Jornada Semanal, domingo 30 de junio del 2002             núm. 382

GURROLA, HILARIO Y MICKY EN LA CASA DEL LAGO

Conocí a Micheline Chantín y a Hilario Sánchez del Carpio en La Casa del Lago, en 1974. Micky cantaba la música que Hilario compuso para un espectáculo armado y dirigido por Juan José Gurrola. El collage se titulaba Tú, yo mismo y lo formaban poemas de Salvador Novo dichos y danzados por un entusiasta grupo de actores: Alejandra Moya, el Flaco Ibáñez, Salvador Garcini y María Clara Zurita. Hilario, pianista formado en su Chiapas natal, en la Ciudad de México y en los parises de principios de los sesenta, compone obras de cámara y sinfónicas, música para teatro y cine, pero es, sobre todas las cosas, un jazzista excepcional. Durante sus años parisinos conoció a Micky y, desde entonces, formaron un dueto ejemplar, tanto en la música como en la vida. Micky, a pesar de sus años fuera de París, conserva sus erres tan guturales y rotundas que nos hace pensar en una boite pequeña, un acordeón agilísimo y, tal vez, una canción de Trenet. Sin embargo, en su estilo predominan los rasgos del jazz parisino. No olvidemos que Nueva Orleans, Chicago, Kansas, San Luis, Nueva York y París fueron los grandes centros en los cuales se desarrollaron los distintos rostros del jazz. Los miembros de la “generación perdida” lo escuchaban en la noche parisina y los músicos, sobre todo los negros, tenían a París en sus itinerarios (algunos se quedaron ahí en la etapa de entreguerras) preferentes. Se me ocurren muchos ejemplos de esta afición musical en novelas o relatos de Hemingway o Fitzgerald. Ellos, como otros de sus compañeros de generación, se sentían protegidos bajo las alas de Gertrude Stein, la ciudadana del “país más viejo del mundo” y la organizadora del mundo anglosajón bajo los puentes de París. Micky tocaba el piano y, cuando estudiaba filosofía en La Sorbona, fue hechizada por el jazz y se dedicó a cantarlo y a formar su propio estilo en el que se mezclaron las bellas influencias de Bud Powell y de Michel Legrand. Viajó por Canadá y se estableció en México, al lado del piano y la trompeta de su talentoso Hilario.

Por todos lados andan Hilario y Micky: salas de concierto, universidades, casas de cultura, escuelas, festivales, teatros, parques y centros de grabación. Veo a Hilario tocando el piano, varios vibráfonos, tres trompetas, las congas y el contrabajo e integrando todo este caudal de notas por medio de novedosas y sabias regrabaciones. Vibraphonie se titula su experiencia francesa que contiene composiciones que muestran la amplitud de su repertorio que va del bossa nova al jazz y de la música tropical a la influencia de Gabriel Faure. Hilario está en constante ebullición musical y es Micky la que pone orden y con su voz madura y personalísima señala los rumbos de los conciertos y de las grabaciones. De esa manera, el dueto enfrenta con éxito todos los géneros que cultiva partiendo de las formas y de la tensión espiritual del jazz.

Otra vertiente de su estilo y de su repertorio es la de la musicalización de poesía. Sin tener, para nuestra fortuna, nada que ver con algunos de los cantantes peninsulares o sudamericanos que han causado estragos en la obra de varios poetas, asestándoles musiquillas vulgares y monótonas, Hilario y Micky parten del poema para crear una atmósfera en la cual prevalecen los valores musicales de la palabra. Prevert, Alfonso Reyes, Jaime Sabines, Vinicius de Moraes y Federico García Lorca, entre otros, son algunos de los autores que aparecen con mayor frecuencia en sus conciertos. El portugués con acento brasileño es la lengua ideal para la canción, pues tiene la dulzura del galaico portugués, la lengua utilizada para la poesía lírica por muchos de los escritores peninsulares de la Edad Media. Micky, sabedora de estas características, interpreta de manera notable la “Samba de una nota so” de Vinicius y Jobim. Hilario, por su parte, nos entrega su versión de la Pavana de Gabriel Faure y el dueto interpreta, con fidelidad jazzística, “Love for sale” de Cole Porter y, de una manera muy personal, “Les feuilles mortes” de Prevert y Kosma. El mundo chiapaneco está presente en varias composiciones de Hilario, que van más allá del folclorismo y buscan raíces más profundas en el mosaico racial del prodigioso, valiente, humillado y ofendido Chiapas. Por esta y otras muchas razones, recibió el Premio de Música y su obra ha sido grabada por la universidad y el Consejo de Cultura de su Estado.

Cantando “Summertime” de la siempre nueva ópera de Gershwin, Porgy and Bess, la voz de Micky se ajusta con precisión y sin florituras operísticas al espíritu afroamericano que el neoyorquino de origen judío rumano, captó con su enorme talento y con esa ecléctica sensibilidad en la cual se reunían los mejores aspectos espirituales del melting pot estadunidense. Por esta razón, cuando Gershwin le dijo a Ravel: “Quisiera ser un Ravel”, el gran compositor del “Concierto para la mano izquierda”, le contestó: “Y para qué, si ya es usted un Gershwin.”

El verano de 1974 fue muy activo en la Casa de Lago de la unam. Gurrola, Mendoza, Nicolás Núñez, Martha Verduzco, Eduardo Ruiz Saviñón, Salvador Garcini, José Antonio Alcaraz, Tino Contreras, Calatayud, Cauduro, Consuelo Revueltas, Jaime Sabines, Carlos Pellicer, Miguel Bernal, Mario Lavista, Manuel Núñez Nava, Juan García Ponce, Ignacio Arriola, Carlos Monsiváis, Peter O’Toole, Max Von Sydow, Los Tres Ases (en el homenaje a Juanito Neri), Amparo Montes, Pepe Kahn, Raúl Flores Canelo, don Manuel Álvarez Bravo, Fiona Alexander, Ignacio Hernández, Enrique Molina y Octavio Paz fueron algunos de los artistas que presentaron sus obras en ese centro de creación, discusión, consagración o caída que es la Casa lacustre. Este bazarista anduvo por esos rumbos domingo a domingo y recuerda, en uno de ellos, lluvioso y entusiasta, a Hilario y a Micky tocando y cantando los poemas de Novo en el inolvidable Tú, yo mismo de Juan José Gurrola.
 

Hugo Gutiérrez Vega
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