Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 25 de agosto de 2002
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Política
REPUBLICA DE PANTALLA

JENARO VILLAMIL

Propaganda para ocultar crímenes de guerra

Los videos de la paranoia y el otro horror

Luz y privatización, no compatibles

EN EL MOMENTO que se resquebrajó el consenso interno para una posible incursión militar contra Irak y que las críticas de organismos defensores de derechos humanos arreciaron por las flagrantes violaciones cometidas en Afganistán, la agencia CNN presentó una serie hábilmente titulada Los videos del terror, que tuvieron el impacto deseado en el gran público estadunidense: más de 65 por ciento de los televidentes "se sienten" más preocupados ante la posibilidad de un nuevo atentado, en la víspera de cumplirse el primer año de los sucesos del 11 de septiembre.

UNA VEZ MAS el manejo emocional mediante la pantalla se convierte en el principal activo para que la administración de George W. Bush emprenda una especie de guerra en el frente interno, tan peligrosa como el derrumbe de las Torres Gemelas. Como en el caso del "ataque de ántrax" -que resultó ser un impresionante operativo de paranoia inducido por los medios-, CNN y las grandes cadenas televisivas privadas -ABC, CBS, NBC y Fox- se convirtieron en replicantes del terror inducido. En México los noticiarios de Televisa y Tv Azteca destacaron también estos videos, hasta opacar el escándalo inicial al fin de semana. Incluso los telenoticiarios titularon la nota "Bin Laden lanza la jihad contra Estados Unidos en un video", ¡sin subrayar ni analizar que se trataban de imágenes del 26 de mayo de 1998, cuyo contenido fundamental ya se conocía desde antes!

EN ESTRICTO SENTIDO, ninguno de los 64 videos del terror aportaron nuevos elementos periodísticos ni responden a la revelación, en mayo de este año, del periodista Dan Rather, quien en CBS News informó que el gobierno de George W. Bush tenía conocimiento de que Al Qaeda iba a realizar ataques en Estados Unidos antes del 11 de septiembre. Ningún video explica las sospechosas fuentes de financiamiento ni la situación actual de Osama Bin Laden.

LOS OBJETIVOS DE la transmisión fueron eminentemente propagandísticos y coyunturales. Se trataba de desviar el interés del televidente global sobre los verdaderos saldos de la guerra en Afganistán y sobre otros horrores consecuentes que hablan del fiasco de la guerra contra el terrorismo mundial.

EN LA PRIMERA emisión, titulada Pruebas químicas, se observa a unos caninos que, al estilo pavloviano, fallecen por gases letales. Emocionalmente está comprobado que al gran público estadunidense le preocupa más un perro que un ser humano abandonado en una fosa común del desierto. La hábil descripción de David Kay, ex inspector de armas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Irak, es una joya de la inducción televisiva al miedo: "Podemos ver en el perro algunos síntomas clásicos: pierde el control muscular, la reacción de sus ojos y de sus músculos. La pérdida gradual del control voluntario de músculos y finalmente el colapso. También, la pérdida de capacidad pulmonar en la medida en que va muriendo. Esas son señales de la progresión normal de un agente neurotóxico".

EL SEGUNDO PAQUETE se tituló Raíces del odio, con el renacimiento de Osama Bin Laden como el genio del mal dispuesto a destruir el gran imperio. El tercero se tituló Fuerza explosiva, acompañado por especulaciones poco respaldadas sobre la capacidad de Al Qaeda para fabricar una "bomba sucia". El cuarto se tituló En entrenamiento, en el que, curiosamente, no se observa a algún aeropirata y sí a presuntos integrantes de Al Qaeda en entrenamiento sobre "terrorismo urbano". La narración insiste en los nexos de este grupo con combatientes árabes en Chechenia, Argelia y Birmania.

"ESTO NOS DA una idea muy amplia del alcance global de Al Qaeda. Demuestra claramente que está librando una jihad universal", remató el experto Rohan Gunaratna. El viernes, el reality show del terror culminó con Rostros del mal, que repite, de nuevo, lo expresado por el establishment militar estadunidense en contra de este grupo fundamentalista. Ni a Hollywood se le hubiera ocurrido una serie tan previsible.

EN CONTRASTE, LA revista Newsweek publicó en su reciente edición un reportaje verdaderamente escalofriante sobre los crímenes de guerra cometidos en noviembre de 2001 por los aliados del Pentágono, la Alianza del Norte, contra más de mil prisioneros talibanes que fueron exterminados en contenedores de carga y cuyos cuerpos fueron abandonados en fosas del desierto. No se había leído nada que recordara con tanta precisión un método muy similar al de los hornos de cremación hitlerianos.

