La Jornada Semanal,  domingo 25 de agosto  de 2002            390
(h)ojeadas
EL HOMBRE LOBBY DEL HOMBRE

ABELARDO GÓMEZ SÁNCHEZ

Pierre Bourdieu,
Contrafuegos 2. Por un movimiento
social europeo,
Anagrama,
España, 2001.

Estos contrafogonazos están dirigidos contra las mil y una cabezas del autócrata con ínfulas de showman; ogro misantrópico y autofágico que domina el orbe con sonrisa antiutópica; el gran hipócrita de múltiples y reticulares firmas: el neoliberalismo. El azote neoliberal: fortaleza tan ominosa como inasible, ya no es el imperio de los managers, tampoco de los owners como se vislumbraba desde los años treinta. Es el de los grandes gestores (de los fondos de pensiones, grandes compañías de seguros, vastas redes empresariales y fondos de inversión colectivos: money market funds o mutual funds). Un prototipo, la Transatlantic Business Dialogue (organización que reúne a las 150 empresas europeas y americanas más importantes) sin olvidar, ingratitud memoriosa obliga, la institucionalidad viciosa de la omc, el Banco Mundial y el fmi que fraguan "la llegada del gobierno mundial invisible". Mundo inmundo y supuestamente inmune, el neoliberal hace gala de una mascarada mediática interminable; de grandes organismos productores de conocimiento que reclutan ejércitos de economistas, juristas y expertos; de laberínticas y fluidas redes de información y de la faena del lobbying.

Un diagnóstico letal: la actual construcción europea, "en torno a los poderosos", es una vasta destrucción social que amenaza las conquistas y las solidaridades más admirables de los últimos dos siglos. En sentido contrario, la Europa social agoniza y, su postrer pataleo, es harto caracterizable: la consolidación de la Wellfare reform: eufemismo utilizado para nombrar el desmontaje del Welfare State; unión del campo mundial a través de la unificación monetaria como instrumento de dominio; inocuidad de los coloquios de socorrismo económico internacional, declive de la ascendencia de la Europa intelectual; imposición mundial de "una renta accionarial mínima garantizada de capital"; autonomización del campo financiero que, dejado a su lógica, funciona como una máquina abstracta e infernal; etnocentrismo de la americanización. En suma: la precarización generalizada, la provisionalidad generalizada del empleo; modelos económicos y regímenes políticos basados en "la institución de la inseguridad"; altísima concentración de capitales de todo tipo. Introducción de la lógica comercial en todos los estadios de la producción, lo que pone en peligro la autonomía de la cultura.

La teoría neoclásica (el individualismo egoísta, "la mentalidad calculadora invade la vida", tics y tips neodarwinianos) ha encontrado en la política neoliberal su propia verificación y su producto ¿no deseado?: una economía dual: por un lado una inmensa masa subproletarizada, sin proyecto, sin futuro, culpabilizada y psicológicamente cercada; por el otro, una minoría con trabajo estable y salarios permanentes pero autoexplotada e igualmente estresada por la precarización. Un botón de muestra: la desigualdad en los usos sociales de internet: en 1997, "el 20% más rico de la población mundial representaba el 93.3% de los usuarios de internet, y el 20% más pobre el 0.2%". En Contrafuegos 2, Pierre Bourdieu, con el lenguaje llano del periodismo y la conferencia universitaria o sindical y sin demérito de la densidad conceptual, reúne textos esclarecedores acerca de las estrategias globalizadoras: su eficaz y ciclópeo sistema de decisiones a propósito del mapamundi.

La falacia epistemocrática: el sátrapa, con recursos sin precedentes, funda su antrósfera en diversos órdenes teóricos y prácticos; invoca la autoridad de la ciencia económica; apela a la condición "nobiliaria" de la academia cuya función simbólica propaga "un racismo de la inteligencia": el Reino del Mejor y el Ilustrado: "el paradigma del nuevo conquistador podría ser Bill Gates". Sí, la inicua distribución, escolar y extraescolar de los capitales cultural y tecnológico determina la actual división del trabajo y es un instrumento básico de sociodicea. El monopolio tiránico del "conocimiento legítimo" (diagnosis y prognosis) confiere a sus acciones un aura de necesidad e irreversibilidad que no le envidian nada al vulgomarxismo (con el látigo de la economía, ambos son domadores circenses de la Historia). Pero, antes que teóricamente plausible, el actual modelo económico es la universalización de los principios ético-políticos de una estructura social y una historia concretas: los presupuestos del sentido común económico del modelo americano, lo cual le da ventajas prácticas, competitivas y simbólicas a dicho país. Sin caer en antiyanquismos de opereta, la hipostización de la vulgata norteamericana prohija postulados falaces: debilidad del Estado y conversión de bienes públicos en bienes comerciales y de ciudadanos en clientes; fe devota en el self help (ponte tu changarro dijeran, por acá) la exaltación de la acumulación convertida en deber; la incertidumbre laboral como libre elección.

