EUROPA Y EU: LOS NUEVOS FEUDOS
De
manera casi simultánea, en esta semana la Unión Europea (UE)
y Estados Unidos anunciaron la adopción de férreas medidas
policiales en puertos, aeropuertos y fronteras terrestres para controlar
el ingreso de extranjeros.
En el primer caso, los ministros del Interior de los estados
miembros de la UE acordaron conformar un cuerpo policial especializado,
apoyado por un enorme dispositivo tecnológico y de inteligencia,
cuya misión será detectar, vigilar, detener y deportar a
migrantes que sean considerados indeseables por los gobiernos de Europa
occidental.
En el segundo, el secretario de Justicia de Washington,
John Ashcroft, anunció ayer la puesta en vigor de procedimientos
migratorios cuyo concepto data de la segunda Guerra Mundial, pero ahora
con tecnología de punta para capturar, comparar e identificar las
huellas dactilares de quienes pretendan internarse en territorio del país
vecino por aire, mar o tierra, con el fin de detectar y capturar a presuntos
terroristas.
El blindaje de las fronteras europeas contradice la tradicional
política de asilo e inmigración que caracterizó a
la mayor parte de las naciones de la UE durante la segunda mitad del siglo
recién pasado, y que les permitió un desarrollo social diverso,
multicultural y cosmopolita. Las nuevas disposiciones migratorias responden,
en cambio, al desarrollo de las ideologías de ultraderecha y al
avance electoral de los movimientos neofascistas y neonazis en casi todos
los integrantes de la UE.
Por lo que hace a Estados Unidos, el endurecimiento adicional
de los controles anunciados por Ashcroft confirma las tendencias xenófobas
y paranoicas al alza en el país vecino --sobre todo, después
de los atentados terroristas del 11 de septiembre-- y reafirman las políticas
de Estado persecutorias contra los migrantes.
En uno y otro casos la ubicación de los extranjeros
en el ámbito policial prefigura la conformación de nuevos
feudos en un mundo supuestamente globalizado y constituye una aproximación
frívola, superficial e inhumana al fenómeno, el cual tiene
sus raíces en las patentes asimetrías económicas entre
las naciones de origen y las de destino de los flujos migratorios. Ahora,
las segundas imponen a las primeras la demolición de sus fronteras
comerciales, pero pretenden erigir barreras inexpugnables a los trabajadores
migratorios expulsados de sus países de origen por la misma liberalización
comercial y sus consecuencias sociales desastrosas.
Tanto en Europa como en Estados Unidos, las nuevas estrategias
oficiales de control, vigilancia y hostigamiento de extranjeros habrán
de traducirse en un incremento de las violaciones a los derechos humanos
de los migrantes, en un impulso al tráfico clandestino de personas
y en la disminución de las libertades civiles en general. El huevo
de la serpiente se incuba, hoy, en los reglamentos migratorios del Occidente
rico, desarrollado y pretendidamente humanitario, tolerante o, cuando menos,
promotor de los derechos básicos.