La Jornada Semanal,   domingo 4 de agosto del 2002        núm. 387
Natalia Núñez

A7

Ilustración de Alejandro JiménezEchó la moneda en el fonógrafo automático. Pulsó A7. Siempre seleccionaba la misma canción; le despertaba el amor aunque hablara de olvido. Regresó a su mesa, se sentó y clavó los talones. Las punteras de sus botas destellaron al encontrarse con la luz rojiza del candil. Hizo una seña sin desviar la mirada de la melodía, para que le llenaran el vaso.

Era el peor tequila que había tomado nunca, pero barato....

Al fin que ya estaba ebrio.

Buscó en el bolsillo y sacó unas monedas para pagar. Le quedó lo justo para el fonógrafo o para otro tequila.

La canción estaba por llegar a la parte que más le gustaba... En brazos de otro te dejo, y que tus noches sean tan frías como mis noches lejos... No eran las palabras exactas, pero había algo en esa frase que siempre le había llegado hondo...

Cuando terminó aún tenía tequila, así que no lo pensó mucho; presionó la misma tecla. Te dejo, por todos los desaires y las noches solitarias que me diste...

Alguien, más borracho que él, lanzó un quejido débil desde la penumbra. Los arcos encerraban el lugar y, con el humo de sus propios cigarrillos, el espacio parecía una garganta oscura.

Estiró las piernas, un brazo detrás de la cabeza. Rozó su vaso, sintió la humedad de alguna gota derramada contra el vidrio. Cruzó por él la agitación de otro tiempo y otro lugar.

Me marché, abrazando aquel amor, que te perdiste...

El desamor volvió a invadirlo, hasta le dolía el pecho, las palabras le atravesaban el corazón, la dolencia le subía por la garganta, como el lamento helado de la concertina. Apretó el vaso de tequila y lo atrajo hacia él, le dio el trago. Frenó el impulso de llegar hasta el final; dejó la mitad para más tarde, cuando fuera necesario.

La música escapó perdiéndose a lo lejos, como un susurro sin aliento. Y el instante terrible, el malestar, se fue enmendando temporalmente. Sabía que no iba a durar mucho el alivio.

Deslizó el reloj por su muñeca y se lo mostró al cantinero, que bajó la mirada y negó con la cabeza, rechazándolo, pero le sirvió otro tequila. Enseguida se dirigió al fonógrafo y sacó unas monedas de su propio bolsillo. "De la casa", dijo, y seleccionó A7.