viernes 28 de junio de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
n Las políticas públicas en este rubro, subordinadas a recomendaciones del BM y FMI, dice
La educación nunca ha sido elemento prioritario en el diseño de un proyecto de nación: Ruiz
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Ignacio Juárez Galindo n

Pese al discurso y la retórica de las autoridades mexicanas, la educación nunca ha sido un elemento prioritario en el desarrollo y diseño del proyecto de nación. A esto se suma que durante el sexenio salinista inició un profundo proceso de transformación en el sistema educativo, mediante el cual las políticas públicas fueron subordinadas a las recomendaciones del Banco Mundial; se trasladó los conceptos empresariales de "excelencia, calidad, competitividad, productividad", para convertirlos en exigencias para las instituciones y adecuarse a las condiciones impuestas por la globalización.
De igual forma, se diseñó una política de Estado tendiente a reducir la matrícula estudiantil para tener un mayor control político de las universidades públicas; el financiamiento de la educación se pretende establecerlo con base en los resultados de la evaluación de las instituciones, al tiempo que el Estado trasladó a los particulares su responsabilidad de garantizar e impartir educación gratuita.
Lo anterior fue considerado por Amparo Ruiz del Castillo, investigadora y doctora en Sociología por la UNAM, quien ayer participó en el seminario "La Universidad y su Entorno", organizado por la Comisión Plan Gran Visión 2020 de la UAP. En su ponencia "Políticas públicas para la educación superior" hizo un amplio análisis sobre la situación de nuestro país en este rubro, y sostuvo que "la educación dejó de ser un derecho ejercido por todos los mexicanos y pasó a convertirse en una inversión obligadamente redituable, en la que se enfatiza la formación técnica y se disminuye la importancia de los aspectos sociales y humanísticos".
"Se establecó prioridades para la orientación de los contenidos programáticos, en donde el punto nodal de la formación está en la modificación de las actitudes hacia 'la vida y el trabajoÕ, esto es, un marcado acento en la 'enseñanza de valoresÕ, el desarrollo de habilidades y destrezas, y en último lugar, el desarrollo de conocimiento. Se trata, pues, de que se introyecte valores y se maneje lenguajes (lectoescritura, operaciones básicas, computación y el idioma extranjero)", dijo.
La también autora del libro Apuntes de la vida cotidiana enumeró diferentes elementos que han fomentado "el individualismo y la deshumanización en el proceso educativo": la competición entre los actores educativos; la sobreestimación de los alcances de la tecnología y la supuesta ventaja de su uso para resolver el rezago educativo, la imposición del sistema de educación a distancia, el otorgamiento de becas en lugar de mejorar integralmente los niveles de vida de la población y el escaso apoyo financiero al sistema educativo.
Estamos, consideró, frente a la imposición de concepciones del mundo y del conocimiento, de las modalidades y propósitos que asume la educación, provenientes de los países industrializados, fundamentalmente EU. Agregó que en México, al menos en los últimos 30 años se ha demostrado que la educación no ha sido una prioridad nacional, y siempre ha estado ausente de las políticas de desarrollo, pese a ser un instrumento de legitimación política.
Luego, indicó que por desgracia en nuestro país a las universidades se las ve como un instrumento para tener empleo, se desconoce sus bondades y ventajas, de ahí que se les atribuyera la responsabilidad de ofrecer fuentes de empleo a sus egresados, cuando es una responsabilidad del Estado, y los gobiernos no han hecho lo suficiente para generar mejores condiciones en el sistema productivo.
Durante su intervención, Amparo Ruiz de Castillo apuntó que la docencia y la evaluación son dos elementos estrechamente ligados con las reformas educativas instrumentadas desde hace varios años. A recomendación de organismos internacionales de financiación, dijo, se planteó como necesario "generar una cultura de la evaluación" y crear una instancia nacional para evaluar a las instituciones educativas, "en la que la calidad aparece como una serie de competencias, habilidades, contenidos a cumplir y su puesta en práctica, manejo de datos e información, así como el uso de tecnologías".
Sin embargo, mencionó, en este proceso de evaluación se omite las instituciones privadas; al ser utilizado como sinónimo de rendimiento de cuentas adquiere un "carácter punitivo y sirve para acusar el sistema educativo de ineficiencia e ignorancia"; excluye las características específicas de la sociedad, las limitaciones socioeconómicas y productivas y la forma en que éstas se manifiestan en la educación.
En el caso de los profesores, expuso la autora del libro Universidad y relaciones de poder, cada día es más frecuente hablar de que atraviesan por una crisis de identidad, y ahora, en lugar de que su función sea enseñar, se convirtieron en "asesores o facilitadores del aprendizaje".
Empero, reconoció que dentro de las mismas universidades no existen mecanismos articulados para llevar a cabo un análisis de la vida académica. Esto se debe, dijo, a la existencia de políticas y relaciones internas en las instituciones que "rompen el tejido social e impiden la relación y ejecución de una reflexión sobre la práctica docente".
Subrayó que a esto se agrega el sistema de estímulos y becas al desempeño para los catedráticos, que está encaminado a premiar los contenidos curriculares y limitan a que "la percepción salarial (de los docentes) esté determinada en términos personales, lo cual desactiva cualquier inconformidad familiarizada en las instituciones".
A principio de su ponencia, Amparo Ruiz hizo una radiografía de las condiciones de lectura de los mexicanos, y criticó las declaraciones del secretario de Hacienda y Crédito Público, Francisco Gil Díaz, de que lo que más se lee en el territorio nacional es pornografía. En tono irónico señaló que "en un país (México) donde está prohibido pensar, los libros son vistos como la encarnación del mal", pero las estadísticas muestran que de una lista de 108 países elaborada por la Unesco, México ocupa el penúltimo lugar en lectura.
Mientras que en Noruega se lee 47 libros al año por persona, en México sólo se lee 2.8; durante 2000, cuatro de cada 10 familias compró un libro; en ese mismo año, 68 editores de libros científicos editaron 5 mil 561 títulos con 19.6 millones de ejemplares, mientras que 20 editores de textos religiosos publicaron 661 títulos con 4.5 millones de ejemplares. Aumentaron los documentos sobre esoterismo .
Hay, continuó, mil 500 librerías en el país, pero existen 25 mil puestos de periódicos en donde se vende semanalmente 800 mil ejemplares del Libro Vaquero, Erótica, con 400 mil, y "Sabrosas y bien entronas" (sic), con 300 mil.