Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 28 de julio de 2002
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Cultura

Carlos Bonfil

Reykjavik 101

"La única razón para vivir en Islandia es haber nacido ahí". Los personajes que deambulan por el distrito 101 de Reykjavik, capital del hielo, parecen salidos de una ficción del finlandés Aki Kaurismaki. Crisis existenciales parecidas y un desencanto generalizado, a semejanza del gélido paisaje urbano y de su entorno casi humano. Atmósferas de encierro y personajes encaminados hacia la desesperación o hacia la solución liberadora del suicidio. Triste panorama de un invierno interminable. Presentado así, Reykjavik 101, el primer film del islandés Baltasar Kómakur, podría parecer una invitación al azote colectivo. Un drama nórdico, el retrato pesimista de un hombre de casi treinta años, desempleado, sujeto todavía a su madre, tiránico y caprichoso, continuamente deprimido. En realidad, Kómakur pone todo esto de cabeza, se divierte con Hylner, su protagonista, y lo somete a más tribulaciones de las que pudiera imaginar una comedia brasileña.

Imagine usted una Comedia de familia (Sitcom, Ozon) islandesa, con un toque de Almodóvar y otro del francés Chatiliez, en su cinta más reciente, Tanguy, todo un caso. Una de las preguntas centrales de la película -interrogación ociosa en México, al parecer crucial en Europa--es la siguiente: ƑPuede un hombre de veintiocho años vivir todavía al lado de su madre? ƑAl margen de toda responsabilidad social? ƑDependiente por completo de la seguridad social? El joven Hylnur vive de esa modo, se ufana de ello, y manda al diablo cualquier propósito normalizador, y esto incluye a las mujeres, en perfecto misógino, y un poco al mundo entero, por lo demás despreciable. A la pregunta anterior, se suma otra, más difícil de responder: ƑPuede este hombre estar enamorado de la novia de su madre? ƑVivir con ambas mujeres? ƑEngendrar un hijo, que sería, si no hemos perdido el norte, al mismo tiempo su hermano?

La historia de Reykjavik 101 proviene de una novela de Hallgrimur Helgason, muy popular en Islandia, pero el realizador asume además algún sustento autobiográfico. Parte de la historia transcurre en una taberna, la Kaffibarinn, propiedad del cineasta y del responsable de la pista sonora (excelente, tema de los Kinks, delirio sesentero). Una historia de familia, narrada con tal libertad y desenfado que muy pronto se convierte en el emblema cultural de una sociedad súbitamente alejada de intolerancias y prejuicios. A esta isla helada, reflejo fiel de la soledad y desarraigo del protagonista, llega desde España una maestra de flamenco, Lola (Victoria Abril), con el propósito a la vez secreto y declarado de sacudir todas las inercias de los depresivos profesionales que la rodean.

Baltasar Kómakur sobrevuela varios temas con irónico desprendimiento: matrimonio gay, preñez providencial, confusión heterosexual, frenesí sexual en pleno climaterio, cinismo individualista que aprovecha las contradicciones neoliberales, y de paso ofrece un rápido vistazo a las noches de Reykjavik y sus reventones a treinta grados bajo cero, es decir, a su propio bar y a algunos de sus amigos. Las tribulaciones del joven Hylnur adquieren formas muy diversas, una de ellas la evasión y el azote onírico: en elemental freudianismo el protagonista se ve a sí mismo en sueños, en los brazos de su amante y en los de su madre, alternadamente; luego las mira a ambas, pasionalmente enlazadas. En otra fantasía, esta vez de misántropo, sueña con disparar a quemarropa sobre todos los miembros de la familia en un festejo más tedioso aun que su propia existencia. Un ánimo de anarquismo adolescente recorre toda la cinta, con la parábola del hijo prodigo como remate simpático, aunque apenas necesario. Victoria Abril tiene buen desempeño como lesbiana pansexual, demoledora de traumas existenciales, y la imagen de la plenitud amorosa de la madre que descubre su homosexualidad es tan vigorosa, que incluso consigue diluir el psicologismo de los flash-back que exhiben a un marido desobligado y alcohólico.

En más de un aspecto Reykjavik 101 semeja un film independiente estadunidense, una suerte de cruce entre Solteros y Mi pareja equivocada (Chasing Amy). Y aunque posiblemente no sea una obra capital en un cine islandés actualmente en auge, si es, en todo caso, una de las selecciones más acertadas del IX Festival Cinematográfico de Verano, de la Filmoteca de la UNAM, a punto de concluir.

Se exhibe esta semana en la Cineteca Nacional.

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