En efecto, la globalización es una creación política. "Las revoluciones conservadoras han producido una doxa paradójica: conservadora se hace pasar por progresista"; expoliadora, cacarea planes con "códigos sociales". A trasmano del discurso "igualitario" los Estados europeos –ni qué decir del resto– contribuyen a su desposesión, incluso los socialdemócratas. Esta ambigüización genera una política de la despolitización. Meros fantoches democráticos, sobre todo en política económica, los gobiernos simulan la toma de decisiones, anulan su representatividad y afantasman la participación ciudadana: someten a gobiernos y ciudadanos a fuerzas económicas naturalizadas. Cuestión central: restaurar la política, dice Bordieu, pero, ¿cómo movilizar a las fuerzas capaces de imponer una política social real en Europa? La Federación Europea de Sindicatos es un actor previsible para la reconstrucción de una Europa social, pero su complacencia, su timoratez conciliadora, su falso europeísmo lo impiden. Un sindicalismo renovado, que promueva "un movimiento social crítico y un movimiento de crítica social", debe elaborar diversas rupturas: con los particularismos nacionales, con los fragmentarismos sectoriales, con el pensamiento conciliador que desacredita el pensamiento crítico, con el fatalismo económico que hace ineluctable la globalización. Apelar a los nuevos movimientos a escala europea que, más allá de sus objetivos y proyectos, coinciden en rasgos innovadores: ligereza y capacidad de respuesta en sus aparatos; cancelación de los dominios cupulares; rechazo a las formas tradicionales de lucha; líderes nuevos con cultura política capaz de captar nuevas expectativas; formas de acción concretas (vivienda, salud, educación, derechos humanos) sin desvaríos holísticos y teleológicos; conciencia y competencia simbólicas; artífices mediáticos maestros en crear, dramatizar el acontecimiento (hacerlo intelegible y sensible); inspiración autogestionaria, internacionalismo real, repudio a la política neoliberal.

Por más poderosas que parezcan, por más sabias e informadas que luzcan, por más inteligencia estratégica y despliegue de recursos políticos y simbólicos, las políticas mundiales del neoliberalismo no son inamovibles. Un envite programático contra esta compleja megaestructura expoliadora y su programa regresivo; el simulacro inédito de democracia y progresismo; la sofisticación organizacional, el individualismo egoísta del espíritu del capitalismo, fundamento de la american social science y su estreñimiento explicativo de los procesos colectivos y su clausura de la política, opuesta a la visión solidarista de la historia del movimiento social.

¿Cuál es el papel de los intelectuales, los artistas, los escritores y sobre todo los investigadores sociales? Los estudiosos del movimiento social no pueden permanecer neutros. Si el poder invoca a la ciencia su tarea es primordial, condición previa para conjurar un revolucionarismo sin objeto y sin efecto, las alucinaciones milenaristas. Hay que insertar en el debate público la energía crítica del homo academicus; difundir los saberes "de la ciudadela de los sabios". Como se ve, el viejo tópico del papel del intelectual y su tema colateral –el "saber comprometido"– reaparecen en forma asaz convincente. Reanudar la tradición científica del siglo xix, ya no desde intelectuales específicos sino a partir de la "producción colectiva de utopías realistas".

Un alegato central: urge la combinación del militante y el intelectual. Bordieu insiste: hay que unir el "microcosmos académico" e interactuar con asociaciones, sindicatos y grupos en lucha; dar una forma sensible a las adquisiciones de la investigación. Hace énfasis en la "división nefasta entre teóricos y militantes [que] deben aprender nuevas formas de comunicación y debate que los prevengan contra sus mutuos prejuicios", para alcanzar la coordinación abierta de reivindicaciones, objetivos, acciones, a escala nacional y sobre todo internacional, nivel en que se juega hoy el destino global. A los productos de los think tanks, oponer las producciones de redes críticas; someter el discurso dominante a una crítica lógica, sociológica y, agregaríamos, axiológica; desmontar su léxico, argumentación y cosmopolitismo meramente formal; cultivar la tierra yerma de los migrantes; analizar las políticas sutiles en las que colaboran los socialdemócratas. ¿No es sintomática su prohibición de un gran programa de desarrollo?, por ejemplo, "la instauración de una fiscalidad internacional, un sistema monetario capaz de garantizar la estabilidad".

Contrafuegos 2, junto con su antecesor Contrafuegos, combina magistralmente el aliento militante y el vuelo teórico y, dada la horridez concentracionaria de los escenarios que describe, es un guiño esperanzador: "no hay tarea más urgente que la invención de nuevas maneras de pensar y de actuar". La miseria generalizada impone un nuevo principio de solidaridad •