Luis Tovar EL SIGLO QUE VIENE Hace cuarenta y tres años, un entonces muy joven Martín Lasalle protagonizó Pickpocket (1959), una de las más memorables películas del mítico director francés Robert Bresson. Cualquiera pensaría que después de interpretar con tanta fuerza y tan convincentemente a esa suerte de Raskolnikov que se entrega consciente y voluntariamente a una extraña vida criminal, y hacerlo además bajo las órdenes de un cineasta cuyo solo nombre garantizaba calidad cinematográfica, y encima haber "triunfado" ni más ni menos que en la cuna del cine; cualquiera pensaría, digo, que Martín Lasalle dio inicio desde entonces a una carrera actoral prolífica, llena de éxitos y reconocimiento mundial. No fue así. Lasalle tuvo aquel estelar, brilló intensamente y volvió a una oscuridad más intensa que la reinante entre butacas. Quizá sea cierto aquello de que Bresson no vio en Lasalle ni a un gran actor ni a una promesa histriónica ni nada por el estilo, sino que simplemente vio en aquel joven de engañosa inexpresividad el retrato perfecto del personaje que tenía en mente, nada más, y por eso ni Bresson ni algún otro cineasta pensó en Lasalle para el estelar de ninguna otra película. Tan es así que usted puede revisar página por página la Breve historia del cine mexicano de Emilio García Riera, donde se compendia la producción nacional desde que ésta se inició hasta 1997, y aunque Lasalle no haya desaparecido por completo de las pantallas, no va a encontrar su nombre por ningún lado. Antes de convertirse en un conspicuo protagónico de anuncios comerciales, Martín Lasalle fue pieza importante de un equipo actoral que, bajo la dirección de Juan José Gurrola, hizo montajes memorables de obras inolvidables (preguntarle, por ejemplo, a Benjamín Cann, que luego de ver una de dichas puestas en escena supo qué quería hacer en la vida). Al lado de Fuensanta Zertuche, Alejandro Aura, Hugo Gutiérrez Vega, Salvador Garcini recuérdelo en Canoa, Eduardo Alcaraz, Tina French o José Ángel García "antes Gael era hijo de José Ángel; ahora José Ángel es el papá de Gael", dicen los que saben, Lasalle encarnó entre otros al Coloso en Roberte ce soir, al Fraile en Lástima que sea una puta, e hizo un magnífico estelar en Los exaltados, de Musil. EL HOMENAJE A LOS HOMENAJES Vaya lo anterior como un mínimo reconocimiento a un actor que, dadas su estampa y su profesionalismo era de los pocos que memorizaban completo su papel antes de un ensayo general, cosa que ya quisieran poder hacer muchos, merecía una fama de la que finalmente no gozó. Así las cosas, es de agradecerse que Jorge Bolado eligiera a Lasalle como hilo conductor de Segundo siglo, película que cumple a cabalidad la promesa hecha en su cartel: "diferente a todo lo que has visto". Con Bergman por delante, Segundo siglo hace homenaje tras homenaje ya sea al estilo de composición escénica, el ritmo, los encuadres, el uso de la luz, etcétera, de aquellos cineastas que han marcado su paso por la cinematografía mundial; de aquellos que le dicen algo a Bolado director, editor e incluso actor de este filme; de aquellos que todos hemos visto y que cada quien tendrá la tarea de identificar. En Segundo siglo no se cuenta ninguna historia, salvo la que resulta de narrar las vicisitudes que Bolado, Lasalle y compañía viven para filmar Segundo siglo; es decir, la película se trata de cómo se filmó la película. Este no es, ni mucho menos, el primer ejercicio fílmico donde el propio cine se mira las entrañas recuerdo, de botepronto, dos mexicanas: Estudio Q, de Marcela Fernández Violante, y Bienvenido Welcome, de Gabriel Retes, pero sí es el primero en llevar la experimentación tan al extremo. En las dos citadas hay una trama "ficticia" dentro de otra que se supone "real", a la que se suma la revelación de que la "real" es la película que estamos viendo. En cambio, Segundo siglo es una sucesión de imágenes que corresponden a lo que podría ser una road movie próxima a filmar, lo cual da la sensación de que se está asistiendo al proceso conocido como scouting o búsqueda de locaciones, salvo que esa búsqueda es efectuada por el protagonista a quien todo el tiempo se le llama Pickpocket, en clara alusión/homenaje, cuyo papel es el de sí mismo, como lo son los del fotógrafo y del propio Bolado. Con tres voces femeninas en off
sustituyendo a las de los protagonistas, ellos mismos explican al espectador,
reflexionan para sus propios adentros, interpelan al Pickpocket, hacen
la coda de todo el filme, mientras las imágenes muestran
indistinta y asecuencialmente lugares de Escocia, Nueva York, el mar visto
desde un barco en el Atlántico norte, México... "En esta
película no pasa nada", dice por ahí una de las voces, infantil
en este caso. "Cómo no", revira otra, la de una mujer mayor: "pasan
las nubes". En Segundo siglo pasan las nubes y mucho más,
aunque parezca no pasar sino el tiempo de manera especialmente morosa,
y aunque con toda seguridad habrá muchos a quienes este valioso
experimento les resulte un tanto indigesto.
Naief Yehya Y DONDE QUEDÓ EL AVIÓN DEL PENTÁGONO(I) El Mundial como vacaciones
Pero mientras rueda el balón
La escandalosa impostura
(Continuará.)
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