Ana
García Bergua
EL CUADERNO
GRIS
"Cuando de aquí a treinta
o cuarenta años estos papeles se publiquen si es que algún
día se publican, ¿qué reacciones producirán
en el espíritu del lector, si es que tiene algún lector descabalado?
Yo sólo me atrevería a pedir una cosa a este lector hipotético:
le pediría que los leyese con calma, lentamente." Me parece que
el catalán Josep Pla, cuando a los veinte años escribió
su Cuaderno gris, producto de una necesidad íntima y de una
necesaria disciplina, ya sabía que iba a ser escritor e intuía
de alguna manera que su diario de estudiante ampurdanés en Barcelona
se leería no sólo treinta o cuarenta años después,
sino muchos más. Al empezar la lectura de este clásico del
siglo XX, inducida por mi hermana que me aseguraba
haber encontrado una especie de antepasado nuestro, pensé que quizá
podría escribir un artículo que consistiera sólo en
citar sus párrafos más deslumbrantes, para deleite dominical
de los lectores. El problema es que todo el Cuaderno gris resulta
apasionante, quizá porque ahí está la vida completa
de un escritor de principios del siglo veinte: el mar, los vientos, la
comida y los animales de Palafrugell, su pueblo natal, adonde el joven
Pla va a pasar las vacaciones, los cafés y sus tertulias, Barcelona,
la vida política, las mujeres a las que Pla llama siempre "señoritas",
sean prostitutas o hijas de familia, los maestros de la carrera de Ciencias
que abandonó y la de Jurisprudencia que emprendió después,
los comentarios y los atuendos de la gente, que son una de sus partes más
detalladas y curiosas. El propio Pla afirma en su Cuaderno gris que
uno de sus principales afanes es describir, y aunque procede a redactar
descripciones del mar o del paisaje para publicarlas, siempre le parecen
anquilosadas. En cambio, las que hace en su diario son fantásticas:
"El mar parece haberse sentado tranquilamente en el horizonte", o "El garbí
es un viento africano, turbulento, racheado, húmedo, turbio, mucho
ruido y pocas nueces. El gregal es un viento más académico.
Ha pasado por Grecia y por Italia y ha tocado, antes de llegar aquí,
formas divinas para mí tan lejanas. Llega del mar continuo y sapiente."
Pla, que fue periodista y después
publicaría muchos libros más más diarios de viajes
y de vida, una novela, incluso un libro sobre cocina y fue una figura
polémica por sus actividades a favor del franquismo, ha sido elogiado
como un gran adjetivador, cosa que fue (dice, por ejemplo, de un hombre
gordo que sólo devora pichones: "Es un hombre de régimen
alimentario monográfico", o "el amarillo es el color de los locos",
quejándose de los tranvías de Barcelona que habían
sido pintados de aquel color), pero leerlo se parece más a leer
a Proust o a Stendhal. Es un animal literario que camina y va formando
con lo que ve una especie de fresco minimalista amenísimo y sorprendente:
las historias de la gente que conoce son pequeños cuentos; sus conversaciones
de tertulia, revelaciones muy apasionantes de lo que pensaba toda una generación:
sus seriedades, sus bromas, trajes y manías, algunas incluso muy
cercanas a las de los surrealistas. Sobre eso él mismo dice: "La
primera virtud que se necesita para dedicarse a la literatura a la novela,
por ejemplo es candor, ingenuidad. Los escritores se interesan por las
cosas de los otros, tratan de comprender a la gente, se ocupan de los demás.
¿Puede haber algo más pueril, más infantil?"
Me he encontrado algunos ensayos en internet
que cuentan la vida de Pla, intentan desentrañar sus aficiones franquistas
(en realidad desde chiquito era un hombre muy conservador, como apunta
en el Cuaderno: "La más alta virtud del hombre civilizado
es la capacidad real o aparente de olvido. Una sociedad construida y pacificada
se basa en un entretejido de mutuos menosprecios."), su relación
con las señoritas tan curiosa, pues si se llegaba a casar con alguna
(y sí llegó a estar casado), de ellas esperaba que fueran
amas de casa limpísimas su madre fregaba el piso con tal afán
higiénico que los habitantes de la casa se congelaban y a la vez
las veía como objetos caros e inasequibles. Existe de hecho la historia
de la prostituta que fue su última relación, a la que siguió
incluso hasta la Argentina, cuando ella y su marido se fueron a montar
un burdel. En fin, todo ello me ha resultado muy interesante, pero desmerece
frente a la delicia de leer a este joven de veinte años, que es
como visitar a un amigo muy maniático, muy serio, al que uno aprecia
mucho y que ejecuta de manera admirabilísima eso que en las clases
de literatura de antes llamaban "descripción de tipos humanos".
