Jornada Semanal, domingo 18 de agosto del 2002                 núm. 389
ANGÉLICA
ABELLEYRA
MUJERES INSUMISAS

MIRIAM KAISER:
DIFUNDIR LA CULTURA PARA CRECER

Ha sido una mujer a quien nunca le ha funcionado el no. Rejega, se lanza a emprender tareas difíciles, con los aires en contra, pero que le significan un reto con sabor disfrutable. Si le recomendaron no mantener gratuita la entrada a Bellas Artes, se hizo rosca y continúo sin cobro el acceso al Palacio de Mármol cuando fue su directora por siete años; siempre que le sugieren cambiar de giro hacia tareas mejor remuneradas, frunce la nariz y continúa con la promotoría cultural que ejerce desde hace cuatro décadas con perseverante alegría.

De padres comerciantes judío-alemanes, Miriam Kaiser (México, 1936) se formó maestra pero el aprendizaje del inglés y francés le abrió puertas diferentes a la docencia y se alió a la unam como un "mundo espléndido" ligado a la cultura del que no se desprendería nunca. Primero fue guía universitaria para congresos internacionales y después se convirtió en secretaria del escritor Max Aub al frente de Radio Universidad.

El primer lustro de los años sesenta, con el doctor Ignacio Chávez de rector y Jaime García Terrés en Difusión Cultural, hacían que la joven recorriera de manera privilegiada su camino futuro en la promoción. Escuchaba lo que le oía cantar a su madre en el Coro Bach y se enfrentaba a un mundo del teatro, la danza y las artes visuales que la radio mágicamente irradiaba.

Casó con el artista Héctor Xavier y éste, el padre de sus cinco hijos, se convirtió en el Pigmalión que la fue construyendo en la apreciación del arte. "De la manita" la llevaba a ver los murales, a hojear libros a la Librería Francesa y a ver con atención la obra de otros artistas. Fue entonces cuando llegó una figura fundamental: Inés Amor, con quien Miriam trabajó por once años en aquella institución llamada Galería de Arte Mexicano (gam); su "alma mater definitiva".

Primero fue secretaria de la rigurosa Inés, que la regañaba por perder tiempo en envolver a los clientes para que adquirieran un cuadro. Más tarde se convirtió en la mano derecha de la galerista al atender no sólo a jefes de Estado y coleccionistas extranjeros sino al especializarse en vender cuadros, hacer currículas, montar exposiciones y hasta comprar plátanos para la cacatúa de posibles compradores como Edward James.

Miriam Kaiser"Mi gran conocimiento del mundo fue la gam. Con pena lo digo pero en los años sesenta y setenta el manejo del arte en México estaba a cargo de Fernando Gamboa y de Inés Amor. No había funcionario, coleccionista o rico de México y del extranjero que no acudiera con Inés. Eso me abrió un universo con mucho rigor por la actitud estricta de Inés que nunca dejaba nada para ‘al ratito’. Tenía una memoria privilegiada y eso me obligó a desarrollar la mía y convertirme en su sombra. Luego ella enfermó, empezó a tener desconfianza y dejé la galería en 1976 junto con Ana Yturbe."

Kaiser se había hartado "un muchito" del trato con los artistas huraños y difíciles que manejaba, así que se prometió no tener más relación con ellos. No sería así. Entró como jefa de promociones de Tane Orfebres y cuando la casa lanzó una serie de esculturas con creadores, Miriam logró venderla en quince días pero no logró romper de tajo aquel nexo.

En 1977 la invitaron a la jefatura de exposiciones de Bellas Artes y se quedó veinticuatro años trabajando para el Estado a través del inba y el cnca. En ese tiempo ha dirigido el Palacio de Bellas Artes y la Sala Siqueiros; estuvo en las áreas de relaciones públicas e internacionales de ambas instituciones, así como en la asesoría para crear seis museos: el Nacional de Arte, de Arte Moderno, de Arte de Sinaloa, Antiguo Colegio de San Ildefonso, Instituto Mexiquense de Cultura y Pinacoteca Universitaria de Colima.

Fuera de las instancias de gobierno, se mantiene ahora como free-lance, haciendo textos para catálogos, dando pláticas y asesorías. Pero todavía, asegura, no hace lo que más desea: "un recuento de la promoción cultural en el país y señalar de buena manera por qué no han funcionado las cosas. Esa sería mi aportación para que algo en el ámbito de la difusión mejore". Y es que ha comprobado que la difusión no se considera un rubro prioritario dentro de las políticas culturales. "Hemos estado acostumbrados a hacer proyectos maravillosos que, si no se difunden adecuadamente, siempre quedarán rezagados. La cultura es un hábito y debemos animar a niños, padres y empleados de oficina a visitar museos y a presenciar una función de danza. A las autoridades no les entra en la cabeza que la difusión de un concierto es tan importante como el mejor violín", guiñe el ojo esta promotora y madre de cinco que se partió en sesenta y seis pedazos (como sus años) para atenderlos (aunque fuera por teléfono) en medio de un mundo de maravillas como lo es el Palacio de Bellas Artes que a todos nos deja desnucados al disfrutar su cuerpo de mármol y ónix.