Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 19 de junio de 2002
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Deportes

Se impuso 1-0 al coanfitrión y se clasificó a cuartos de final

Turquía arruinó la fiesta japonesa

El único tanto fue obra de Umit Davala, a los 12 minutos

DPA, AFP Y REUTERS

ty06-052209-pih Miyagi, Japon, 18 de junio. Turquía, que no participaba en un Mundial de futbol desde hace 48 años, se clasificó a cuartos de final, y lo hizo a costa del coanfitrión Japón, al que venció 1-0 en la ciudad de Miyagi.

Los turcos, cuyo país quedó "inmerso en alegría", según su viceprimer ministro Devlet Bahceli, enfrentarán el sábado a Senegal en Osaka, para ver quién disputará el pase a la gran final.

El único gol fue anotado por el volante Umit Davala, a los 12 minutos, y desde entonces los japoneses, pese a su empeño, fueron incapaces de descifrar la defensa contraria.

La fiesta nipona en la tribuna recibió un rápido baldazo de agua fría con el tanto de Davala. Al cobro de un tiro de esquina, el volante del peinado estrafalario (estilo mohicano) impuso sus 1.86 metros de estatura y con frentazo limpio perforó la valla de los locales.

Para entonces, como sucedería en los minutos siguientes, el cuadro turco parecía capaz de imponer su mayor madurez frente a un rival cuyas figuras no aparecían.

La triangulación Sukur-Basturk-Sas hizo daño y por momentos se creyó que el segundo tanto llegaría.

pu17-033414-pih Japón fue creciendo, más por ganas que por futbol, pero no había luces en el medio, donde ni Hidetoshi Nakaya, ni Inamoto, ni Ono eran los de otras tardes.

Alex, el nipón de origen brasileño, trataba de asumir la batuta pero con muchas imprecisiones en la entrega.

Los anfitriones fueron copando la cancha mientras Turquía se replegaba peligrosamente. En los últimos cinco minutos del primer periodo Alex tuvo dos ocasiones claras de anotar, pero primero su tiro libre pegó en el palo y después un cabezazo resultó elevado.

Para el complemento, el técnico de Japón, Philippe Troussier, se la jugó y sacó a Alex y al hasta ahora inamovible Inamoto para dar ingreso a Suzuki e Ichikawa, efectivos en partidos pasados. No surtió tampoco efecto, al punto que Ichikawa fue sustituido.

El dominio nipón era inofensivo. Las jugadas iniciadas por Ono o por Nishizagwa morían en la sólida zaga blanquirroja o eran malogradas con entregas erráticas, mientras los contragolpes del potente Sas y el talentoso Basturk recordaban el peligro de jugarlo todo al ataque.

Un remate desviado de Nishizawa a los 89 agotó las esperanzas de los aficionados.

La decepción y la congoja ganaron las tribunas del estadio, que tuvo un instante de silencio sepulcral cuando llegó el silbatazo final, mientras los seleccionados turcos festejaban saltando su inédita clasificación, y luego saludaron correctamente a las tribunas recibiendo un aplauso justificado.

En Hiroshima hubo decepción, tristeza, pero nada de llantos. La ciudad recobró rápidamente su ritmo habitual, y se entiende: por un lado, el futbol no tiene en Japón las raíces culturales de otros países, y por el otro, aquí hay memoria histórica de lo que significa un verdadero drama.

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