Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 15 de junio de 2002
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Deportes
El rojo, color de la victoria

Madrugada explosiva de alegría en Corea por el histórico pase

 DPA Y PL

Seul, 15 de junio. Cientos de miles de personas salieron a celebrar este sábado en las calles de Seúl la clasificación de Corea del Sur a octavos de final del Mundial 2002.

Al grito de taehan minguk (gran país coreano), Seúl vivió una madrugada de explosiva alegría, con sus habitantes tocando el claxon y marchando a paso de hombre con sus automóviles.

Música a todo volumen, torsos desnudos, banderas y bailes espontáneos en las calles convirtieron la capital surcoreana en una enorme fiesta que continuaba entrada la madrugada.

La marea roja cubrió primero el estadio Munhak y luego las calles del país.

Se estima que 80 por ciento de los surcoreanos presenciaron la victoria sobre Portugal y las tres cuartas partes de ellos vestían una camiseta roja.

La prenda parece un amuleto que empuja el andar de los Diablos Rojos hacia metas superiores en su increíble Copa del Mundo compartida, y para los asiáticos resulta casi un sacrilegio no vestirla cuando juega la selección de casa.

Muchos peninsulares sureños piensan que más allá de la real calidad del equipo, de la condición de anfitrión o los poderes del técnico holandés Guus Hiddink, el secreto del éxito radica en una casaca encarnada.

En un país donde los autos matizan de blanco las calles, de pronto estalló una bomba roja que coloreó restaurantes, tiendas y hasta oficinas gubernamentales.

Tal matiz significa desde sangre hasta pasión y espíritu, cualidades vinculadas al carácter luchador de los antiguos guerreros nacionales Taeguk.

Ya muchos califican de futbol celestial el exhibido por los discípulos de Hiddink en la fase eliminatoria, y aunque los anfitriones tendrán en Italia a un rival con demasiado pedigree para los octavos, sus seguidores confían en la magia de millones de camisetas rojas cubriendo los latidos de sus corazones.

En estos días algunos surcoreanos asumen actitudes extremas, como un escolar de 10 años que confesó no haberse quitado la playera roja desde el inicio del Mundial, porque teme que si lo hace la selección pierda.

O un empresario que suele llevarla bajo la camisa y la corbata, aunque le suponga aumento de volumen, "pero si es bueno para la causa surcoreana bien vale la pena parecer algo ridículo", refiere. 

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