Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 2 de agosto de 2002
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Cultura

José Cueli

Retomar el estudio de la sexualidad

Como expresé en dos artículos precedentes, la pregunta que Andrè Green plantea acerca de lo sexual en sicoanálisis ofrece material para la reflexión, que debe partir de interrogantes, pero basadas en observaciones críticas y abiertas, y en el caso particular del sicoanálisis, de observaciones basadas en la clínica, en la realidad circundante y en sus cambios. A esto apunta Las cadenas de Eros, libro de Green.

La pregunta esencial de Green alude al por qué de ''las insuficiencias de nuestra concepción contemporánea de la sexualidad, aquella que tiende a desdeñar su alcance o a relativizarlo en beneficio de otros factores". Hay aquí, y coincido con Green, ciertas falsas salidas como intento explicativo. Se suele argumentar (sin mucho fundamento), por ejemplo, que la sicopatología ha cambiado desde los tiempos de Freud y que las condiciones también se han modificado. Si bien esto es real en cierta forma, no es argumento válido para desterrar lo sexual de la sicopatología actual. Cuadros como los trastornos de alimentación, trastornos limítrofes de la personalidad, alteraciones sicosomáticas y trabajos como los de Mc Dougall que se centran en las neosexualidades, apuntan sin lugar a dudas a la necesidad de retomar el estudio de lo sexual en sicoanálisis.

Otra preocupación que comparto con Green es ''el resurgimiento en el sicoanálisis de un puritanismo que creíamos superado o el renacimiento de un espiritualismo al que se creía haber puesto fin". Edulcorar la realidad, como dice Green, no nos beneficia; por el contrario, ver el despliegue de lo pulsional en la realidad objetiva que día con día se vuelve más estremecedor tendría la ventaja de poner a prueba nuestras teorizaciones.

Quizá esa ''edulcoración" tenga diversas condicionantes y una sea refutar por un lado la dualidad pulsional propuesta por Freud, así como negar la tragedia de la condición humana, la indefensión y el desamparo que se acentúan cada día más en una sociedad que presume de su ''comunicación cibernética", pero que cada vez acusa más la soledad, la violencia y la hostilidad.

Distorsionar o negar la condición humana, sobre la cual Freud nos alertó, es tan grave como restringir el papel de la sexualidad en la organización de lo síquico. En palabras de Green: ''No hay mejor medio para cumplir la castración de Eros que volverlo hasta tal punto inofensivo".

El problema de lo sexual no debe limitarse, según Green, a un simple asunto de fidelidad a la ortodoxia freudiana. Pensar así es una ingenuidad o una ignorancia. Y el error consiste en limitar ''el valor heurístico de la sexualidad en argumentos despejados de la vida sexual manifiesta". Lo sexual no se limita a ello. Esta se manifiesta de manera amplia en fenómenos que en apariencia se encontrarían muy distantes y que disimulan o enmascaran su enlace con lo sexual. La sexualidad, cuando se ve coartada, inventa uno y mil disfraces; a veces es camaleónica, pues alcanza su meta casi sin dejar huella por donde pueda rastrearse, pero los indicios se hayan en el siquismo.

Le veta abierta por Freud todavía no ha sido agotada. Así, Green se pregunta si una de las posibles explicaciones sería ''una venganza contra el padre fundador para adueñarse de su descendencia". Si así fuese, tal vez convendría releer Tótem y tabú y hacer un intento elaborativo, en el que la fantasía parricida no deteriore la capacidad sublimatoria, la creatividad, la coherencia teórico-clínica y menos aún nuestro juicio crítico.

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