martes 14 de mayo de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Carpeta

Desaprobación progresiva

n Sergio Cortés Sánchez

En casi un mes, la diferencia entre los que rechazan la construcción del estacionamiento subterráneo en el zócalo y los que la aprueban aumentó en 20 puntos entre los ciudadanos del municipio de Puebla. Cuando el debate se abrió en los medios de comunicación y se vertió posiciones y juicios, la desaprobación de la iniciativa del presidente municipal de Puebla ha sido creciente. Si la referencia fuera únicamente los ciudadanos que dicen simpatizar con el PAN, la desaprobación de la iniciativa es 10 puntos más alta que su aceptación.
Si contruyeramos un índice de aprobación sobre dicho estacionamiento y la escala de valores a la respuesta muy de acuerdo fuera 1; de acuerdo, 2; en desacuerdo, 3, y muy en desacuerdo tuviera el valor de 4, el promedio de 22 opiniones vertidas por 414 ciudadanos los pasados días 11 y 12 de mayo fue de 2.6, más cercano a la desaprobación que a la aceptación. Ese estacionamiento no es lo prioritario; el lugar elegido no es el único ni tampoco es el mejor, y las consecuencias generadas por la imposición de ese proyecto puede generar problemas superiores a los beneficios. Además, la coyuntura alimenta suspicacias: la banca mexicana se reprivatizó a precios menores a los del mercado, incluso hay evidencia de lavado de dinero; hay indicios de que empresas extranjeras financiaron la campaña presidencial de Vicente Fox y no están nada claros los supuestos logros que la privatización del sector eléctrico ha tenido en otros países.
La suma de las respuestas de cuatro encuestas levantadas en el municipio de Puebla entre los días 19 de abril y 12 de mayo a mil 866 ciudadanos no deja dudas al respecto: la mayoría de los traslados al Centro Histórico es a través de colectivos; para los ciudadanos que utilizan ese tipo de medio lo urgente es una reforma radical del transporte que les garantice seguridad, comodidad, rapidez, afabilidad y costos. No es la promoción del transporte particular lo que debería privilegiarse, sino la del público, y por ahí las respuestas son otras. No hay evidencia de que los autos se aparquen en las calles por falta de estacionamiento: ocho de cada 10 conductores dicen que lo estacionan ahí por economía y comodidad, no por falta de cajones. Puede incrementarse la oferta de espacios (en el zócalo o en otras partes), pero no necesariamente las calles estarían despejadas por ello; eso dependería de la oferta alterna de transporte, del poder adquisitivo del conductor y de las tarifas de estacionamiento: si la construcción del estacionamiento subterráneo garantiza la conservación de la actual flora, la inversión se duplicaría y el costo del servicio sería del doble o incluso más de la tarifa actual, lo que lo haría prohibitivo.
Hay consenso en agilizar el tráfico, en modernizar el sistema de transporte, en aumentar el número de cajones, el incrementar las medidas de seguridad en las calles, en que el personal de tránsito y la Policía Municipal sea afable, en restaurar el Centro Histórico, en aumentar las actividades culturales y recreativas, en que las calles sean más limpias, en crear una zona peatonal alrededor del zócalo, pero ninguna de estas iniciativas se sustenta en la enajenación a particulares de un bien público y la probable destrucción del patrimonio cultural. Si el presidente municipal deseaba estar en los medios de comunicación, lo ha logrado, si pretendía hacer una obra para la colectividad, ha fracasado: no es lo más urgente, tampoco es el mejor momento y ni es el lugar idóneo para tal fin.