La Jornada Semanal,  domingo 18 de agosto  de 2002            389
(h)ojeadas
CONTRA LA PÉRDIDA Y EL ABISMO

ALEJANDRO TARRAB

León Guillermo Gutiérrez,
No mueras esta noche
(Amor en tres actos),
Ediciones Solar/Secretaría de Cultura de Jalisco,
México, 2002.

Las palabras que denotan sentimientos extremadamente intensos y habituales, tienden a perder gradualmente su significado. El grado cero de la escritura descrito por Barthes, obliga a los escritores, a los creativos, a los poetas, a reinventar las palabras, a buscar su origen y su permanencia mediante una nueva utilización. De este modo, la creación de un texto que involucre al amor como sentimiento puro, como hilo conductor, es una empresa aventurada y complicadísima. Si a esto le agregamos el hecho de vivir una época de caos, de nuevos ordenamientos, la labor de reinventar una palabra tan socorrida se incrementa considerablemente.

No obstante, vivimos un periodo de reconciliación con lo primigenio a partir de la tolerancia y la reconsideración de nuestros legados. En este sentido, comienzo por establecer un origen: en la cosmogonía órfica el amor es un huevo engendrado por la Noche, cuyas dos mitades, al separarse, forman la Tierra y el Cielo. Empédocles señala dos principios activos: amor y enemistad. Estos son considerados por el presocrático, como sustancias que se suman a los cuatro elementos con el objeto de unir o dividir la materia. A partir de aquí los ejemplos son innumerables: la nueva relación que establece Safo entre amor-enfermedad y poesía; el amor y el odio de Catulo; una doble naturaleza: deseo carnal o amor etéreo según la descripción que establece Platón en el Banquete; La hechicera de Teócrito; en la época de Augusto, El arte de amar y El remedio del amor de Ovidio. Y más adelante: los Minnesang, poesía amorosa escrita en alemán durante la alta Edad Media ("Mi corazón y mi cuerpo quieren separarse/ después de estar tanto tiempo caminando juntos"); el amor cortés; "Amor constante más allá de la muerte" de Quevedo; las pasiones prohibidas retratadas por Shakespeare; Del amor de Stendhal; la infidelidad de Odette y la desesperanza de Swann en la obra de Proust; El erotismo de Bataille. "El amor es la máxima universal, la máxima formidable y la máxima misteriosa de las energías cósmicas" nos dice Pierre Teilhard de Chardin; Villaurrutia, "[…] amar es también cerrar los ojos,/ dejar que el sueño invada nuestro cuerpo/ como un río de olvido y de tinieblas,/ y navegar sin rumbo, a la deriva"; Octavio Paz, "El encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado. […] el cuerpo es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del mundo."

Por otra parte, nos encontramos con Oriente que, a través de sus textos sagrados, impone el amor hacia lo divino. Más tarde, la conjugación con nuevas tradiciones a partir de la España árabe en 711, ve florecer textos como las jarchas, con voces de muchachas que llaman a sus enamorados habib (querido); El collar de la paloma de Ibn-Hazam, etcétera. El reflejo del amor y el erotismo en la literatura oriental tiene diversas partidas: El Cantar de los Cantares de Salomón; Las 1001 noches cuyo móvil es la infidelidad, el ingenio y el deseo de permanecer con vida por parte de Scherezada; el Kama Sutra de Vatsyayana; el Ananga-Ranga de Kalyana Malla; El jardín perfumado de Jeque Nefzawi; "Apenada/ contempla el horizonte/ fundido a la inmensidad celeste;/ añora al amado ausente", escribe Li Bo; Omar Jayyam: "El amor verdadero no conoce otro idioma que el que él se ha inventado."

Esta breve enumeración ilustra la dificultad de tratar un tema recurrente y tomar la iniciativa de reinventarlo, como dice el poeta persa, a partir de las palabras y las acciones de su propio lenguaje.

Hoy, León Guillermo Gutiérrez se aventura en un nuevo orden de lo espiritual, obligándose a reconstruir lo que se desvanece, y explayándose hasta la convergencia de lo erótico con la muerte. Aquí se dibujan veinte poemas en tres actos, sin posibilidad para una canción desesperada, pero tamizando a cada instante la soledad, la desesperación y el ruego: "Quítame la soledad/ la tengo en mis manos/ y quema."

El primer rasgo evidente en la obra es de tipo emocional. El deseo, el miedo de perder aquello que amamos, se transforma en súplica: No mueras esta noche. La petición se vierte en una estructura de monólogo dramático. El primer acto corresponde al Génesis bíblico en el que sobreviene el pecado y el robo de la inocencia:

No me puedo confesar,
ni desnudarme ante el paisaje
porque perdí la inocencia
entre el murmullo de rezos
y la penumbra de una capilla
de vírgenes y santos
Nos encontramos ante el ser dispuesto a renunciar a su propia tradición, a las fronteras que le impone su Dios y sus creencias, para dejarse ir con la fuerza de la palabra: "No quiero más letras, más historias,/ soy el demonio que quiero ser."

En este acto, donde "los amorosos juegan a coger el agua", sobreviene el naufragio. Éste tiene lugar en el mes de abril, el mes más cruel según T.S. Eliot. Los residuos del desastre dan lugar a un nuevo nacimiento; el poeta se transforma en todas las criaturas: sus ojos de leopardo acribillan la noche, "Del agua/ irrumpe volcánico/ un pez/ en llamas."

Para el acto segundo el poeta carece de cualquier compañía. El ser amado se ha ido y, como en "El cuento de las manos de Dios" retomado por Rilke de la tradición rusa, Dios "había creado las cosas como adormilado […] raras veces levantaba sus anchas cejas para lanzar una mirada a la Tierra; y se olvidó completamente de ella cuando creó al hombre":

Hoy comenzó el día sin ti
y no terminó.
Dios duerme y el jugo último
de la manzana de tu pecho
aún escurre por mi boca.
Como en Empédocles, el amor une los elementos y tiene lugar un nuevo nacimiento. El poeta se sumerge en la arcilla, en el suelo, para propiciar otra gestación, para renovar el verbo y la palabra: "me hundí en la tierra, cerré los ojos/ y dejé que sus raíces me abrazaran,/ fui semilla, amapola, tierra, árbol". El poeta se regenera y sin embargo, va cargando sus imágenes, su visión, su película instantánea de otros tiempos:
 
Hoy escribo esa noche
en que la luna se hizo niña
Y se meció en tu boca,
quizás porque era mayo
mes de párvulos, flores y de la Virgen María
El último acto, con exactitud y brevedad, representa la desesperanza, el final, la despedida. Italo Calvino se refiere a la rapidez en una conferencia escrita prius mortem, y por consiguiente nunca dictada, como un logro de la expresión verbal después de una paciente búsqueda. Con esa rapidez acaba el mundo, en un acto de dolor y aturdimiento que parece exceder la confusio linguarum babélica: "[…] es el caer/ de vocablos/en el infinito/ líquido/ azul"; "y del poema solo habrá el silencio".

En No mueras esta noche. (Amor en tres actos), el poeta jalisciense retoma los elementos de dolor y enfermedad, de erotismo y misticismo, de amor y muerte, y plasma un nuevo orden de los elementos. La estructura en tres actos es una herencia del teatro naturalista europeo. No mueras esta noche representa una etapa de reunión, interiorización y representación en la vida del autor. Aquí se congregan y dialogan versos aparecidos en sus obras anteriores, en una puesta en escena que es mapa y testimonio. El resultado es la súplica que conlleva a la pérdida y al abismo •