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Magia El maestro Aguilar Rivera, autor de la novela La fiesta de las turcas, nos habla en este luminoso ensayo del libro de Ioan Culianu, Eros y magia en el Renacimiento. Culianu, discípulo de Mircea Eliade, entró de lleno a las obras de Pico de la Mirandola, Marsilio Ficino y Giordano Bruno. Aguilar Rivera afirma que el mago del Renacimiento, esa mezcla de médico y profeta, se ha transformado, pero no se ha ido. Ahora se ocupa de las relaciones públicas, la propaganda, la investigación de mercado, las encuestas, la publicidad y, en suma, todas las formas de manipulación. Es, por lo tanto, una extensión del manipulador de Bruno. Nunca estaría
inclinado a creer que nadie
que tema al sufrimiento físico haya tenido nunca un conocimiento íntimo de lo divino. Giordano Bruno,
Hay
palabras que cargan un estigma de irracionalidad. La "fantasía"
es sinónimo de puerilidad; los "fantasmas" son espíritus
chocarreros que utilizan sábanas para espantar y la "magia" es lo
que practican los charlatanes que sacan conejos de sus sombreros huecos.
En nuestra era científica la magia sólo tiene cabida en los
libros infantiles. No siempre fue así. A primera vista podríamos
creer que el imperio de la magia ocurrió en un remoto pasado, no
muy distinto al mundo imaginado por Tolkien en El señor de los
anillos. Al evocar la imagen del mago nos viene a la mente la figura
de un Merlin; un anciano de largas barbas y sombrero puntiagudo. Mas el
auge de la magia como una práctica aceptada no ocurrió durante
la Edad Media, en una era de oscurantismo y superstición. Por el
contrario, el cenit de la magia tuvo lugar durante el Renacimiento. En
efecto, la magia es parte constitutiva de una época de sofisticación
intelectual sin parangón. La historia que todos conocemos va más
o menos así: durante los siglos xiv y xv se redescubrió la
antigüedad clásica. Italia rompió con el oscurantismo
de la Edad Media al revivir a la filosofía y a la literatura clásicas.
En política, el humanismo cívico reemplazó a la vetusta
escolástica. El libro que sintetiza este movimiento es El príncipe
de
Nicolás Maquiavelo, fundador de la nueva ciencia de la política.
Esta imagen, como todas aquellas que presentan sencillas estampas, es falsa.
Si bien el humanismo cívico terminó por volverse la corriente
hegemónica, coexistió por un largo tiempo con movimientos
filosóficos alternativos. Otras fuentes de inspiración competían
con los emuladores de griegos y romanos. La escolástica no desapareció
simplemente del mapa. Las escuelas de derecho también compitieron
con las enseñanzas inspiradas en Roma. Y, por último, los
valores seculares y cívicos del humanismo se hallaron en competencia
directa con la magia. Los horóscopos fascinaban a dignatarios e
intelectuales por igual. La fechas de construcción de palacios e
iglesias se escogían de acuerdo al calendario astrológico.
Los magos eran personajes cultos, bien conectados y respetados.
