Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 25 de agosto de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas
  >

Política

Juan Saldaña

El laicismo y las doctrinas

El laicismo como preservación de la educación ante los efectos de dogmas ajenos al imperio de la razón, evita que el proceso educativo constituya campo llano para la tarea de adoctrinamiento y reclutamiento que realizan las iglesias. Nada más, pero nada menos.

La única manera de respetar, desde la tarea educativa, a todas las creencias religiosas es impedir que éstas, una y otras, aprovechen el proceso de enseñanza-aprendizaje para hacer proselitismo.

Nuetras tradición histórica tiene un peso específico insoslayable. Entrando al siglo XXI vale la pena reflexionar en el sentido profundo del laicismo.

Fueron los personeros de la Iglesia católica quienes, con más vigor, atacaron en el pasado a las convicciones populares que se decidieron por el laicismo, al
margen de sus devociones, de manera exclusiva.

El laicismo fue polémico en los primeros tiempos, pero hoy, en plena vigencia de la sociedad plural, se traduce en respeto para todas las creencias de nuestro pueblo, sean cuales fueren. Para no convertir a los procesos educativos en el campo de batalla de los diferentes credos, la educación estatal, laica y moderna, cierra las puertas de los planteles escolares a todas las religiones.

Vale la pena insistir en que fue en los tiempos del dominio religioso en México cuando el laicismo educativo fue asumido por el credo católico como herejía y descreimiento promovidos por el Estado. Hoy, la educación laica debe ser aceptada como lo que es: aparte de un señero principio, producto de la sabiduría histórica de nuestros mexicanos mayores, la mejor garantía de respeto social desde las aulas para todos los credos.

Quiero suponer que los jerarcas de diversas religiones, invitados recientemente para atestiguar la puesta en marcha del nuevo Compromiso Social para la Calidad de la Educación, saludaron con gusto la sola alusión -en los documentos del acto- a la aspiración de los mexicanos por mantener al margen de los procesos educativos cualquier clase de enseñanza religiosa.

Deseo pensar que asumieron así que la educación laica constituye la mejor garantía de la libertad de cultos, porque salvaguarda un orden político y social en que el propio Estado no debe ejercer ningún poder religioso y las iglesias no deben ejercer ningún poder político.

A la distancia de las décadas, ennoblecido por la sensibilidad histórica de nuestro pueblo, el laicismo puede ser sostenido hoy por un gobierno de derechas como garantía y defensa de la libertad educativa y como certeza de que la escuela mexicana no es, ni será nunca, campo para la batalla proselitista entre credos y organizaciones religiosas. Por lo menos, es de desear que esto ocurra desde el seno de iglesias incorporadas plenamente a la modernidad. Sin resentimientos ni trasnochados resabios.

La educación como información y, sobre todo, como fecunda tarea formativa de seres humanos, constituye un deber mayúsculo del Estado mexicano, y no debe someterse a los vaivenes de la penetración habilidosa de cualquiera de las iglesias, aunque más allá de la estricta tarea educativa, se dé, aquí y ahora, la agresión abierta de la Iglesia a una producción cinematográfica que muestra a un joven clérigo corroído por el vértigo diabólico del amor.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año