Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 9 de mayo de 2002
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Política
Jorge Santibáñez Romellón

La Interparlamentaria: ¿otro acontecimiento social?

El próximo jueves da inicio en Guanajuato la reunión Interparlamentaria México-Estados Unidos. Estos encuentros, en los que periódicamente se reúnen legisladores mexicanos con sus homólogos de Estados Unidos, se realizan desde hace algún tiempo (esta es la ocasión número 41), y para decirlo con toda franqueza han caído en reuniones de forma, de protocolo, que en muy poco o nada han servido a los intereses de los mexicanos. Una de las razones que explican ese desencanto es que en nuestro país el Congreso tenía un peso y una independencia muy limitados.

Más allá de la sistemática y estéril crítica que el Congreso mexicano hace de todo lo que venga de Estados Unidos, nuestros representantes eran ignorados por sus contrapartes por la sencilla razón de que no los consideraban "pares". Esencialmente los congresistas estadunidenses, con cierta razón, partían de dos supuestos: la falta de representatividad y el sometimiento al Ejecutivo. El primero se refiere a que nuestros diputados y senadores, a diferencia de ellos, no representaban a nadie, ya que derivaban sus cargos de procesos electorales más que dudosos, y el segundo a que nuestro Poder Legislativo estaba totalmente subordinado al Ejecutivo. En estas condiciones, qué sentido tendría reunirse a platicar temas de relevancia con actores que no son representantes de nadie y que, además, solamente cumplen órdenes. En esta lógica era mucho más rentable reunirse con el jefe y no con los subordinados.

Hoy, después de un largo proceso que alcanza uno de sus momentos más importantes, pero que no comienza ni concluye con las elecciones mexicanas de 2000, ninguno de los dos supuestos se cumple, y la pregunta que nos hacemos es si eso será suficiente para que estas reuniones de los dos congresos se conviertan en verdaderos instrumentos de cambio. Desafortunadamente el asunto no es tan fácil ni tan evidente. Para ello se requiere que varios factores ocurran. Analicemos algunos.

La conformación de las delegaciones es de gran importancia. En la medida que ambos países envíen a los congresistas más influyentes, la reunión no sólo tendrá mayor impacto, sino lo que de ella se derive. Al respecto, el pasado martes se conocieron los nombres que integrarán la delegación mexicana, y lo menos que podemos decir es que, en efecto, en ella aparecen legisladores de gran influencia (Felipe Calderón, Ricardo García Cervantes, Diego Fernández de Cevallos, Irma Piñeyro, Ildefonso Guajardo, Silvia Hernández, etcétera). Del lado estadunidense aún no se conoce la lista, pero sí se sabe que será presidida por Jim Kolbe, un republicano de influencia, pero que no es precisamente el gran amigo de México.

La conformación de la agenda es otro factor de gran relevancia. Como la reunión se realiza en México, nosotros llevamos "mano" para proponer los temas a tratar, y es muy importante que se aborden los verdaderos problemas y en su real dimensión. No tiene sentido desgastarnos en asuntos coyunturales o que no tienen solución. Recurro nuevamente como ejemplo al tema del fallo de la Suprema Corte estadunidense en contra de un indocumentado. La resolución es inapelable y nada ganamos denunciándola, como no sea tensar la reunión cuestionando al máximo tribunal de un país democrático. Por el contrario, debemos trabajar por soluciones de fondo, como la regularización de los migrantes mexicanos indocumentados, que será la mejor forma de evitar los abusos. Por lo que se sabe, la agenda propuesta gira en torno a migración, seguridad fronteriza, Tratado de Libre Comercio y la relación entre ambos congresos. Esto suena muy bien.

La cohesión y congruencia de la delegación mexicana será factor determinante del éxito de dicha reunión para México. Ojalá que a nuestros diputados y senadores no se les ocurra aprovechar el foro para atacar al Ejecutivo, a Jorge G. Castañeda o a otros partidos; ventilar asuntos que son de la agenda interna; revivir el asunto cubano; tener desplantes de independencia total con respecto a Estados Unidos (como si alguien se la creyera), o bien reclamar airadamente abusos mucho menos graves que aquellos que nosotros mismos cometemos.

Ya va siendo hora de que la oposición mexicana muestre que es lo suficientemente madura para distinguir que con algunas estrategias, si bien es cierto son útiles a corto plazo para dañar al contrario, a final de cuentas no gana nada y, por el contrario, México sí pierde. Un poco de institucionalidad no hace daño. Si quieren influir en la política exterior mexicana, ésta es una buena oportunidad para demostrar que tienen capacidad para ello.

Esta es la oportunidad para demostrar que el Congreso mexicano es un instrumento de gobierno útil al país, que sabe negociar por el país y no sólo para pelearse entre sus miembros o golpear al Ejecutivo. Es necesario reconocer la relevancia de la relación con Estados Unidos: nada más analice usted el monto de nuestras transacciones económicas y comerciales, o el número de mexicanos que vive en ese país, y se dará cuenta de que la dependencia, que no el sometimiento, es una variable con la que tenemos que aprender a vivir, y que sus reglas son aquellas con las que tenemos que aprender a jugar. Ojalá no perdamos otra oportunidad, ya que nunca se sabe cuándo será la última.

Presidente de El Colegio de la Frontera Norte

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