Aquel del que he recolectado estas poquitas frases más que nada
sobre este último tema, como les decía al principio, para
su deleite dominical:
Los matrimonios unidos (muy raros) son
un compuesto formado de un temperamento alargado por el amor propio y un
temperamento acortado por el sentido del ridículo.
La moda actual (era la de 1920) convierte
a las señoras en seres de considerable volumen. Las joyas aún
lo aumentan más. Al lado de sus señoras, los maridos parecen
más irrisorios aún con sus vestidos de dril, de solapas tan
reducidas. Cuando se ve pasar por la calle una pareja burguesa, parece
que la señora lleva un cántaro que es su marido.
A veces pienso en la cantidad impresionante
de horas perdidas, en estos años, pensando en la fornicación
con señoritas vagas, generalmente inconcretas. Pero acaso, sobre
este punto, hay una reflexión: quizás aún hubieran
estado más perdidas si las hubiera pasado fornicando con señoritas
concretas y tangibles.
cantaba con sus enormes manos aferradas
a las pequeñas solapas de la americana, como si estuviese cogido
a los hierros de una reja
Naief
Yehya
EL
SÍNDROME PMS:MIGUEL VENTURA
Y
EL NUEVO ORDEN LINGÜÍSTICO(I)
De las fantasías de dominio
planetario, de supremacía racial y de benevolencia hacia los menos
privilegiados nacieron algunas de las instituciones más siniestras
de las naciones colonialistas, particularmente aquellas cuya misión
consistía en la educación de los pueblos subdesarrollados.
Este proceso consiste en parte en que el colonizador "descifra" la cultura,
lengua y tradiciones de los colonizados para después "revelárselas",
desde una perspectiva tal que no quede duda de que su cultura es inferior,
infantil y deficiente. El artista de origen puertorriqueño radicado
en México, Miguel Ventura, ideó a fines del siglo pasado
una entidad inspirada en las instituciones lingüísticas europeas
fundadas en África: el New Interterritorial Language Consejo (NILC)
o Nuevo Consejo Interterritorial de Lenguas, el cual habría de convertirse
en el eje de una reflexión y exploración muy amplia de temas
y perversiones que van desde el poder totalitario y la reeducación
de las masas hasta la somatización de las enfermedades mentales
en una diversidad de monstruosidades físicas, pasando por la fantasía
de un ghetto-nación construido en torno a la utopía
de un hombre "nuevo".
La obra reciente de Ventura se expone en The PMS Dilema, en el museo
Carrillo Gil, una virtual retrospectiva de la evolución de este
artista donde puede verse su transición del óleo al dibujo
y de ahí a la fotografía, la imágenes digitales, el
video, la instalación y el performance. Las influencias de Ventura
van desde el expresionismo alemán hasta las megaproducciones fílmicas
de Mathew Barney y los delirantes psicodramas de Paul McCarthy, hasta el
cine de David Cronenberg, en particular The Brood (filme al cual
rinde homenaje). Junto a estas influencias tenemos una vasta colección
de textos e ideas apropiadas de fuentes diversas, como manuales políticos
y poemarios de Mao y libretos de ciertas óperas chinas de la revolución
cultural. Éstos y otros materiales sirven de sustento para los demenciales
pastiches ideológicos que dan vida a la imaginería perversa,
hilarante y perturbadora de la obra de Ventura.
