MANIPULA PROVIDA EL
ABORTO Y SUS IMÁGENES
El aborto inseguro prospera en la clandestinidad
creada por leyes inaplicables
Al menos mil 500 mexicanas fallecen cada año por esta causa
La muerte por aborto, una de las más injustas y prevenibles
Eduardo Barraza (1)
A principios de enero se difundió por televisión
la noticia de la muerte de una mujer a causa de un aborto mal practicado.
Fue la noticia inusual de un hecho, sin embargo, común. Cada
año, al menos 1,500 mujeres mexicanas fallecen por este motivo.
Los practicantes de medicina involucrados pretendían dejar el
cadáver en un hospital alegando que el deceso nada tenía
que ver con un aborto. Pero los signos eran innegables, todo se supo
y acabaron en la cárcel.
Como suele ocurrir, nadie ofreció elementos de juicio para entender
esa muerte. En un noticiero de Televisa la noticia recibió una
fracción del tiempo concedido a las declaraciones de algunos
prelados católicos contra la llamada "anticoncepción
de emergencia" que, según ellos, mata óvulos fecundados.
Así pues, se le dió a la muerte de una célula más
pequeña que el punto con el que acaba esta frase una importancia
mayor que a la muerte de una mujer hecha y derecha.
De un tiempo acá, tanto los voceros de la jerarquía católica
como los militantes de Provida han sacado buen provecho de un conjunto
de imágenes con las que pueblan sus publicaciones. No son imágenes
de óvulos muertos, que no causan la impresión deseada.
Se trata de los pies minúsculos de un feto muerto entre los dedos
de un cirujano o los miembros de otro cortados en pedazos. Son imágenes
horrendas destinadas a reforzar una opinión -sólo una
opinión- que hacen pasar como verdad absoluta: "el aborto
es el crimen cometido contra seres inocentes".
¿Alguien se preguntó qué condujo al aborto a la
mujer muerta de que hablamos? ¿Era madre de varios hijos y no
podía sostener otro más? ¿No estaba a punto de
perder el trabajo a causa de su embarazo? Muchas empresas no admiten
que sus empleadas se embaracen y acuden a los trucos más infames
para correrlas.
Jorge Serrano Limón, el dirigente de Provida en México,
se ha vuelto famoso por un muñeco. Una vez que los debates televisivos
en que participa alcanzan la temperatura adecuada, lo saca de la bolsa
interna del saco. Es la representación a escala de un feto. Lo
usan en las clases de medicina. Cuando lo muestra entre sus dedos índice
y pulgar, remacha la misma idea: "El aborto mata a bebés
como éste."
El recurso del muñeco no es nuevo ni exclusivo del dirigente
de Provida, sino un método propagandístico bien estudiado.
Se da por sentada su eficacia con tal certeza que hay providistas que
exponen sus muñecos en programas de radio. No se dan cuenta de
que el auditorio no los ve. Confían, al parecer, en que su sola
exhibición obra por sí misma un cambio en las mentalidades.
Ese muñeco es la representación de un momento preciso
del desarrollo embrionario: alrededor de los cuatro meses. En ese tiempo
de la gestación los abortos son excepcionales. Nadie los desea,
pero a veces son, por ejemplo, la única manera de evitar la muerte
inminente de la madre.
Alrededor de 90% de las interrupciones de embarazos no deseados en el
mundo -una designación más precisa del aborto- consisten
en la muerte de embriones, no de fetos. ¿Cuál es la diferencia
entre unos y otros? Una diferencia en principio visual. El feto es el
ser vivo con aspecto humano más pequeño sobre la Tierra.
En cambio, los embriones de un ave, un reptil o un humano difícilmente
se distinguen entre sí. Nada tiene que ver con ellos el bebé,
el cual dispone de un cerebro y un aparato nervioso desarrollados que
le permiten respuestas autónomas. El embrión no tiene
sino la materia prima con que se formará el cerebro, algo así
como los cables y circuitos dispersos de lo que será una computadora,
pero no la computadora. No es capaz de sentir siquiera.
