Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 1 de agosto de 2002
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Mundo

Angel Guerra Cabrera

Los genocidas de Washington

El bloqueo a Cuba ha concitado una oposición creciente en Estados Unidos y ello ha hecho posible romper el consenso bipartidista a favor de su mantenimiento. En esa tendencia se inscriben varias me-didas del Legislativo desde 2000, entre ellas los acuerdos adoptados la semana pasada en una polémica sesión de la Cá-mara de Representantes, de mayoría republicana, que concederían libertad a los estadunidenses para viajar a la isla, suprimirían el estrecho límite actual al envío de remesas familiares y prohibirían el uso de fondos federales para sancionar la exportación de productos agrícolas y fármacos a La Habana. Los acuerdos son más importantes cuanto que la Casa Blanca anunció la determinación de vetarlos y movilizó a ese efecto a los secretarios de Estado y del Tesoro, quienes enviaron una carta disuasiva a los legisladores; que el liderazgo republicano se empleó a fondo para abortarlos y que el principal asesor de Bush II, Karl Rove, se reunió a puerta cerrada con congresistas de ese partido para apretarles las tuercas -como consignó el diario The New York Times-, lo que no pudo impedir que 73 de ellos sufragaran a favor. En la misma sesión de la Cámara baja, algo que apenas se ha divulgado, a una moción para suprimir el bloqueo del todo sólo le faltaron 22 votos para ser aprobada. Los demócratas votaron en bloque por las medidas de relajamiento, casi con la única excepción de los legisladores por Florida y New Jersey, que dependen de los cuantiosos fondos de la mafia contrarrevolucionaria asentada en esos estados.

A la vez, los legisladores republicanos de los estados agrícolas, interesados en vender a Cuba sus productos, se sumaron a los demócratas, contra la línea de la Oficina Oval. Los partidarios de las medidas refutaron por ridículas las alegaciones de que Cuba produce y exporta armas biológicas. Nunca antes en una sesión legislativa se había presentado una oposición tan resuelta a los trucos de procedimiento y presiones de los defensores del bloqueo. Y es que la heroica resistencia de los cubanos durante más de cuatro décadas ha he-cho que el bloqueo terminara siendo percibido por la opinión pública estadunidense como una política fracasada, incluso entre muchos adversarios del régimen revolucionario que ahora ven en el flujo de dólares y del american way of life hacia la isla la fórmula mágica con la que ahogar su rebeldía. Paralelamente, una mayoría de ciudadanos del país del norte se opone a la prohibición de viajar a Cuba en tanto atenta contra la libertad de movimiento consagrada en la Constitución, y ya se cuentan por miles los que desafiándola visitan la isla. Como señalaron varios congresistas en el debate, es muy difícil entender que no exista obstáculo legal para que los estadunidenses viajen a Irán y Corea del Norte -integrantes, según Bush, del famoso eje del mal- y sí para visitar la isla caribeña.

En un mundo donde sobran los gobiernos sometidos y enemigos de sus pueblos, al grupo de nuevos nazis que gobierna en Washington lo arrebata el odio contra el rumbo socialista y la insólita independencia imperantes en Cuba. Le tiene sin cuidado actuar en contra de la opinión pública doméstica, del Congreso y de la inmensa mayoría de los estados del mundo, que salvo Israel y algún cipayo menor, han votado desde 1992 contra el bloqueo en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas. Lo obsesiona, además, quedar bien con la mafia de Miami, encargada de asegurar a como dé lugar la relección como gobernador de Florida del hermanísimo Jeb. De ahí que pueda darse por seguro el naufragio de estos acuerdos y de los que muy posiblemente tome el Senado en igual sentido en septiembre, sea me-diante maniobras antidemocráticas contra los propios reglamentos legislativos, como ya ha ocurrido antes, o usando el veto presidencial, si llegara el caso. El bloqueo contra Cuba es el más largo de la historia contemporánea; la innoble y criminal cuota de sufrimientos que le ha impuesto al pueblo de la isla merecería de sobra que todos sus responsables en sucesivas administraciones estadunidenses fueran juzgados en un tribunal internacional por el delito de genocidio, como está tipificado en la Convención de Ginebra. La propia directiva del Departamento de Estado que le dio comienzo en 1960 serviría de prueba incontrovertible. En ella se proclama la necesidad de imponer a Cuba sanciones económicas que produzcan "el hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno".

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