lunes 26 de agosto de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Semanálisis

Teledependencia

n Horacio Reiba

El futbol italiano suma a sus continuos fracasos internacionales una novedad de último momento: el calcio, la liga más cara del mundo, no podrá empezar el 1 de septiembre, como estaba previsto. Es más: la fecha tentativa del día 15 está aún por confirmarse, y todo por falta de acuerdo entre la televisión y los dueños de los equipos, ahogados en deudas de por sí e inconformes con las precarias ofertas que les están barajando las consabidas empresas de entretenimiento, desde la estatal RAI, que transmite los resúmenes semanales, hasta las de cable y antena satelital que desean asegurarse la exclusiva de tales o cuales clubes. Y la razón de fondo del problema es la misma que llevó a la quiebra a KirchMedia, el holding alemán que, tras pagarle a la FIFA a precio de oro los derechos del Mundial pasado y el de 2006, no consiguió recuperar siquiera su inversión, pues ni las televisoras regionales que suponía clientela cautiva, ni los anunciantes de éstas, estaban dispuestos a solventar semejante derrama. Sencillamente, el alcismo sin freno tenía que tocar techo. Y hasta lo venía anunciando con claridad, constatación neta de que la codicia ni oye ni entiende.
Avisos al viento. Los que tienen memoria -extraños especimenes en proceso de extinción- recordarán que por ese camino de las bolsas millonarias a cuenta de la tele, el boxeo inició su decadencia hoy imparable: a ver quién desembolsa en "pago por evento" los módicos requerimientos de la próxima "pelea del siglo", si alguna queda en la exhausta agenda de esos promotores otrora omnipotentes. Y puede que alguien haya alcanzado a leer allá por enero, en letra pequeña y convenientemente arrinconada, que para comercializar el último Super Tazón, la firma dueña de los derechos tuvo que cobrarles a sus anunciantes bastante menos que el año anterior, señal de que también en el país más consumista del mundo, el dinero alegre de la tele iniciaba una no tan alegre cuesta abajo. Y si, entre nosotros, el mundial Corea-Japón ha sido el más avaro en transmisiones que se recuerde, cúlpese a que DirecTV, empresa dueña de la exclusiva, por poner tan alto el listón económico que las demás optaron por programar unos cuantos partidos, tras castigarle convenientemente el precio en las negociaciones. Y si llega a estallar la huelga en las Ligas Mayores, ese hecho tampoco será ajeno a las evidencias de que el ciclo del desenfreno monetario en el deporte televisivo toca a su fin, para dar paso a una etapa de austeridad y reajustes a la baja.
Importancia de la tele. Está claro que la rápida y extendida popularidad de determinados deportes entre las nuevas generaciones se encuentra ligada a su machacona difusión televisiva. Y a la inversa, espectáculos otrora multitudinarios fueron perdiendo seguidores en nuestros país a partir de una drástica reducción de su tiempo en pantalla, caso del béisbol o los toros. De hecho, nuestras diversas aficiones, saberes y vivencias en materia de juegos y jugadores los ha enriquecido en mayor o menor medida esa condición cotidiana de telespectadores. Pero los verdaderos beneficiarios del fenómeno no están, desde luego, entre el público llano. Ni siquiera -aunque así parezca- entre los deportistas de élite y clubes y empresas que los controlan. La parte del león fue siempre para las grandes compañías televisivas. Son ellas, nada más natural, las responsables del actual golpe de timón, encaminado a meter en cintura a organizadores de eventos empeñados en seguir encareciendo la mercancía sin cuidar con igual celo la calidad de la misma, ni sospechar que la repetición monocorde conduce a la banalización del producto, con repercusiones necesariamente negativas en los niveles de interés público y de audiencia televisiva. En otras palabras: todo lo que sube tiene que bajar, incluso los millonarios dineros de un deporte profesional demasiado visto, y por añadidura viciado de mediocridad glamorosa.