La Jornada Semanal,   domingo 21 de julio del 2002             núm. 385
León Guillermo Gutiérrez

Carlos Gutiérrez Cruz, poeta revolucionario

León Guillermo Gutiérrez cumple, con este ensayo, la urgente labor de recordar y revisitar la vida y la obra del poeta revolucionario Carlos Gutiérrez Cruz, jalisciense, comunista que, desde muy temprano, se enfrentó al estalinismo y a los horrores del realismo socialista. León Guillermo nos habla del lamentable desencuentro con Maiakowski y de las ideas estéticas de Gutiérrez Cruz, en las que ocupaba un lugar especial la tradición cristiana. “Este poeta habla de los que conocen el trabajo y la lucha como realidad cotidiana...” “Así, el metal que el obrero saca de bajo tierra debe servirle para armarse contra la tiranía”, dice Pedro Henríquez Ureña, admirador de la voz limpia y sincera, así como del buen oído de Gutiérrez Cruz.

La labor realizada por Luis Mario Schneider no tiene parangón en la literatura mexicana. Nadie como él trabajó con tanto fervor para dar a conocer y rescatar del olvido textos y autores fundamentales. Entre otras muchas tareas, nos dibujó con claridad el mapa de dos grupos sin los cuales no se entendería la poesía del siglo xx; por supuesto, me refiero a los estridentistas y a los contemporáneos. Y hago esta referencia ahora que a menos de tres años de su fallecimiento, la Secretaría de Cultura de Jalisco, en la colección Lo fugitivo permanece y dura, publicó uno de sus últimos trabajos: Carlos Gutiérrez Cruz. Poesía y prosa. El libro tiene las marcas inconfundibles de Schneider; aparte de recopilar la obra completa del poeta, incluye la bibliohemerografía directa e indirecta, así como la fe de bautismo y el acta de defunción. Desafortunadamente, el deceso del poeta investigador le impidió concluir el estudio introductorio, cuyas breves páginas perfilan las trazas de lo que sería el itinerario vital y literario de Gutiérrez Cruz. No obstante, dejó los atisbos de la biografía y el somero análisis de sus versos iniciales. El poeta jalisciense nacido en 1897 y muerto en 1930 no perteneció a ninguno de los grupos mencionados, pero tiene en común haber incursionado en la poesía de vanguardia, de lo que dan cuenta sus hai-kais, publicados en el Informador de Guadalajara en 1919, así como otros poemas. En "Ironías" dice: "El afilador flautista/ pasó haciendo en su flauta música futurista", por lo que no es de dudar que siguiendo en un principio a José Juan Tablada, se adelantó a los mismos estridentistas.

Gutiérrez Cruz contaba sólo veintidós años de edad cuando dio a conocer su primer libro: Rosas del sendero. Dos años después se trasladó a la Ciudad de México, donde, en la revista México Moderno, en agosto de 1922, apareció una colaboración suya. En esa revista, fundada por Enrique González Martínez, publicaban de manera asidua López Velarde, Antonio Caso, Pedro Henríquez Ureña, Cosío Villegas, etcétera. En 1924 su poesía dio un giro de 180 grados. El lirismo de tedio provinciano de sus primeros escritos se transformó en violenta protesta social nunca antes practicada; en ese año publica Sangre roja. Poemas libertarios, con prólogo de Pedro Henríquez Ureña, portada de Diego Rivera y dibujo de cuarta de forros de Xavier Guerrero. En este poemario Gutiérrez Cruz hace suyas las causas populares, las injusticias obreras y campesinas. Su acentuado comunismo no le impide ejercer un catolicismo en el que Jesucristo es compañero de lucha; ve en él los antecedentes de los ideales socialistas. Sus poemas, de cierta manera, llaman a una guerra santa, pero en este caso no se trata de la recuperación de los lugares sagrados, sino de la restitución de la dignidad y los valores humanos de la clase proletaria. En "El 30-30" dice: "¡A poco piensan que Cristo/ era como los patrones!/ Compañeros del arado/ Y los de toda herramienta,/ Nomás nos queda un camino:/ Agarrar un treinta-treinta!"

En 1925 el poeta ruso Vladimir Maiakovski visitó México y estuvo en contacto con diferentes grupos sociales y culturales del país. La relación de los dos poetas no fue afortunada. El poeta ruso, comunista a ultranza, negaba toda religión, y opinaba que "Desde el comunista Guerrero, redactor de un periódico ferroviario, hasta el proletario Cruz, escriben cosas líricas, dulzonas, con gemidos y rumores; refiriéndose a la mujer amada dicen: ‘Como una núbil leona.’" En tanto, Gutiérrez Cruz publicó en El Demócrata: "Pero si redujéramos nuestra producción a la prédica de la guerra y a la apología del movimiento ruso, nuestro arte carecería de amplitud, de verdad, de generalidad, de universalidad. Muy bien que los poetas canten la epopeya de la dinamita, pero que no la canten exclusivamente, pues la revolución no puede significar un estrechamiento de temas ni el arte puede tomar el carácter de una simple práctica de lucha; y por tal razón es que la revolución estética no debe consistir únicamente en un cambio radical de orientación que transforme todos los puntos de vista humanos."

