Jornada Semanal, domingo 9 de junio del 2002                 núm. 379

 
 

QUERÉTARO Y LA UNIVERSIDAD PÚBLICA

El 8 de mayo de 2002 desfilaron por las calles de Querétaro quince mil estudiantes, profesores y trabajadores universitarios para exigir al errático y prepotente gobierno del estado la entrega del subsidio, pero sobre todo, para defender a la universidad pública acosada de distintas maneras por el neoliberalismo y por la mochería fundamentalista.

Todos sabemos que la única caja de resonancia que hay en el país es la gigantesca, descoyuntada y esperanzada ciudad capital. Los manifestantes de los distintos estados de esta república cabezona (en todos los sentidos) tienen que desplazarse a la cabezota, y, a pesar suyo, estropear el tráfico vehicular por unas horas, merodear por Los Pinos, las secretarías y las oficinas federales, desahogar pulsiones oratorias, gritar lemas, hacer gestos a las cámaras de televisión y organizar el regreso a sus pueblos, al silencio y al olvido que sólo se romperá con el siguiente viaje a la capital. Para que los medios se ocupen de las manifestaciones locales tiene que hacerse un escándalo máximo y, de preferencia, procurar que haya “chipotes con sangre”. De lo contrario, la prensa capitalina sacará un pequeño comunicado de corresponsal y los medios electrónicos, especialmente los monopolios mercantiles que manejan esa “industria de la conciencia” (Morin dixit) callarán cuando el tema sea contrario a sus pautas ideológicas o, si no hay más remedio, proyectarán algunas imágenes y editorializarán con su tradicional sutileza de rinocerontes en la llanura. México es, por lo tanto, un país ensimismado en su capital. La provincia existe cuando nace un borrego con trece patas, azotan los fenómenos de la implacable madre naturaleza, sucede un accidente con mucha hemoglobina o se celebra una manifestación terminada como el rosario de Amozoc. Mis amigos corresponsales de los medios capitalinos en distintas ciudades de la provincia cuentan con los dedos las notas que les publican. Esta circunstancia los obliga a devaluar de antemano sus comunicados, pues sus chicharrones truenan poquísimo en el monstruo ensimismado. Últimamente, el Canal 11, en sus programas noticiosos (homenaje oportuno a Adriana Pérez Cañedo y a Mayte Noriega, nuestras mejores y más profesionales coordinadoras y lectoras de noticias en el Canal 11 y en Televisión por Cable) incluye unos segunditos de imágenes generadas en provincia.

Por esta serie de circunstancias, los medios capitalinos no le dieron a la noticia de la manifestación en defensa de la universidad pública, gratuita y laica, la importancia que se merecía, a pesar de los esfuerzos hechos por sus corresponsales. Para subsanar, en muy pequeña parte, esa falla periodística, debo dedicar esta columna a la impresionante movilización de las autoridades universitarias, algunos ex rectores, el profesorado, los estudiantes y los trabajadores, dispuestos a defender a la zarandeada, vejada y humillada universidad pública.

Quince mil manifestantes es, en Querétaro o Génova, un número digno de ser tomado en cuenta por las autoridades políticas y los medios masivos. El acuerdo unánime con el que la comunidad universitaria decidió salir a la calle fue notablemente acertado y oportuno, pues la situación económica de la universidad y las dilaciones, trampas y engañifas usadas por el gobierno estatal para la entrega del subsidio ya dado por el gobierno federal, y para otorgar los apoyos que la casa de estudios requiere urgentemente, habían rebasado los límites de la prudencia.

La manifestación, encabezada por la inteligente y valerosa rectora, Dolores Cabrera, el consejo universitario en pleno, cuatro ex rectores, los líderes de los sindicados de académicos y trabajadores, de la federación de estudiantes y de los grupos estudiantiles no federados, partió del recinto del Cerro de las Campanas y culminó en la Plaza de Armas, enfrente de un Palacio de Gobierno cerrado, cohibido, mudo... Todo se desarrolló con calma y serenidad, la comisión de orden y vigilancia funcionó impecablemente, los oradores fueron breves (¡benditos sean!) y el discurso de la rectora fue conciso, prudente y, lo que es raro en estos tiempos, tuvo la elegancia que proviene no sólo de una buena prosodia, sino de un pensamiento claro y de un valor sereno. Al final, los estudiantes recogieron la basura y en todos los participantes quedó el ánimo de haber cumplido una tarea en defensa de la universidad pública y de los derechos humanos (todos sabemos que uno de ellos es el derecho a la educación) con respeto a la sociedad en general y con una seriedad que, aunada a la voluntad de permanecer en la lucha, son ya patrimonio moral de la universidad que es patrimonio histórico de una ciudad que, a su vez, es patrimonio artístico e histórico de la humanidad.

El Congreso local ha votado a favor de la entrega del subsidio y del inicio de negociaciones serias (el gobernador y sus ayudantes no han mostrado ninguna seriedad en este tema. Además, debemos recordar que el ingeniero Loyola manifestó, desde el principio de su muy errático gobierno, su desconfianza en la universidad pública) sobre la precaria situación financiera de la Casa de Estudios. De momento, el gobierno sigue en sus absurdas trece y se han roto las negociaciones.

Por su parte, el gobierno del estado ha diseminado una serie de rumores sobre la forma en la que las autoridades universitarias manejan los subsidios federales y estatales. Hasta la fecha no se ha formulado ninguna acusación concreta en contra de las anteriores o de la actual administración. La Universidad no pretende gozar de extraterritorialidad en estas materias. Si algo sabe o sospecha el gobierno estatal que presente los cargos ante el poder judicial. La Universidad no ha tenido, ni tiene, ni tendrá objeción alguna a la investigación que corresponda. Además, practica auditorías periódicamente y se sujeta a las estrictas reglas del presupuesto por programas. Se habla, además, de la pesada carga representada por el pago de las jubilaciones y de los sueldos de los ex rectores. La última es una acusación ridícula, pues los ex rectores no recibimos sueldo o ayuda económica de ninguna especie. Respecto a las jubilaciones, se trata de una conquista que, de acuerdo con los sindicatos, puede ser objeto de un estudio sobre la obtención de los fondos necesarios para atender ese aspecto fundamental de la vida laboral.

La Universidad Autónoma de Querétaro ha iniciado la defensa de la universidad pública con seriedad y madurez. Espero que su ejemplo cunda en las universidades afectadas por la mala política neoliberal. Los medios informaron deficientemente sobre estos esfuerzos. No importa. No todo es Berlusconi, Televisa o Azteca. No todo es el ensimismamiento de la prensa capitalina. El rumor, como en los pasado siglos, circulará por la provincia y, ahí, como siempre ha sucedido en México, se gestará el verdadero cambio.
 
 

Hugo Gutiérrez Vega
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