Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 31 de mayo de 2002
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Política

Los mexicanistas,con toda la fuerza del alma, contra la hoz y el martillo

En 1969, las organizaciones mexicanas de ultraderecha calificaban al comunismo como "ateo, anticientífico, destructor de todo lo acumulado por el trabajo, la experiencia y los conocimientos. El peor enemigo de nuestras tradiciones y de nuestras instituciones democráticas, de las libertades humanas y de la dignidad del hombre", al que debía combatirse, proclamaban, "con toda la fuerza de nuestra alma".

Así, por ejemplo, lo calificaba el Frente Popular Anticomunista de México, fundado en 1951 por Jorge Prieto Laurens, y que entonces dirigía Victorino Valdés Fernández. En esta organización participaban, entre otros, escritores como Salvador Borrego (autor de Derrota mundial, 1955), o docentes universitarios como Julio López Silva.

Al igual que las organizaciones de izquierda, los grupos de ultraderecha no estuvieron exentos de la infiltración gubernamental.

De acuerdo con documentos oficiales consultados, cuya copia tiene La Jornada, el agente de la Policía Judicial Federal número 383 era uno de los encargados de reportar las actividades de ese grupo a la Procuraduría General de la República (PGR).

En un memorándum del 13 de mayo de 1970, ese agente refirió que "en fuentes conectadas con el Frente Popular Anticomunista" tuvo conocimiento de la distribución del documento "Memoria del Congreso Mexicanista del Oriente de México", del cual obtuvo una copia.

El texto remitido por el agente 383 explica que el término "mexicanista" fue utilizado "para evitar suspicacias y temores de algunas gentes que tienen miedo de ser acusadas de macartismo y de cazadoresanticom01 de brujas", aunque aseguraba que "todo lo que se hizo (sus actividades desde 1967) fue de franca, leal y abierta lucha contra el comunismo internacional, la más funesta plaga que amenaza a la humanidad".

El documento también advertía que desde 1949, cuando surgió la Federación Mexicana Anticomunista, ésta tenía en "Guadalajara un baluarte indefectible de las tradiciones religiosas", y que esta ciudad estaba llamada "a decidir la batalla definitiva y última contra el comunismo internacional".

En el texto, publicado en mayo de 1970, se exponía además que "si los comunistas quieren uncirnos al yugo totalitario, fomentar guerrillas para convertir a México en una satrapía más dependiente de Moscú o de Pekín, y borrar las esencias nacionales, nosotros debemos aceptar el desafío. La lucha está entablada. Nosotros, los anticomunistas, con toda la fuerza de nuestra alma, con todas nuestras fuerzas, debemos defender nuestras familias, nuestros intereses, nuestras tradiciones, nuestra mexicanidad. No vamos a permitir a ningún costo que sea pisoteada nuestra gloriosa bandera tricolor y que sea substituida por el trapo rojinegro ni por la hoz y el martillo".

Tal beligerancia discursiva estaba motivada porque en esas fechas en muchos estados de la República operaban doce organizaciones armadas, la mayoría con ideales comunistas, que el gobierno se dedicó a reprimir, deteniendo y desapareciendo a muchos de sus integrantes.

Así, el Frente Popular Anticomunista recomendaba "a cada uno de los gobiernos de las entidades nacionales constituir organismos oficiales con facultades legales para investigar, proscribir y sancionar toda actividad o acción procomunista, que realicen ciudadanos nacionales o extranjeros; reformar adecuadamente los preceptos legales que actualmente favorecen la militancia social o política de los partidos o agrupaciones que propongan los sistemas comunistas o socialistas".

Asimismo, pedían "eliminar de los puestos clave de la administración, y los puestos sindicales, a quienes coadyuven con la propaganda y difusión del comunismo, fijando sanciones por traición y subversión, a los agentes del comunismo, conforme a la legislación o reformas a las leyes respectivas".

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