A primera vista parecería que la ascendencia de la magia en el Renacimiento es una anomalía intelectual. ¿Cómo imaginar una Florencia donde convivían un Leonardo da Vinci y un Merlin con una carta astral bajo el brazo? Pero nuestra sorpresa sólo es muestra de que la distancia que nos separa de esa época es inmensa. De la magia que se practicaba en el Renacimiento sólo nos queda una grosera caricatura, vacía de significado. Como demostró Ioan Culianu, el erudito profesor rumano asesinado en la Universidad de Chicago en 1991, la magia de hombres como Giordano Bruno, Pico de la Mirandola y Marsilio Ficino no tenía nada que ver con la noción popular del término. No sólo la magia era representativa de la sensibilidad del Renacimiento sino que, en algunas de sus versiones, es singularmente moderna. La magia de Bruno y otros era una técnica que buscaba manipular a la imaginación. Según Culianu en Eros y la magia en el Renacimiento (1987), "la magia es un medio de control sobre el individuo y las masas basado en un profundo conocimiento de los impulsos eróticos colectivos e individuales. Lo podemos reconocer no sólo como un ancestro distante del psicoanálisis, sino también, y de manera más directa e importante, de la psicosociología aplicada y de la psicología de masas". El mago del Renacimiento no ha desaparecido; simplemente se ha transformado en personajes tan reconocibles como el agente publicitario, el experto en mercadotecnia y el propagandista. EL MAGUS ¿Quién era y qué hacía el mago del Renacimiento? En De vinculis in genere (De los vínculos en general), Giordano Bruno (ca. 1548-1600) explica detenidamente el funcionamiento de la magia. Según Culianu, De vinculis in genere es la obra que merece el lugar de honor entre las teorías de la manipulación de masas. Este libro supera a El príncipe en profundidad, oportunidad e importancia. Mientras que pocos gobernantes actuales podrían imitar al tirano maquiavélico, los métodos de persuasión y manipulación descritos en De vinculis in genere son empleados a diario con éxito. Si Maquiavelo se ocupó de la manipulación política, Bruno creyó que era posible controlar otros ámbitos de la vida de la misma forma. El mago de Bruno es capaz de manipular a la multitud a través de sutiles "vínculos". El mago de De vinculis in genere es el prototipo de los sistemas impersonales, como los medios masivos de comunicación, la censura indirecta y la manipulación global que ejercen control sobre las masas incautas.
La acción mágica ocurría a través del contacto indirecto de sonidos e imágenes, que ejercían su poder sobre los sentidos de la vista y el oído. Éstos imprimían en la imaginación aversión, alegría, atracción o repulsión. El mago seleccionaba con gran cuidado los sonidos y las imágenes apropiados para inducir los estados mentales deseados. La personalidad del sujeto era crítica, pues no todas las personas reaccionaban igual al estímulo mágico. Aquí es cuando la información recabada adquiría una gran importancia. Las imágenes eran capaces de engendrar en un individuo, o en una masa de personas, sentimientos de amistad, odio, libertinaje... Por supuesto, la vista y el oído eran sólo puertas traseras a través de las cuales el "cazador de almas" el mago introducía sus cadenas y señuelos en las personas. La entrada principal para todos los procesos mágicos era la fantasía. De acuerdo con Aristóteles, el alma sólo puede transmitir las actividades vitales al cuerpo por medio de un órgano maestro el proton organon, un aparato espiritual localizado en el corazón. Los mensajes que percibimos a través de los cinco sentidos se dirigen a ese descodificador, que los traduce de tal forma que se vuelven inteligibles. En el proton organon un sentido interno llamado fantasía transforma los mensajes sensoriales en fantasmas, que el alma puede percibir. El mago intentaba apoderase de este centro controlador; el lente que le permitía al alma mirar afuera. Las cadenas debían ser "fantásticas".
Tenía razón Culianu cuando
afirmaba que los historiadores se equivocaron al creer que la magia había
desaparecido con el advenimiento de la ciencia. El mago del Renacimiento,
esa mezcla de médico y profeta, se ha transformado, pero no se ha
ido. Ahora se ocupa de las relaciones públicas, la propaganda, la
investigación de mercado, las encuestas y la publicidad. Los magos
modernos son una extensión del manipulador de Bruno. Los anhelos
del mago producir luz, moverse en el espacio de manera instantánea,
comunicarse con regiones lejanas del espacio, volar y contar con una memoria
infalible se han cumplido cabalmente con la invención de la electricidad,
el Metro, la radio y la televisión, los aviones, el transbordador
espacial y la computadora. Tal vez, si Bruno pudiera contemplar el mundo
moderno, miraría a su alrededor y, después, simplemente sonreiría.
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