DEL
VIEJO DESORDEN ALNUEVO ORDEN
La exposición es un recorrido cronológico
de una década de trabajo que inicia con una pintura (Sin título,
1991), varios dibujos y collages, que muestran un universo convulsionado
y en descomposición en donde el cuerpo humano es reducido, mutilado
y utilizado como material maleable. Cabezas y extremidades, así
como palabras y toda clase de atrocidades parecen emerger como espantosos
tumores de los atormentados personajes de estas obras realizadas entre
1987 y 1993. En esta debacle de cuerpos y maquinarias aparece una obsesión
con formas alternas de gestación y con la aparición de nuevas
formas de vida de entre las ruinas. Así como el cuerpo se desintegra,
el lenguaje también explota en un marasmo de idiomas desarticulados.
Súbitamente un caos digno de las pesadillas del Bosco parece disiparse
al llegar a Acerca del manejo correcto de las contracciones entre la
gente (que debe su nombre a una obra de Mao), seis impresiones digitales
al gouache, en las que aparecen las cabezas de seis matronas entrelazadas
por complicados nudos y rodeadas por textos adulterados del líder
chino, como: "Conducidos por los traductores del Nuevo Consejo Interterritorial
de Lenguas nuestros 600 millones de compatriotas, unidos como uno, están
participando en la gran tarea de construir una nueva forma de unidad a
través de nuevos y mejores métodos de sincronización
de lenguajes." Inmediatamente después aparece el personaje protagónico
de las fantasías totalitarias del universo NILC:
Heidi. La idealizada niña aria de largas trenzas rubias es el icono
motor de la ideología criptofascista NILC y
es reinventada numerosas veces en los sesenta dibujos que integran la serie
Los
cuadernos de mademoiselle Heidi Schreiber (1993). Esta
serie (de la cual el artista publicó un libro homónimo en
1995), inspirada vagamente en Las memorias de un enfermo nervioso,
de Daniel Paul Schreiber (un juez alemán del siglo XIX
cuya
esquizofrenia interesó tanto a Freud como a Lacan), muestra rostros
en diferentes estados de deformación que parecen marcar una transición
entre la apoteosis del orden previo y el higiénico nuevo orden que
se anuncia en la revolución lingüística. Rostros de
Heidi reaparecen en la series Gemütlihkeit Girls I y II;
en la primera hay ocho caras, pintadas con acrílico, de mujeres
y niñas con trenzas rubias en diferentes estados de afectación,
y en la segunda serie la cabeza del propio autor aparece en fotos digitalizadas
caracterizando a Heidi. Aquí la disposición de las trenzas
comienza a prefigurar los caracteres del nuevo alfabeto, como se ve en
las cuatrocientas fotos de la serie Pre-Language. El lenguaje de
NILC
o nilcese adquiere entonces una complejidad formidable que queda
plasmada en la Representación gráfica de 6 nuevos lenguajes
(2002), una pintura al acrílico en la que se establecen las conexiones
entre los diseños de las trenzas, los caracteres latinos y los caracteres
del nuevos lenguajes.
(Continuará.)
Juan
Domingo Argüelles
Destino y profecía:
La poesía
de Marco Antonio Campos
La poesía es un destino incluso
cuando es una elección. Marco Antonio Campos lo supo desde un principio
y se entregó a ese destino con la convicción y la seguridad
que le auguró, en inobjetable poema, Ernesto Mejía Sánchez.
En sus Estelas/homenajes, Mejía
Sánchez, que lo vio y lo animó desde sus inicios, lo denominó
poeta culto, muy antiguo y muy moderno, muy mexicano y muy contemporáneo,
con las bibliotecas ya desde entonces perfectamente leídas.
Y aprovechó Mejía Sánchez
para descubrir, nombrar y señalar las virtudes y los intereses del
poeta mexicano: su itinerario vital y su periplo lírico. "Se pierde
dice el nicaragüense por Grecia y Roma y más que todo por
Florencia, ¿pero quién que ha pisado la Plaza, el Puente,
la Galería, puede vivir o morir tranquilamente?"
A la salutación entusiasta, el poeta
mayor añade un augurio que todavía tuvo oportunidad de ver
cumplido puntualmente en la obra poética, narrativa, ensayística
y crítica de Marco Antonio Campos: "Este muchacho quiere sufrir
y lo conseguirá. No hay remedio contra estas cosas; es la inminencia
de la catástrofe."
