¿Sabía usted, apreciable lector, que las influencias del señor Alberto Guerrero Gutiérrez, director general del Colegio de Bahilleres del estado de Puebla (Cobaep), llegan nada más y nada menos que hasta la Secretaría de Contraloría y Desarrollo Administrativo (Secodam)?
Le vamos a contar una anécdota que a su vez nos fue relatada por quien la protagonizó.
El año pasado, Gerardo Gil Curiel, cajero almacenista en el plantel U21 del Cobaep y uno de los líderes prominentes del disidente Sindicato Independiente de Trabajadores del Colegio de Bachilleres, acudió a las instalaciones de la dependencia federal para entregar un expediente detallado de todas y cada una de las tropelías cometidas por Guerrero Gutiérrez contra sus opositores, desde que asumió el poder en el organismo descentralizado.
Los funcionarios de la Secodam que conocieron el documento manifestaron su indignación y preocupación por el clima de represión gestado en el Cobaep, pero extrañamente no actuaron, o dilataban en dar la respuesta que el caso ameritaba. Tal actitud extrañó mucho a Gil Curiel, quien no obstante siguió exigiendo la aplicación de la ley de servidores públicos contra Alberto Guerrero.
Un día, aciago, Gerardo entró a las oficinas de la Secodam. Grande e infortunada fue su sorpresa al encontrar en uno de los escritorios a José Luis Crotte Zerón, antecesor de Guerrero Gutiérrez en la Dirección General del Cobaep y amigo íntimo de éste, a grado tal que lo ayudó a formar el oficialista Sindicato Unico de Trabajadores del Colegio de Bachilleres del Estado de Puebla y lo nombró alto directivo de esa institución educativa.


Gil Curiel no pudo controlar su ira y explotó contra los funcionarios de la Secodam que lo habían atendido, poniéndolos al tanto de la trayectoria de Crotte Zerón como servidor público en Puebla y criticando la incongruencia que había entre el discurso de honradez y combate a la corrupción del presidente panista Vicente Fox Quesada y la acción concreta de mantener a alguien como el ex director del Cobaep en una instancia encargada precisamente de investigar conductas anómalas, irregulares o presuntamente delictivas entre los empleados del gobierno.
Gerardo Gil Curiel salió furioso de las oficinas de la Secodam, pero luego regresó con un objeto negro en la mano, que colocó en el escritorio de José Luis Crotte: se trataba de una rata, fabricada con hule espuma, que obtuvo afuera del edificio de la institución, donde había una jaula con cientos de esos monigotes, haciendo alusión a que esa dependencia tiene el compromiso de meter a todos los "transas" y corruptos a la cárcel. Cometido que, por lo visto hasta ahora, no ha sido cumplido.