Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 11 de agosto de 2002
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Política
Silvia Ribeiro

Granjas secretas y drogas transgénicas

En Estados Unidos se han realizado desde 1991 más de 300 experimentos secretos en granjas que utilizan cultivos agrícolas para producir químicos industriales y fármacos en plantas transgénicas, sin que los vecinos ni el público tuvieran conocimiento de éstos ni de los riesgos a los que están siendo expuestos. Se están utilizando maíz, soya, arroz, tabaco, alfalfa, tomate y otros cultivos. El preferido, usado en 70 por ciento de los experimentos, es el maíz.

Las entidades donde se han hecho más experimentos han sido Nebraska, Hawai, Puerto Rico y Wisconsin, seguidos de Iowa, Florida, Texas, California, entre otros. En muchos casos las operaciones son al aire libre, en zonas de intensa producción agroalimentaria. Los productos finales a extraer de las plantas son en su mayoría secretos, pero entre los que se conocen se incluyen anticuerpos -por ejemplo, maíz espermicida-, drogas abortivas, coagulantes y anticoagulantes sanguíneos, hormonas, vacunas, enzimas industriales, químicos para la industria de plásticos y adhesivos. Algunos productos ya están en el mercado.

El extenso informe sobre estos experimentos, elaborado por Amigos de la Tierra para la coalición estadunidense de consumidores y ambientalistas Genetic Foodalert (www.gefoodalert.org), fue presentado el 16 de julio pasado a las autoridades de ese país, que hasta la fecha no han respondido. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) tiene a su cargo la autorización de estos experimentos, cosa que ha hecho, pero manteniendo la confidencialidad pedida por las empresas en cuanto al lugar de operaciones y el producto a obtener; es decir, totalmente a espaldas del público y agricultores vecinos de los sitios. Según el informe, en los archivos de los 198 permisos otorgados (en un total de 315 sitios) la cláusula de "información de negocios confidencial" es citada 362 veces. Complementariamente, el hecho de que no se consideran estrictamente cultivos, o químicos, o farmacéuticos, ha confundido y evitado la mayor parte del aparato regulatorio.

Las empresas involucradas en estos experimentos son, entre otras, ProdiGene, Monsanto, Pioneer, CropTech, Limagrain, Dow, Cargill. Según ellas, la razón de hacer plantas transgénicas para producir químicos y drogas es "económica": no se necesitan costosas instalaciones, las plantas producen solas y los agricultores son baratos. Sin embargo, uno de los pocos productos ya en el mercado, la avidina, producida en maíz transgénico, comercializada por Sigma Chemical Company, se vende hasta 200 por ciento más cara que el mismo producto obtenido a partir de clara de huevo, donde existe naturalmente.

Es alto el riesgo de que estos cultivos se crucen contaminando otros cultivos en los campos, ya que en muchos casos solamente se solicita que guarden cierta distancia de los cultivos próximos. Ya se ha probado que esa distancia ha sido superada por el polen llevado por viento o insectos, particularmente en el caso de la canola y el maíz, que son de polinización abierta. Además, los agricultores que los cuidan, tienen otras siembras en su propia granja y no necesariamente toman todas las precauciones. O sea, en la práctica, se liberan cultivos productores de químicos y drogas al ambiente, a los insectos y animales que se alimenten directamente de ellos y probablemente a la cadena alimentaria humana, como sucedió con la variedad de maíz Bt Starlink, que se introdujo en el procesado de alimentos, pese a no hacer sido autorizada para consumo humano y pese a que su cultivo guardó la distancia requerida con otras parcelas.

Al respecto, la revista Nature Biotechnology afirmó en junio pasado: "Las estrategias de contención de genes no son confiables en el campo. Las compañías de semillas seguirán confundiendo lotes y los molinos mezclando variedades. Aunque existan zonas de amortiguamiento que teóricamente podrían contener la dispersión de genes, en la práctica los agricultores no serán capaces (o no querrán) seguir estas reglas. ¿Se puede esperar razonablemente que todos los agricultores [limpien] meticulosamente todo su equipo para eliminar cualquier rastro de semillas transgénicas? Más grave aún, el flujo genético podría resultar en que materiales transgénicos no aptos para consumo humano terminen en la cadena alimentaria".

El estudio menciona también la contaminación de maíz criollo en Oaxaca y Puebla, como otro ejemplo de la imposibilidad de contener el escape de los transgenes, donde la contaminación llegó al campo y al consumo sin ni siquiera estar permitido su cultivo, y aún no se toman medidas de contención.

Es claro que, de cara a la salud humana y animal, así como al ambiente, este tipo de cultivos no deberían existir, ya que los riesgos son enormes, y lo que intentan producir se podría, si fuera necesario, hacer por otras vías. Esto ilustra, además, fehacientemente lo que espera a los países que creen que con regulaciones de bioseguridad van a contener el flujo de genes o la capacidad de burla de esas reglas -y de cabildeo para ajustarlas en su favor- de las empresas multinacionales que dominan la tecnología de los transgénicos. Mucho más responsable, sencillo y efectivo: esta tecnología no es necesaria y no debería ser permitida.

La autora es investigadora del Grupo ETC

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