Desde ese juicio lírico sabiduría
y profecía que definió tempranamente el destino poético
(y, más ampliamente, literario) de Campos, la obra de este poeta
ha crecido y se ha ahondado en una suerte de confirmación: cada
poema, cada página, cada verso están escritos, como exigía
Nietzsche, con sangre; es decir, con bilis; es decir, con luz, como complementaría,
años después en México, Carlos Díaz Dufoo hijo.
Ese destino está nombrado y confirmado,
insistentemente y con fuerza, en las líneas esenciales de la poesía
misma de Marco Antonio Campos. En uno de sus textos emblemáticos,
"Inscripción en el ataúd", lo dice en el tono confesional
enteramente suyo luego de haberlo heredado y asimilado de los maestros
hispanoamericanos de su estilo (Borges, Neruda. Vallejo): "Yo nací
en febrero a la mitad del siglo y uno menos, y Dios me dibujó la
cruz para vivírsela y las hadas me donaron cándidamente el
sol negro de la melancolía."
Los poemas de Marco Antonio Campos revelan
siempre ese destino y esa conciencia y le entregan al lector algo muy distante
de la vana palabrería o del inocuo juego verbal, tan inocente y
a la vez tan prestigiado entre los zafios que creen de veras, y además
lo publican despreocupados de su incapacidad sensible, que la poesía
es un acto inofensivo.
La poesía de Marco Antonio Campos
habla de la existencia, de la propia y de la ajena, a partir del ejemplo
personal: cada quien es todos los hombres, cada uno de nosotros somos el
hombre, el ser humano, y se vive y se goza, se vive y se sufre dejando
testimonio en esta tierra para quienes gozarán y sufrirán
y tendrán a la poesía como tósigo y cauterio.
Si bien ha ido creciendo en páginas,
sin ser desmesurada ni mucho menos excesiva, la obra de Campos ha ido también
desarrollándose y acentuándose sobre todo en su serena intensidad:
desde "Declaración de inicio" (que cronológicamente no es
su primer poema, pero sí uno de los primeros en los que sitúa
su vocación y su propósito) hasta "A contracorriente", un
poema de madurez donde el poeta puede verse en retrospectiva y recuerda
los sueños, reivindica las certidumbres y agradece los dones de
la existencia.
Entre estos dos horizontes (el del poeta
joven y el del poeta de la madurez), asistimos a un itinerario que hace
visibles y palpables los sitios vitales para la sensibilidad del autor.
No es nada más la relación de los hechos, sino también
la constancia de las emociones que despiertan cada ciudad, cada río,
cada calle y cada sitio de un mundo que ya no es más ancho y ajeno
sino propio, personal, adquirido para siempre en el sentimiento íntimo
de la más plena experiencia de los sentidos.
Las ciudades son ciudades hasta que el
poeta las habita; antes son únicamente lugares insospechados. Por
ello los turistas pasan sin dejar huella. El poeta, en cambio, las vive:
deja la vida en ellas. Así, en una madrugada en Atenas, la ciudad,
y especialmente una parte de la ciudad (las ruinas y los arcos) se vuelve
inolvidable para el poeta (y para los lectores) porque en ella "había
un manantial /de pájaros".
Esta es una de las imágenes más
ejemplares de la poesía de Marco Antonio Campos: una imagen que
concentra la emoción en una síntesis perfecta y traslada
al verso lo esencial; es decir, la esencia del vivir. Ese "manantial de
pájaros" quedará unido imperecederamente a una ciudad en
virtud de una imagen inolvidable y gracias a un par de versos en los que
se captura, con maestría verbal, pero también con emoción,
la transparencia, la claridad, la luz.
Precisamente de esencias está hecha
toda la poesía de Marco Antonio Campos. Los cinco libros que integran
al momento su Poesía reunida (Muertos y disfraces, Una
seña en la sepultura, Monólogos, La ceniza
en la frente y Los adioses del forastero) muestran un camino
en el que se ha renunciado deliberadamente a los falsos destellos que cultivan
aquellos autores de "la rítmica pirueta y del contrángulo
de la palabra" a los que se refiere, no sin ironía, en uno de sus
poemas.