EL REPORTAJE, EXTENSAMENTE documentado por Babak Dehgahnpisheh, John Barry y Roy Gutman, es muy cuidadoso a la hora de responsabilizar al Pentágono, pero contiene los suficientes testimonios que sugieren que los militares estadunidenses se enteraron y encubrieron lo que estaba sucediendo en localidades como Mazar-e-Shariff. Incluso una fuente no identificada del Pentágono indica que el coronel John Mullholland "informó que el equipo Al tenía conocimiento de que quizá un gran número de prisioneros murió en el viaje a Sheberghan". Por supuesto, ninguna de las grandes cadenas televisivas estadunidenses abundó en las revelaciones de Newsweek y en la denuncia original de Médicos por los Derechos Humanos, que desde febrero ha exigido a la ONU y a Washington una investigación exhaustiva sobre las fosas comunes.

EN EUROPA, LAS cadenas televisivas y la prensa documentaron el otro rostro del horror que aún continúa sobre Afganistán y los presos talibanes. El 21 de agosto El País publicó un reportaje sobre los 598 presos en la base militar de Guantánamo, Cuba, que "tratan de comerse sus heces porque no tienen otra cosa mejor para suicidarse". El reportaje, de Rosa Townsed, señala que la situación de estos presos está al margen de lo establecido en la Convención de Ginebra e involucra a la CIA, la DIA (agencia militar de espionaje) y la FBI que los interrogan continuamente. Sobre esta situación ningún reportaje especial en las grandes cadenas televisivas estadunidenses.

EN REALIDAD DEL patriotismo exacerbado, que ha tratado de justificar los excesos en la censura y la intercepción de correos privados y llamadas telefónicas en Estados Unidos, se ha pasado a un nuevo periodo de normalización de la paranoia. La guerra antiterrorista parece justificar el terror interno y la flagrante violación al derecho de acceso a la información en Estados Unidos.

SIN EMBARGO, OTRO tipo de terror también fue presentado y parece involucrar a Washington. El 21 y 22 de agosto la BBC, la televisión española y Televisa, entre otras, difundieron las imágenes que dio a conocer Amnistía Internacional sobre la tortura en los cuarteles militares y policiacos de Perú. "Nos metieron en un garrafón de agua, taparon nuestra nariz y nuestra garganta, diciéndonos 'aquí los vamos a matar'", relató el recluta Juan García. ¿También de estos horrores estaba enterado el Pentágono? ¿No se tratará de la otra jihad o "guerra del odio" que promueve Washington en la zona andina contra el terrorismo y en nombre de las libertades?

La desconfianza a privatizar la luz

DESPUES DEL ESCANDALO del Crimen del padre Amaro, que reveló la más sintomática derrota social frente al interés de los obispos por poner a prueba su santa alianza con las autoridades foxistas, los medios informativos se volcaron a la discusión sobre la reforma eléctrica, orientando la cobertura ante lo que en imágenes constituyó un hecho: la nueva alianza entre PAN y PRI para emprender una operación de reforma constitucional que abra paso a la privatización del sector.

EL RECHAZO INSISTENTE de los principales funcionarios gubernamentales -en especial Ernesto Martens, Eduardo Sojo y Luis Ernesto Derbez- por utilizar el término "privatización" en sus continuas declaraciones a medios provocó, de nuevo, el efecto contrario: confirmar que el objetivo real es la privatización y evadir una discusión real en términos de opinión pública preocupada por el aumento de las tarifas.

UNA ENCUESTA DIFUNDIDA por Canal 11, el 21 de agosto, reveló que 60 por ciento de los encuestados está en contra de ampliar la participación privada en la industria eléctrica y 64 por ciento en contra de la privatización total. El estudio, de la empresa Parametría, subrayó que existe un dilema entre precio y calidad, pues la mayor parte de la población considera que recibirá un mejor servicio mientras el proveedor sea el gobierno, y en el caso de un proveedor privado la mayor preocupación de los ciudadanos es el costo del servicio.

LA IDEA DE que las privatizaciones han generado corrupción y precios elevados, así como pocos beneficios para el ciudadano, fue el eje de una discusión muy rica efectuada en el programa Zona Abierta, conducido por Héctor Aguilar Camín, el pasado 22 de agosto.

LA INVESTIGADORA SOLEDAD Loaeza le puso el cascabel al gato, al afirmar que el temor existente entre los ciudadanos radica en la incapacidad del Estado mexicano para regular el sector privado. "Si tenemos un Estado tan débil que no puede cobrar impuestos, ¿qué podemos esperar de un Estado que va a regular empresas extranjeras que llegan con un poder muy grande y que se van cuando quieren? Ahí es cuando la intuición de la gente que reacciona en contra de la privatización tiene que ver si el Estado mexicano tendrá la capacidad de garantizarnos un buen servicio y con buenas tarifas."

JUNTO CON EL historiador Lorenzo Meyer, Loaeza citó el caso de la evaluación negativa que se ha dado en otros lugares, como California, sobre la privatización eléctrica. La sombra del escándalo de Enron, tan reciente, y de la ineficacia en la privatización de los bancos mexicanos, tan fresca en la memoria de millones de ahorradores, serán los grandes dilemas en materia de comunicación y de opinión pública que rodearán la reforma eléctrica.

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