viernes 28 de junio de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Opinión

San Pedro y San Pablo

n Eduardo Merlo

"Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos habléis igualmente y no haya entre vosotros cisma, antes séais concordes en el mismo pensar y en el mismo sentir". Epístola I de San Pablo a los Corintios: 1: 10.
"Despojaos, pues, de toda maldad y de todo engaño, de hipocresías, envidias y maledicencias, y como niños recién nacidos apeteced la leche espiritual no falsificada, para con ella crecer en orden a la salvación, si es que habéis gustado cuán bueno es el Señor". I Epístola de San Pedro. 2:13.
"Al que San Pedro le dé, San Pablo se lo bendiga". En otros tiempos la festividad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, hubiera sido ocasión de solemnes festividades y ruidosas celebraciones. Inclusive la asistencia a misa era obligatoria, dado que ambos personajes son fundamentales para la iglesia. El templo anexo al Hospital de San Pedro, se engalanaba lo mejor posible; infinidad de "enramadas", como se les dice a las tiras de papel picado, cubrían las calles aledañas. En el interior se revestía de pontifical a la imagen principal; con minuciosidad se le colocaban la tiara papal, que realmente son tres coronas superpuestas, la cruz pastoral y las llaves: una dorada, porque es del cielo, y otra plateada porque es de la tierra. Desde muy temprano se abrían las puertas del templo que refulgía de tantas luces. Las misas se sucedían durante todo el día; las campanas no cesaban de tocar a todo vuelo y los cohetes estallaban para anunciar al vecindario que había fiesta. Parte fundamental tenían los "claveros", una hermandad que acompañaba al santo patrono en las procesiones, principalmente en la que en su fiesta se hacía hasta la plaza de armas, para entrar a la catedral y saludar al Santísimo. Se suspendían prácticamente todas las actividades porque se trataba de una de las festividades más solemnes. En los templos, que eran dos, dedicados al mismo patrono: San Pablo de los Frailes y San Pablo de los Naturales, las festividades no eran menos rumbosas. En el primero quizá más austeras, dado que el convento quedaba fuera de la traza de la ciudad y había muy pocos vecinos, de todos modos los dominicos sabían organizar a las cofradías para que llevaran en procesión la imagen de San Pablo, por los alrededores y luego ofrecían una comida a los que habían participado. El otro templo (que hoy se llama del Señor de los Trabajos) hacía mucho más ruido. Desde el día anterior estaban ya los danzantes en el atrio, y retumbaba el huéhuetl o gran tambor, así como la chirimía. Los mayordomos de la fiesta tenían ya preparados los alimentos y bebida para los músicos, los danzantes y los principales. Velaban toda la noche, dando a los que estaban presentes sus tamales y atole, cigarros y por supuesto pulque o chinguirito. Al amanecer empezaban las misas y los músicos a tocar en el atrio, dejando espacio para que las danzas se sucedieran una y otra vez. En determinado momento se sacaba la imagen de San Pablo, que era llevada por las calles aledañas, entre gritos, cohetes y música, sin parar. Los indígenas del barrio tenían enormes cazuelas para el mole y las tortilleras no se daban descanso.
Los pilares de la iglesia católica son San Pedro y San Pablo, por eso sus esculturas siempre están a los lados de las puertas principales de las catedrales. Inclusive la iglesia, que siempre designa el día de la muerte de un santo para conmemorarlo, prefirió que ambos se festejaran juntos. Realmente fueron contemporáneos, aunque Pablo era mucho más joven. Pedro fue siempre el discípulo que estuvo cerca de Jesús, si el preferido era Juan, Pedro fue designado como primero que los otros apóstoles. Pablo no conoció personalmente a Cristo, era un hombre culto y a pesar de ser judío, era muy afecto a los romanos, es más, había alcanzado la ciudadanía romana y presumía de ello. Pedro era un sencillo galileo, siempre fue pescador y de su barca lo sacó Jesucristo para que lo acompañara. Pablo o Saulo, como originalmente se llamaba, nació en la ciudad de Tarso. Se dedicó a la milicia, alcanzando un alto grado en el ejército del César. En cierta ocasión: "Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo de hombre? Ellos contestaron: Unos, que Juan el bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías u otro de los profetas. Y ıl les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Jesús, respondiendo, dijo: Bienaventurado tú, Simón Bar Jonás, porque no es la carne ni la sangre quien esto te ha revelado, sino mi Padre, que está en los cielos. Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos". Saulo de Tarso -celoso de su calidad de romano y también de judío- al saber de los cristianos y de que los había redimido el Mesías, tomó esto como una ofensa y se dedicó a perseguirlos inmisericordemente. Iba hacia Siria para aprehenderlos: "Cuando estaba de camino, sucedió que, al acercarse a Damasco, se vio de repente rodeado de una luz del cielo; y al caer a tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¡por qué me persigues? ıl contestó: ¿Quién eres Señor? Y ıl: Yo soy Jesús a quien tú persigues. Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer". Pablo, como se hizo llamar desde entonces, quedó ciego un tiempo, pero le devolvieron milagrosamente la vista, para convertirse en el más ferviente y metódico seguidor de Cristo. Ambos apóstoles se conocieron, discutieron, hablaron, predicaron, se amaron como auténticos hermanos; cada quien llegó a Roma. Era el tiempo del emperador Nerón quien sabiendo de ellos, los persiguió hasta encontrarlos. Los dos terminaron sus días martirizados: Pedro crucificado cabeza abajo, en la colina Vaticana y Pablo decapitado en las afueras de Roma. Donde murió el pescador se alza la Basílica de San Pedro; donde ejecutaron al de Tarso, se construyó la Basílica de San Pablo Extramuros. Su festividad es el 29 de junio.