La poesía de Marco Antonio Campos
va hacia lo verdaderamente importante, que no es otra cosa que lo que tiene
sentido para la vida misma: los versos que nos revelan un mundo, los versos
que quedan en nuestro corazón.
Y así como habita y vive otras ciudades
y camina otras calles y hace suyos, íntimos, los sitios de otras
geografías, así también habita y vive, apasionadamente,
las ciudades de su país.
Muy lejos de las inocencias y de las arrogancias
(que son otra forma de ingenuidad intelectual), Marco Antonio Campos ha
sabido entablar un diálogo cordial y exigente con el lector. Dentro
de su variada obra, su poesía ocupa un lugar central: el sitio de
privilegio que merece la escritura que ha sido sometida a su máximo
rigor para decir, para decirnos, lo esencial de la existencia, más
allá de las palabras y las meditaciones: desde el exacto centro
de la emoción. |
Javier
Sicilia
La literatura
y la complicidad con el mal
Cuando Baudelaire publicó Las
flores del mal planteó un serio problema a la literatura, sobre
todo a la narrativa: ¿para hacer buena literatura es necesaria la
complicidad con el mal? Y si es necesaria, ¿dónde queda la
bondad ética que se dice hay en toda obra de arte? ¿La obra
de arte, para ser artística, debe ser amoral o, acaso, como lo creen
ciertos novelistas en boga, inmoral?
Las preguntas no carecen de sentido, sobre
todo cuando vemos que una buena novela no está escrita, como decía
Gide, "con buenos sentimientos". En ella todo el bien y todo el mal se
cruzan y entrecruzan formando el nudo de lo humano. Su grandeza radica,
como bien lo definió Thomas Mann, en que es indefinible como la
vida misma.
Una novela escrita por una buena conciencia,
pensemos, por ejemplo, en la novela que habría podido escribir el
padre Ripalda, sería una cosa tan plana que la abandonaríamos
a la décima página. Por el contrario, una obra como la de
Dostoievski está plagada de actos sublimes y abyectos, de hombres
presos de una tensión ascendente y devorados por las pasiones más
innobles: Sonia contrasta con Raskolnikov; Aliosha y Zósima, con
Dimitri, Fiodor y la lúcida rebeldía de Iván. Hay
veces, incluso, que el mal, como en Los poseídos, parece
envolver todo el cosmos dostoievskiano.
¿Es que Dostoievski era cómplice
del mal? No lo creo. Conocer el mal y expresarlo, no es ser cómplice
suyo.
Los antiguos enseñaban que "el mal
tiene siempre por tema el bien". Dostoievski no ignoraba esa ley de la
creación. Sabía que el mal no subsiste y sólo actúa
por el bien. No era cómplice del mal, si no, como el gran artista
que fue, alguien que mostraba sus consecuencias. Gide lo notó con
mucha claridad: "Nada es menos gratuito en el sentido que se le da hoy
en día a esa palabra que la obra de Dostoievski. Cada una de sus
novelas es una especie de demostración; se podría incluso
decir, un alegato o todavía mejor, una prédica." Escribió
Los
hermanos Karamazov, Los poseídos y Crimen y castigo,
dice Jacques Maritain, "para proyectar sobre el ateísmo [yo agregaría,
sobre el mal que surge cuando desalojado Dios del hombre, todo depende
del hombre] la terrible luz que lo consumía", la luz de un conocimiento
metafísico que brilla en el fondo oscuro de la vida humana.
A ninguno de sus personajes, Dostoievski
les da una coartada. Los deja cumplir su miserable destino con una severidad,
una clarividencia y una lógica implacables: Raskolnikov, devorado
por la culpa y el amor de Sonia, confiesa su crimen y lo expía;
Iván, atrapado por las conclusiones de su rebeldía metafísica
y cómplice del justo asesinato de su padre, termina loco; Kirilov,
alucinado por las consecuencias de una libertad sin Dios, se suicida.
Ciertamente los ama, como Dios ama a sus
criaturas y se compadece de ellas (no hay uno solo de sus grandes personajes
por el que no sintamos simpatía y piedad a causa de su soledad,
de su angustia y de su debilidad). Pero, por lo mismo, para preservarlos
en su libertad, no interviene. Dostoievski respeta de tal manera en su
tarea de artista el milagro creador, que sabe que una complacencia consentida
a lo que lastima el alma o la hace grande le haría matar sus dones
de creador y falsear el misterio de la libertad del hombre.
