Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 11 de agosto de 2002
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Sociedad y Justicia

Con parálisis cerebral, no habla ni se tiene en pie; médicos cubanos le conceden posibilidad

"No vivirá mucho", les dijeron; su abuela ve una esperanza para Erick, de 12 años

Tendría que acudir al Centro Internacional de Restauración Neurológica, en la nación caribeña

ANGELES CRUZ

En sus primeros años de vida nadie le daba a Erick ninguna esperanza. En los hospitales la respuesta siempre era la misma: "Su niño no vivirá mucho tiempo. Lléveselo, no podemos hacer nada". Erick tiene parálisis cerebral, está por cumplir 12 años y se encuentra frente a un nuevo panorama. El avance de la ciencia médica le ofrece la posibilidad de una mejor calidad de vida con un tratamiento en el Centro Internacional de Restauración Neurológica (Ciren) de Cuba.

Desde que era un bebé, Erick vive solo con su abuela. Sus padres lo abandonaron, cansados de batallar con la enfermedad del niño.

"Sólo Dios sabe cómo es que sigue vivo -dice su abuela, Dolores Gutiérrez López-. Para mantenerlo me tengo que ir a trabajar todos los días y él se queda solo. Imagínese qué habrá sido de él durante todos los años en que le daban convulsiones, eran como unas 50 al día", relata quien hace unos meses recobró la esperanza de que su nieto pueda por lo menos comer solo y sentarse, si pudiera reunir el dinero para ir al Ciren.

La señora recuerda todo lo que ha pasado con Erick, aunque no puede explicar claramente el origen de la enfermedad del niño. Según la nota de alta médica del Seguro Social, nació sano el 20 de septiembre de 1990. A los 40 días, la madre y la abuela se dieron cuenta de que el niño "no respiraba normal" y lo llevaron a un hospital también del IMSS, donde permaneció internado 15 días. La nota médica da cuenta de que el menor presentaba convulsiones. Le suministraron medicamentos, pero durante su estancia le ocurrió un accidente. Se cayó de la báscula y sufrió "fractura lineal frontal y parietal derecha". El reporte clínico indica que se continuó con el tratamiento de fenobarbital. A los seis días se decide su alta y continuación de terapia con el barbitúrico para controlar las convulsiones.

Eso dice la nota médica, pero a la familia nadie le explicó nada. "Nos lo llevamos sin saber qué tenía ni qué le iba a pasar". Después vinieron las convulsiones y ya no pararon, recuerda la abuela.

Entonces empezó el recorrido por varios hospitales e instituciones de asistencia. En ningún lado admitieron a Erick, pero tampoco nadie explicó a los padres y la abuela cómo podían ayudarlo. La única certeza que recibían era que el niño no viviría mucho tiempo.

Cuando Erick tenía dos años, su padre se fue de la casa, y un mes después su madre siguió el mismo camino. Cada quien hizo su vida y nunca regresaron. Desde entonces la señora Dolores se hizo cargo totalmente de Erick. A las limitaciones físicas y la falta de acceso a alguna institución de salud se sumó la carencia de recursos económicos. "De qué íbamos a vivir si estábamos solos. Yo tenía que trabajar. A veces lo podía llevar, lo metía en una cajita y ahí estaba mientras yo vendía en los tianguis o hacía quehacer en alguna casa".

Pero no siempre era así porque Erick padecía con frecuencia de infecciones en las vías respiratorias. No había de otra. Se tenía que quedar solo en su casa. En ese entonces convulsionaba todos los días y a cada rato.

Después conocieron al doctor Adolfo López Espíndola, médico homeópata, quien desde los tres años de edad le da a Erick terapia con base en rayos láser. Gracias a ese tratamiento, el niño medio sostiene la cabeza y puede mantener extendidas sus extremidades. Ya casi no convulsiona y principalmente, dice su abuela, no necesita usar ningún barbitúrico.

Erick mantiene en la medida de lo posible una buena salud, y aunque no habla ni puede moverse, parece un niño feliz. Sonríe, observa con atención y emite algunos sonidos como para saludar a los visitantes.

Si pudiera ir con más frecuencia a la terapia de láser, si realizara más ejercicios de rehabilitación, Erick podría estar mejor, pero la única que lo puede ayudar es su abuela, y "si no trabajo, pues nomás no", señala.

Actualmente viven en el campamento del Frente Popular Francisco Villa ubicado en la calzada Ignacio Zaragoza, a la altura de la Cabeza de Juárez. "No me alcanza para pagar renta y aquí, mientras cumplamos con las tareas no hay ningún problema", comenta la señora Dolores, quien además asegura: "haré todo lo que esté a mi alcance para que mi niño esté bien".

Por recomendación del médico homeópata, acudió a las oficinas que el Ciren tiene en México. La doctora Irina Wilkins le hizo una valoración y concluyó que Erick podría ser atendido en la sede de esa institución en Cuba. Se le realizaría una evaluación clínica neurológica y a partir de ahí se definirían con precisión las posibilidades de aplicación del programa terapéutico de la Clínica de Neurología Infantil del Ciren.

El problema, otra vez, es económico. El viaje y el tratamiento cuestan, "y yo no lo puedo pagar", lamenta Dolores. Sin embargo, es una esperanza y ella está convencida de que "la gente es muy caritativa". Pone a disposición de los lectores el número telefónico 3063-9414.

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