En el mismo artículo agrega: "Los escritores revolucionarios de México pensamos que el cristianismo es el sumo ideal estético." En estas breves líneas Gutiérrez Cruz perfila su pensamiento social y estético, más profuso en su prosa, misma que Schneider presentó en dos partes: El brazo de Obregón (Ideario de la Revolución Mexicana), 1924, y Prosa dispersa (1920-1930).

Por su valor y significado transcribo algunos párrafos del prólogo escrito por Henríquez Ureña para Sangre roja: "He aquí los versos del poeta socialista; mejor, del poeta social... este poeta no va a cantar la vida de los humildes que se resignan: quédese ello para cualquier poeta inglés, de ésos que son en el fondo hombres del orden. Este poeta viene a hablar de los que trabajan y luchan; y no como simple imagen: nada es tan ajeno como la ociosidad literaria para quien el trabajo y la lucha son temas favoritos de declamación. No: este poeta habla de los que conocen el trabajo y la lucha como realidad cotidiana y llena de sufrimiento y molestia; los que trabajan por su pan, todo el día y todos los días; los que luchan para que no les roben el sustento; o para exigir siquiera el indispensable, y en la lucha mueren o sólo alcanzan a vencer paso a paso, nunca de lleno.

"Así, para el poeta, el sol, el hermano sol de Francisco de Asís, se hace digno de la fraternidad humana porque presta servicios: el sol es hermano del obrero porque trabaja todos los días. Así, el metal que el obrero saca de bajo tierra debe servirle para armarse contra la tiranía: lo que hoy sirve para esclavizarlo, debe servirle para libertarlo."

Efectivamente, Gutiérrez Cruz hace suya la voz de la desgracia de obreros y campesinos, no tamiza su enojo ante la brutal explotación de que han sido objeto; en "Sangre roja" escribe:" Tal es la sangre roja que corre en las arterias/ de mis canciones bárbaras de tanta rebeldía,/ sangre impetuosa y bravía/ que se derrama para reivindicar miserias..."

No cabe duda que la originalidad y autenticidad de su poesía responden a un reclamo revolucionario, y que si por un lado tuvo como fin la causa proletaria, es preciso también enfatizar los aciertos estéticos; el lenguaje que utiliza es simple y llano sin llegar a lo coloquial, y no podía ser de otra forma, ya que en un proceso de inversión es la voz colectiva quien se sirve del poeta para hacerse escuchar. De ahí la sencillez y logro de imágenes y metáforas memorables. Musicalidad y economía verbal son sus señas particulares.

La obra de Gutiérrez Cruz tuvo cabida y repercusión entre sus correligionarios y artistas de la época. Diego Rivera, con quien simpatizó en ideas, transcribió el poema "Al minero..." en el mural de la Secretaría de Educación Pública, y Xavier Villaurrutia le dedicó el poema: "Presentimiento". Por desgracia, el poeta jalisciense murió joven, lo que no impidió que en su poesía y en su prosa plasmara su ideario estético e ideológico. Su poesía tuvo una primera recopilación en 1980 por Porfirio Martínez Peñalosa, quien bajo el título Obra poética revolucionaria publicó parte de su producción. Ahora, gracias a la infatigable tarea de investigación de Luis Mario (como le decíamos sus amigos) se reúne en un solo tomo la obra completa de este poeta y pensador social, indispensable en la historiografía de nuestra literatura.


Hai-Kai

El alacrán

Sale de un rincón
en medio de un paréntesis
y de una interrogación.

La bandera

Bulliciosa y bélica
guardiana de la azotea

Los ratones

Los ratones detrás de la mampara,
escriben a máquina.

El pelícano

Cafetera de porcelana
que va flotando por el agua.

Hai-kai comunista

La tierra es para los seres que ha creado,
igualmente para todos,
Sin Casa Blanca ni Imperio Británico.

El verso rojo
El verso rojo que encendió la tarde,
consonó con las greñas del jacal.

La paja claudicó, vieja y cobarde,
y transformada en lumbre comenzó a chorrear.

Los árboles alzaron melenas encendidas
y quemaron el oro del trigal.
Es la hora de fuego, deben estar erguidas
las vidas,
y encendidas todas al igual:
el verso, la paja cobarde,
los árboles, la tarde
y el trigal.