El bien y la ética brillan ahí
por contraste con el mal. No necesita nombrarlos. Detrás de sus
mundos, como en un segunda trama invisible, ese universo está presente.
Qué diferencia con esos seudoartistas
como Georges Bataille o Sade que confundieron el conocimiento del mal con
su complicidad y terminaron por crear una obra tan densa y aburrida como
la que podría haber escrito el padre Ripalda con el puro bien. Esos
novelistas como alguna vez dije de Saramago que peca de un preciosismo
sin sustancia siguen narrando cuando el lector ya se fue.
Toda verdadera novela, toda verdadera obra
de arte es un espejo que refleja las leyes del gobierno divino, y el creador
que no cree en los valores éticos destruye, como en los novelistas
citados, la materia misma de su arte.
"Es
por amor escribía Maritain en Fronteras de la poesía,
no por una oscura colusión, por lo que el novelista está
en sus personajes. Sólo los pinta bien y los conoce si viviendo
en ellos los juzga. No para intervenir desde afuera y falsear su destino.
Sino, por el contrario, para seguir su destino desde adentro y hacerlo
vivir." Porque "la cuestión esencial no es saber si un novelista
puede o no pintar tal o cual aspecto del mal. La cuestión esencial
es saber a qué altura debe mantenerse para realizar esa pintura,
y si su corazón y su arte son lo suficientemente puros y fuertes
para hacerlo sin connivencia".
En este sentido, todo gran artista vive,
en sí mismo y en el trabajo con el lenguaje, una especie de ascética
que purifica su mirada para develarnos de qué lado en los terribles
y fascinantes claroscuros de la vida se encuentra el bien.
Además opino que hay que respetar
los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos
y evitar que Costco se construya en el Casino de la Selva y el aeropuerto
en Atenco.
Luis
Tovar
QUOD
ERAT
DEMOSTRANDUM(II)
Como es bien sabido, una antología
sólo deja plenamente satisfecho a quien la realiza, y en ocasiones
ni eso. La trigesimonovena Muestra Internacional de Cine lo demuestra quince
veces, con un programa que se reparte entre simas y cimas, divididas por
un interregno firmemente instalado en la medianía.
EN
EL FONDO
La coproducción España-Italia-Portugal
Juana
la Loca no sólo es la peor cinta de la Muestra, sino que significa
una lamentable demostración de que en cualquier sitio es posible
hacer un cine anquilosado y convencional hasta el bostezo (y a pesar de
eso, premiable, a saber por qué), para desperdicio de un personaje
y un periodo históricos mil veces más ricos que el cartón
sobre cartón conseguidos por Vicente Aranda.
La fiebre del loco, de Andrés
Wood, le quitó el lugar a Taxi para tres o a Bastardos
en el paraíso, por mencionar otras dos cintas chilenas más
valiosas que este cuento a medias entre el costumbrismo y el melodrama,
traidor de sí mismo entre un arranque interesante, el desperdicio
de personajes con más volumen que algunos protagónicos y
un final que cae por su propio peso.
Dana Rotberg, directora de Otilia Rauda,
no se ha cansado de explicar que no suscribe lo que se ve en pantalla,
porque los productores hicieron literalmente lo que se les dio la gana
en el cuarto de edición. A reserva de ampliar en otra columna éste
y los muchos otros problemas de la cinta, baste apuntar que quizá
ni Sergio Galindo, autor de la novela original, reconocería su propia
obra.
En Bicho de siete cabezas, de la
brasileña Laís Bodanzky, es demasiado fuerte el eco de Atrapado
sin salida, por más que aquí no se trate de un ladrón
sino de un joven en conflicto con su padre, y aunque sea una historia real.
La base es idéntica: alguien sano es confinado a un manicomio y
las consecuencias de convivir con locos, médicos y cuerpo de enfermería
son devastadoras.
