A
María Santísima
de
Guadalupe
Guillermo
Prieto
Sangre, terror, desolación, demencia
invaden, Virgen, el hermoso suelo
donde bella, como iris de consuelo,
sonrió al desventurado tu clemencia.
Sangre humana salpica en tu presencia
del sacrosanto altar el blanco velo;
y hay quien debiendo mitigar el duelo
quiera adunar a Dios con la violencia.
¡Piedad para tus hijos, Madre amante!
Ampara a nuestra patria que, rendida,
clama paz con acento agonizante;
y Tú, la excelsa, la de luz vestida,
alza ¡Oh Madre de Dios!, alza triunfante
la causa de los libres tan querida.
|