Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 2 de agosto de 2002
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Política

VISITA PAPAL

Entre porras y música tradicional de Oaxaca, también se recordó la matanza de Chiapas

Con el favor de Dios, se reconocerá a los mártires de Acteal

ROSA ELVIRA VARGAS Y JOSE ANTONIO ROMAN

La grey católica oaxaqueña adoptó conmovida la unción de sus dos nuevos beatos, Juan Bautista y Jacinto de los Angeles, porque desde ahora podrán rezarles, invocarlos, pedirles milagros. Pero para el presbítero Antonio Arellano existe una nueva causa mexicana para postularse ante quien decide estas cosas. "šVivan los mártires de Acteal, Chiapas, porque con el favor de Dios también serán beatificados''!

Maestro de ceremonias y animador de la feligresía -ahora sí de mayoría indígena- en la última visita del Papa a la Basílica de Guadalupe, el encargado de la parroquia de la Soledad, en Puerto Escondido, lanzó esa exclamación cuando ya el Pontífice había abordado el papamóvil. Pero él seguía en el gozo, en la sublimación religiosa que sin embargo no perdía claridad de pensamiento.

Había sido el día del padre Arellano. Junto con la espléndida banda de San Francisco Cajonos, sus arengas y originales porras para Juan Pablo II hicieron la diferencia en cuanto a efusión y apego real de los miles ahí reunidos, respecto a la misa del miércoles. En el instante de referirse a las víctimas de Acteal de diciembre de 1997, el religioso oaxaqueño lanzaba vivas a san Juan Diego, a la Iglesia "universal, bonita, sencilla'' y se fascinaba con su porra de "semilla del reino, sal de la tierra, luz del mundo, šestamos contigo Juan Pablo II!''

Porque de veras que ayer todo fue muy distinto. De entrada, al no ofrecerse la eucaristía, el Papa no ofició una misa sino una Celebración de la Palabra de Dios. Y bueno, más allá de la semántica y la ortodoxia, el tiempo de la ceremonia se acortó una hora.

Además, la muchedumbre -esta vez casi exenta de políticos- variaba con los colores de los pueblos indios de todo el país. Se supo que para esta ocasión recibieron invitaciones especiales las diócesis donde los indígenas son mayoría, como la de Sisoguichi, en la Tarahumara; San Cristóbal, en Chiapas; Huajuapan de León y Tehuantepec, en Oaxaca; Morelia, en Michoacán, y Ciudad Altamirano, en Guerrero.

Pero la celebración tampoco pudo sustraerse de la transgresión legal, por más que el gobernador de Oaxaca, José Murat, pudiese utilizar como atenuante el hecho de que la unción de los beatos aludía a su entidad. Señalan los códigos que la ley no se viola poquito -como tampoco se resarce su incumplimiento apelando al abandono de las simulaciones-. El político priísta estuvo ayer en la Basílica de Guadalupe y acompañó a su hijo ante la presencia de Juan Pablo II para entregarle un regalo.

La única diferencia -y ante lo sucedido en estos días no fue poca cosa- es que Murat Casab no se hincó ante el jefe del Estado Vaticano, no besó el anillo papal ni pidió bendiciones. Simplemente se presentó como la autoridad de la tierra de Juan Bautista y Jacinto de los Angeles.

Personajes éstos que, por lo demás, tienen más que certificada su existencia, pues lo que aún se conserva de sus restos óseos tras su muerte hace 302 años fueron llevados ante la presencia del Pontífice.

Pero no ocurre así con la demostración de sus méritos, pues la actuación de estos zapotecos fiscales de la fe también genera polémica y puede ser vista desde distintos lentes -Ƒdelatores o mártires?-, aunque por el momento la Iglesia católica ya dio su veredicto.

Ayer, además, y para asombro de todos -Ƒserá eso a lo que llaman justicia divina?- Juan Pablo II llegó al templo mariano provisto de renovado vigor. Su voz era clara y su humanidad tampoco fue vencida por esos dolores que el miércoles lo sumieron en auténticos estados de letargo.

Además, ayer no hubo remplazos o imitaciones. Y fueron sólo indígenas católicos de las etnias oaxaqueñas, quienes llevaron y colocaron los ornamentos que utilizaría el Papa en la ceremonia, todos de factura artesanal, por ejemplo, la estola que le pusieron sobre la casulla, era de una textura y colores que sin duda sólo podía haberse elaborado en aquella región. Luego, cuatro mujeres, en un gesto de lo que se conoce como inculturación del Evangelio, llegaron hasta el altar para incensar los cuatro puntos cardinales en señal de purificación y frotaron con distintas yerbas el rostro de Juan Pablo II y de sus obispos concelebrantes.

Y aunque es difícil ubicar los estados emotivos en el rostro del jefe de la Iglesia católica, ayer podían percibirse sus esfuerzos para retribuir de algún modo las expresiones de sus fieles. Cuando se presentó la Danza de la Pluma, trataba de seguir el ritmo de la música con su mano derecha sobre la mesilla colocada frente a él y luego consiguió, en un esfuerzo mayúsculo, aplaudir brevemente.

El Papa dijo que no se iba y que su corazón permanecería aquí. Entonces la gente empezó a corearle que se quedara y otra vez, una batería de porras, vivas y aplausos rubricaron esta ceremonia que, no obstante lo numerosa, dejó en muchos un gusto de intimidad y comunión. Así lo referían laicos y religiosos al salir de la basílica.

Ellos sabrán por qué.

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