LA
PELIGROSA MEDIANÍA
Aunque algunos espectadores consigan lo
que el protagonista no (echarse un sueñecito), Cuento de hadas
para dormir cocodrilos, de Ignacio Ortiz, tiene a su favor la osadía
de presentar completa una historia cuyo arco no sólo abarca decenas
y decenas de años, sino que implica un grado de complejidad narrativa
a la que el cine mexicano reciente no está acostumbrado.
Si en la próxima Muestra se incluye
Je
Viens Aprés la Pluie, filmada en 2001, sabremos si Tran Anh
Hung, responsable de En pleno verano (Vietnam-Francia-Alemania,
2000), recuperó el nivel que le conocimos en El perfume de la
papaya verde o sigue recorriendo, ya sin novedad, un preciosismo visual
y una morosidad narrativa paradójicamente tan disfrutables como
previsibles.
Algo similar ocurre con Buen trabajo,
de la francesa Claire Denis: ya filmó dos películas más,
pero estamos viendo lo que hizo en 1999. Y sí, es un buen trabajo,
pero no mucho más que eso. Esta historia de un sargento de la Legión
Extranjera que se ensaña con uno de sus subordinados está
bastante lejos, en fuerza expresiva, de Chocolat, con la que Denis
se dio a conocer hace catorce años.
Jaime
Humberto Hermosillo renueva su discurso formal con eXXXorcismos,
cinta minimalista sobre un homosexual que ajusta cuentas consigo mismo
y con el fantasma que lo ha perseguido durante años. Propositiva
e interesante, adolece sin embargo de un cuerpo de diálogos poco
sólidos que le restan algo del vigor alcanzado visualmente, así
como de la tensión dramática que se deriva del tema y su
tratamiento.
De Laurent Cantet se ha exhibido en México
la estupenda Recursos humanos. Ahora se presenta Tiempo de mentir,
en la misma línea del realizador: una historia perfectamente posible
(la de un hombre desempleado que se rebela, a base de ingenio, contra un
entorno hostil), contada con verosimilitud y una sencillez que ya quisieran
muchos.
La austriaca Días perros,
del eminentemente documentalista Ulrich Seidl, es un buen ejercicio estilo
Vidas
cruzadas, Magnolia, Cinco sentidos, Con sólo
mirarla, Happiness... Seis historias que se conectan, con el
calor ambiental como hilo conductor, y que hablan de soledad, conflictos
soterrados, desesperanza, etcétera.
El joven cineasta checo Jan Hrebejk echa
una mirada fresca a un tema más que socorrido. Permitirse el recurso
al ludismo es la mejor virtud de El amor en tiempos de odio, capaz
de amalgamar tragedia, ternura e incluso humor (algo tan criticado en La
vida es bella) en esta historia que se desarrolla durante la ocupación
nazi.
LAS
MEJORES
Baste con decir, por razones de espacio,
que el asiduo a la Muestra, Woody Allen, ahora con El beso del escorpión
un entrañable homenaje al cine negro, sigue tan confiable como
siempre, aunque muchos opinan que le quita el lugar a otros menos conocidos.
Hará mal quien diga algo semejante de los hermanos Coen, que vuelven
a demostrar su maestría en El hombre que no estuvo, acaso
la única cinta insoslayable de la Muestra.
Del bosnio Danis Tanovic está la
oscareada Tierra de nadie, magnífico alegato antibelicista,
y del ya conocido Dominique Deruddére (El amor es un perro infernal),
se presenta Quiero ser famosa, inteligente e irónica mirada
al criticable universo de la televisión y la fama.
Michelle
Solano
Como te guste
(II)
Para
Alejandro Viveros, por el reencuentro
y
las coincidencias
Mauricio García Lozano forma
parte de los directores jóvenes de nuestro país que han preferido
caminar sobre la línea de un teatro alejado de los cartabones y
la fórmula consabida. De sus trabajos destaca siempre la elección
de textos que ofrecen la posibilidad de la invención escénica,
esos mismos textos que a otros directores podrían parecerles "difíciles"
o "intratables". Su discurso como director tiene vetas inagotables que
ahora, tras varios años de trabajo, muestra lo mejor de su propuesta.
