de la mano de los programas gubernamentales enfocados al agro), ha sido la columna vertebral de la organización electoral del PRI en el campo. Sin contar el uso que se les ha dado a los campesinos para llenar plazas públicas y auditorios a la hora de cerrar o abrir campañas políticas.

Durante la última década el voto campesino tuvo cambios drásticos. En 1991 el PRI captó 72 por ciento del voto rural; en 1994 obtuvo 62.1, y en 1997 disminuyó a 51 por ciento, de acuerdo con los estudios de Horacio Mackinlay, investigador de sociología de la UAM Iztapalapa. Mientras que en 2000, Consulta-Mitofsky reportó que 62 por ciento del voto rural fue para Francisco Labastida Ochoa.

En estos años, al tiempo que caía la preferencia electoral de los campesinos por el PRI, ésta crecía hacia los partidos de oposición. En las elecciones de 1991, el PRD contaba con ocho por ciento de esos votos y el PAN con 7 por ciento; para 1994 llegaron a 19 y 12 por ciento, respectivamente, reporta el mapa electoral realizado por el investigador Gustavo Emmerich.

Para el proceso electoral de 1997, los votos rurales por la oposición también se elevaron, pero el sufragio siguió siendo mayoritariamente priísta. De 5.5 millones de sufragios rurales que se emitieron, el PAN obtuvo 16 por ciento; el PRD 22 y el PRI 51 por ciento, lo cual le significó 24 por ciento de la votación total que obtuvo en esos comicios.

En la elección de 2000, el voto foxi-panista tuvo en el campo un crecimiento casi tan exponencial como en las zonas urbanas, al llegar a 26 por ciento, desplazando a Cuauhtémoc Cárdenas y el PRD del segundo sitio que habían tenido desde 1988. El perredismo se fue al tercer lugar con 19 por ciento de los sufragios rurales.

Silvia Gómez Tagle dice en la Geografía del poder y las elecciones en México que las presiones económicas o institucionales que se ejercen sobre los electores pobres son especialmente significativas en países como el nuestro, sin embargo, la relación entre pobreza y preferencias políticas es muy indirecta y los análisis sugieren la elaboración de una reflexión teórica más cuidadosa para explicar las mediaciones entre las características socioculturales de la población y las relaciones de poder que finalmente se expresan en los resultados electorales.

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