Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 2 de agosto de 2002
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Política

VISITA PAPAL

En emotiva ceremonia declaró beatos a los indígenas Juan Bautista y Jacinto de los Angeles

Me voy, pero no me ausento, se despidió el Papa

En una Basílica pletórica de indios, el pontífice mostró un mejor estado de salud y ánimo

JOSE ANTONIO ROMAN Y ROSA ELVIRA VARGAS

En una colorida ceremonia que tuvo una notoria presencia indígena, a diferencia de la canonización de Juan Diego ocurrida en la víspera, Juan Pablo II beatificó a los mártires oaxaqueños Juan Bautista y Jacinto de los Angeles, exhortó a la Iglesia católica a buscar la justicia aquí en la tierra, mediante una solidaridad efectiva y fraterna con los más desfavorecidos o marginados.

Miles de fieles, que por segundo día abarrotaron el interior y el atrio de la Basílica de Guadalupe, vieron a un Juan Pablo II mejor en su estado de salud, y convirtieron el acto religioso en una verdadera fiesta que terminó por contagiar al Papa de 82 años, quien por algunos momentos, desde su sillón, siguió a los danzantes y música tradicional oaxaqueña con pequeños golpecitos rítmicos de su mano derecha sobre el pequeño atril que tenía frente a él.

Al final, el Pontífice, notoriamente emocionado por las porras y la multitudinaria petición de que se quedara en México, dijo con palabras improvisadas: "Gracias por recibirme en esta tierra bendita. Como dice la canción popular: me voy, pero no me voy. Me voy, pero no me ausento, me voy, pero de corazón me quedo. México, México lindo, que Dios te bendiga". Las palabras provocaron una fuerte y prolongada ovación por parte de los miles de asistentes, la mayoría de ellos indígenas.

En medio de esta algarabía, con los feligreses ondeando pañuelos con los colores vaticanos, entonando Cielito lindo, y la banda de San Francisco Cajonos interprentando Las golondrinas, el Papa abandonó el recinto mariano rumbo al aeropuerto para concluir ahí su quinta visita a México.

Durante su homilía en la Celebración de la Palabra -acto religioso más breve que la tradicional misa, puesto que no hay consagración del pan ni del vino, y no hay impartición de la comunión-, el obispo de Roma dijo que los nuevos beatos, fruto de la primera evangelización entre los indios zapotecos, animan a los indígenas de hoy a apreciar sus culturas y sus lenguas y, sobre todo, su dignidad de hijos de Dios que los demás deben respetar en el contexto de la nación mexicana, plural en el origen de su gente y dispuesta a construir una familia común en la solidaridad y la justicia.

"Los dos beatos son un ejemplo de cómo, sin mitificar sus costumbres ancestrales, se puede llegar a Dios sin renunciar a la propia cultura, pero dejándose iluminar por la luz de Cristo, que renueva el espíritu religioso de las mejores tradiciones de los pueblos", dijo, en un mensaje en el que instó a la Iglesia a no sentirse desanimada por la persecución sufrida desde sus orígenes.

Y es que los dos nuevos beatos, en su calidad de fiscales de la Iglesia, en el año de 1700 denunciaron ante los religiosos dominicos a indígenas de practicar ritos "paganos", por los que fueron linchados por los propios miembros de su comunidad, San Francisco Cajonos, poblado ubicado en la Sierra de Juárez, en el estado de Oaxaca. Aunque este linchamiento -no se dijo en esta celebración religiosa- provocó una fuerte reacción eclesiástica que llevó a 34 indígenas a juicio, 15 de ellos sentenciados a muerte y sus restos colgados en los caminos. Incluso, todavía hay quienes se cuestionan si fueron mártires o traidores.

Tras la petición del arzobispo oaxaqueño para que los mártires fueran elevados a beatos, el Papa se refirió a ellos como "auténticos mártires de la fe" y los puso como ejemplo para los fieles laicos, que también están llamados a santificarse en las circunstancias ordinarias de la vida. Ellos -agregó- con ejemplar cumplimiento de sus encargos públicos, son modelo para quienes en las pequeñas aldeas o en las grandes estructuras sociales, tienen el deber de favorecer el bien común con esmero y desinterés personal.

Desde su ingreso al recinto religioso a bordo de la plataforma móvil, la celebración no sólo tuvo características netamente indígenas, sino también una enorme participación de las etnias oaxaqueñas. Incluso, quienes ahora empujaron la pedana papal fueron, al igual que los danzantes, auténticos indígenas, a diferencia de la misa de canonización de Juan Diego, en la que prácticamente estuvieron ausentes.

Ayer, por ejemplo, minutos antes del arribo del Papa al templo mariano, el maestro de ceremonias preguntaba reiteradamente a los asistentes "Ƒdónde están los indígenas?" La respuesta fue siempre el ondeo de un sinnúmero de pañuelos blancos y amarillos, y pequeñas banderas vaticanas, que se veían en todos los rincones de la Basílica.

Juan Pablo II saludó, primero en la homilía, a todos los obispos, pero de manera especial al arzobispo de Oaxaca, Héctor González, y posteriormente, al improvisar casi al término de la celebración, agradeció también "a todos los que habéis preparado esta celebración, cuidando todos los detalles", hecho que no hizo en la canonización de Juan Diego, en la víspera.

A lo largo de la ceremonia, mucho más sencilla pero más vistosa que la del día anterior, se leyeron varios pasajes en español y en distintas lenguas, como náhuatl, mixe, zapoteco, maya y mazateco.

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