Como te guste no es un texto simple; ya en la entrega anterior se
dijo que es una de las piezas de Shakespeare no tan conocida y que quizá
sea de las menos visitadas por los directores. Pues bien, el texto de esta
obra entraña un reto para todos aquellos quienes se involucran en
la puesta.
Shakespeare dispuso que la acción
dramática se desarrollara en un bosque, en un mundo ideal rodeado
de pastores, cabras y flores. En ese escenario ubica historias de amores
imposibles, desterrados, melancólicos, y los hace recurrir al disfraz,
al juego de intercambio de personalidades. Con ese virtuosísimo
sentido de la ironía del que Shakespeare era dueño, juega
a desnudar, a develar la verdad, la trama de su obra, conforme va encubriendo
a sus personajes y situaciones. El cuestionamiento nace a partir de algo
aparentemente simple: puedes ser como te guste, amar como te guste, vivir
como te guste, y para García Lozano toma también otro sentido:
puedes llevar un Shakespeare a escena como te guste.
Y sucede que le gustó así,
con El teatro del Farfullero, compañía creada por García
Lozano, que tiene el objetivo de involucrar en sus proyectos a los actores
recién egresados, aquellos que todavía no están preocupados
(¿o deberíamos decir deformados?) por la idea de cuidar el
prestigio; me refiero a esos actores ávidos de trabajo, lejanos
del miedo de crear, de experimentar, atribuciones que le vienen bien a
este montaje, sobre todo si atendemos a los resultados del elenco: cohesión
y equilibrio. Destacan Yuriria del Valle, Miguel Ángel Barrera,
Humberto Busto y Grisele Hernández,
Otro punto interesante y que ha producido
sorpresas agradables, es el desempeño de Jerildy Bosch como diseñadora
del vestuario, que en pocas palabras puede resumirse así: ingenioso
y funcional. Bosch creó un diseño que rebasa la idea de un
simple vestuario, y esto no es gratuito cuando recordamos que parte de
la propuesta primero de Shakespeare en el texto y de García Lozano
en el montaje es jugar con el disfraz y las identidades, no únicamente
para el desarrollo del devenir anecdótico de la obra, sino como
ejercicio de creación para los actores, asunto donde el vestuario
se convierte en una herramienta fundamental.
La
música de Como te guste merece más de tres renglones.
No muchas puestas en escena corren el riesgo de tener músicos en
vivo, que además ejecutan la música original escrita específicamente
para esa obra. Los resultados son diversos: existen aquellas obras
en que uno se pierde en la espléndida ejecución o en la maravilla
de los compases y se olvida completamente de lo que acontece en la escena.
En otras ocasiones, la música es francamente mediocre cuando no
intolerable y echa abajo cualquier atisbo de armonía logrado por
el resto de los elementos que conforman la puesta. En Como te guste,
efectivamente la música posee su propio discurso, pero sirve perfectamente
al devenir de la obra, hace funciones de pre-texto, epílogo y paréntesis.
La ejecución es muy afortunada, en ella participan Bozena Slawinska
e Ina Velasco (violonchelo), Raúl Zambrano (guitarra), Gabriela
Méndez (flauta), Rita Sumano (viola) y Omar Durán (percusiones).
La música escrita por Horacio Uribe, uno de los compositores jóvenes
de nuestro país, posee un universo propio que se fusiona bastante
bien con lo que sucede en el escenario.
La escenografía y la iluminación,
diseñadas por Jorge Ballina y Víctor Zapatero, respectivamente,
componen un conjunto bastante interesante. Pocas veces tiene el espectador
la oportunidad de ver un Shakespeare con elementos escenográficos
que se alejen de la obviedad. Esta propuesta está sustentada en
los espacios vacíos provocados por la disposición de la escenografía;
a simple vista podría parecer tediosa, pero al transcurrir la obra
y ver las múltiples transformaciones que realiza y lo bien aprovechadas
que están por el elenco, no queda duda de que es justo la escenografía
que se necesita. Aunada a ésta, existe una iluminación muy
sutil, con cambios casi imperceptibles que la dotan de posibilidades sustanciosas.
¿Qué otra cosa podría
decirse de Como te guste? Sólo algo más: que tiene
en su haber la combinación perfecta escasísima incluso en
las buenas obras de humor e inteligencia.
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