Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 19 de junio de 2002
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Política

José Steinsleger

El rock de los nazis

No todo skinhead (cabeza rapada) es un neonazi ni todo pelón es un rockero. Bajo la corteza cerebral hay skinheads que aman a Mussolini y los hay que tratan de parecerse a Michel Foucault. El poeta Carlos Pellicer lucía una hermosa cabeza rapada y el balón naranja brilla fugaz entre los negros skinheads de la NBA.

Que la publicidad y los medios hayan reparado en el look de la moda skinhead no debería ser motivo de alarma. Lo inquietante es que las democracias que conducen la "globalización" den curso legal al ultraderechismo popular que coincide con los aullidos racistas del neonazismo skinhead.

Los primeros skinhead aparecieron en Inglaterra a fines de los años 60. Mezcla de violencia holligan (barras bravas del futbol) y odio a los hippies pacifistas, algunos skinheads intentaron adherirse al anarquismo pueril. Pero desde mediados de la década de los 80 evolucionó conforme el canon predominante que hoy recorre el viejo continente: el odio a los negros, judíos, latinos, árabes, gitanos, hindúes, turcos y pobres del este que viven en Europa occidental.

Lo novedoso del movimiento skinhead es que ya no se recurre a las melodías marciales. Su música es el rock and roll. Mas tampoco el rock politonal que incide en lo real desde el reino de lo imaginario, sino el ruido que entonan letras como las del grupo Comando Pernod: "La Alemania de otros tiempos no existe más/ Razas de todas partes han venido a invadirla/ šDespierta Alemania!/ Nosotros gritamos para siempre "auslaender raus!" (šfuera extranjeros!)

Conciertos, discos y revistas les han permitido a los jóvenes neonazis la apertura de páginas de Internet, creando así lazos universales. La página chilena Al fin del mundo por ejemplo, entrega su declaración de principios: "Rindamos culto a Odín... Hagamos de Chile esa tierra encantada y mítica que soñamos. Somos los 'súrdicos', los gigantes blancos del sur, no les fallemos a nuestra herencia, a la gloriosa estirpe de guerreros que dieron sus vidas por nuestro triunfo..."

Los insultos van dirigidos a negros, indígenas y al sistema democrático. Un sujeto llamado Mariscal explicita la intención de formar la Internacional Skinhead Nacional Socialista de Sudamérica.

A mediados de la década de los 80 los argentinos tuvieron el primer grupo de rock neonazi: Comando Suicida. Igualmente, sus enemigos son inmigrantes, homosexuales, católicos y judíos. Su líder Eduardo Mestre sugiere a los jóvenes "no quedarse en la idea de que no hay futuro", como decían los punks.

El repertorio de Comando Suicida incluye los estribillos de las hinchadas de futbol, y el himno 4 Skin, el referente más importante de esta corriente en Inglaterra. Sus sones no son delicados: "Vuelven los skinheads/ otra vez las botas/ al que se nos cruce lo vamos a destrozar..."

Una de las bandas skinhead más populares del mundo es la británica Desarmador, fundada por Ian Stuart, un músico que murió en 1993. El principal legado de Stuart es el grupo Sangre y honor, amalgama de principios racistas y música cuyo nombre alude al lema de las SS nazis: Blut und Ehre.

La ciudad estadunidense de Detroit es la auténtica cuna del rock neonazi. Allí, la casa disquera Motown, que antes promovía música negra, se ha convertido en un centro de grabaciones para música de suprematistas blancos. El sello Resistance Records produce y distribuye a todo el mundo discos de las bandas Aryan, Berserkr y Aggraved Assault, que a ritmo de metal pesado atacan a negros y judíos.

Por lo general, los conciertos de estas bandas acaban en medio de crueles palizas entre sí y porque sí, o como tropa de choque paramilitar de la policía, cargando sobre los barrios de los "inde-seables". A esto se suma, como en los tiempos de la república de Weimar (1919-23), el silencio de importantes capas de la población que ve con buenos ojos las muestras de violencia neonazi.

Silencio que, para decirlo con palabras de Thomas Mann, proviene de "...los pequeños verdugos y tiranos de siempre... que se esconden detrás de las románticas ventanas y paredes entramadas de las idílicas ciudades alemanas".

El rock de los neonazis se confunde, finalmente, con el mensaje soterrado de los George W. Bush y José María Aznar, de Silvio Berlusconi y Ariel Sharon: la incitación al desprecio del otro y de los otros.

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