Sombras en el día,
roces tantálicos,
frases que nunca alcanzan a decirse.
El peso de lo real marchita los sueños
no mueren en lo oscuro
ni bajo el sol que ciega
titubean tal vez como Tiresias
entre dos inmensidades.
Nadie se acerca a un dios impunemente.
Por el camino
quedan las daphnes secas
como espectros
junto a los últimos manojos rosados.
Los sueños también destruyen
lo real
y qué es lo real pierde sentido
a la hora en que las cigarras
se enardecen
y el sol quema y ciega lo mismo
a las hormigas rojas
que a las peñas de arenisca
o los restos del templo
de La Bañada en Luz.
Belleza plena.
Tanta luminosidad confunde,
hace surgir un terror,
un deseo de oscuridad
así en aquellos irritados por el sol:
fuentes que se abruman
y llevan como una carga
la luz del día,
ojos que temen en cada reflejo
una punta de flecha,
y algo se mueve en la retina
sin que se pueda percibir.
Retroceden al laberinto,
se acuclillan en la sombra
y sólo emiten un soplo
que no deja salir los pensamientos
Heridos de luz,
trastornados,
como criaturas de lo oscuro.