No vemos directamente a los embriones y los fetos. Los conocemos por
imágenes de ultrasonido o fotografías. Además,
no se distinguen entre sí. Si a una madre se le presentan dos
placas de ultrasonido y se le pregunta cuál es la suya, no obtenemos
respuesta. En los fetos no se reconoce el "aire de familia".
Aunque las madres les dan un nombre y les hablan con cariño,
en gran medida se dirigen a lo que esperan en unos meses: ya ven correr
a la criatura mientras se pasan la mano por el vientre. También
para las madres que no desean procrear -que son muchas- el embrión
o el feto son futuro, pero un futuro nublado de problemas.
El muñeco de Jorge Serrano destaca ante todo por su tamaño,
unos diez centímetros de largo. ¿Quién atentaría
contra un ser tan pequeño? Su rostro nos es familiar. Tiene la
frente abombada, los ojos bastante separados entre sí, nariz
pequeña y apenas se le dibuja el mentón. Los etólogos
sostienen que esos rasgos provocan en las personas adultas respuestas
de protección innatas. Sentimos el impulso de alimentar o de
defender a cualquier ser que los porte, incluso a los cachorros, que
no son de nuestra especie. Respondemos sin pensarlo a una forma, la
de los pequeños. No por casualidad es costumbre en algunas tribus
que, en sus encuentros con tribus extrañas, lleven al frente
a un menor que desata esas emociones en los contrarios y previene el
conflicto.
Aunque un feto parezca un bebé, no es un bebé. La propaganda
de los voceros católicos y de Provida explota el parecido.
Quienes defendemos el derecho de una mujer a interrumpir un embarazo
que no desea no contamos con imágenes similares. La nuestra es
sobre todo una defensa racional que pretende una respuesta madura de
las personas. No apela a los sentimientos que irrumpen ante la imagen
de un "bebé", sino a razonamientos éticos y
legales. Tal vez el equivalente del muñeco de Serrano Limón
fueran las imágenes de mujeres muertas por aborto o sus huérfanos.
Mientras que el presidente de Provida blande su muñeco, podrían
derramarse sobre la mesa de debate cientos de fotografías desoladoras.
Tendrían un efecto devastador, pero ayudarían poco a reflexionar
seriamente en el asunto.
La muerte por aborto es una de las muertes más solitarias, más
injustas, más susceptibles de prevención, pero es difícil
advertir sus causas. No es sencillo explicar lo que le ocurre a una
mujer en trance de abortar. Enmedio de la angustia, dispone de unos
cuantos días para colocar en la balanza los pros y los contras.
Pero aunque llegue a una decisión sólida, no por ello
acaban sus problemas. Las mujeres más pobres que deciden abortar
-la mayoría- son atendidas muchas veces por personas sin preparación
o equipo necesarios. No les proporcionan garantías de que saldrán
sanas o con vida del cuarto improvisado donde las llevan. La clandestinidad
da patente de impunidad a muchos aspirantes a médico.
Hay que tener presente, sin embargo, que el aborto inseguro sólo
prospera en un medio de clandestinidad e impunidad creado por leyes
inaplicables. ¿Qué pasaría si todos los involucrados
en un aborto, algo así como dos millones de personas al año,
ingresaran a las cárceles?
El debate del aborto no debe ser una guerra de imágenes, sino
un ejercicio de la razón. Hay que ponerse en el lugar de las
mujeres que se embarazan sin desearlo y despejar la confusión
o las mentiras deliberadas. Hay que darle a la ciudadanía la
oportunidad de hacerse de elementos de juicio propios. Son necesarias
leyes de aborto inteligentes que impidan la muerte innecesaria.
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1.- Profesor de la UNAM y asesor de GIRE (Grupo de Información
en Reproducción Elegida