DOMINGO 5 DE MAYO DE 2002


Autobiografía de Félix Serdán Nájera

Memorias de un jaramillista

Fue el escribano y brazo derecho de Rubén Jaramillo y colaboró en la redacción del Plan de Cerro Prieto. Tras el asesinato del dirigente campesino, siguieron años de "exilio" en Ciudad Juárez y el DF. Más tarde continuó trabajando en organizaciones sociales e indígenas. En 1994, el EZLN lo hizo "mayor honorario". Hoy, infatigable, se dedica a la promoción del Instituto Cultural Autónomo Rubén Jaramillo. Al referirse a sus memorias, de reciente publicación, Serdán describe al zapatismo de hoy como la continuación de las batallas del general Emiliano Zapata y de Rubén Jaramillo. Una línea de continuidad de la que Félix Serdán, a sus 85 años, es ejemplo viviente. Masiosare presenta extractos de la autobiografía

PLAN DE CERRO PRIETO. Por el mes de octubre de 1943, vimos la necesidad de elaborar y dar a conocer nuestra posición, por qué motivo habíamos tomado las armas, para que no se nos calumniara como asaltantes come vacas. Entonces nos sentábamos, aprovechando la sombra de los arbustos, pues no hay árboles muy grandes -Rubén, un grupo de compañeros y yo-, para dar ideas de cómo debía ser ese plan revolucionario. Le dimos el nombre de Plan de Cerro Prieto. Sus demandas fueron las mismas que ahora enarbola el EZLN.

mas-felix.jpgSE FORMA EL COMITÉ DE DEFENSA CAÑERA. El Comité de Defensa Cañera quedó integrado por los compañeros Valente Trejo, de Moyotepec, Víctor Reynoso y José Solís del Higuerón, Isabel Zenteno de Villa de Ayala, Eladio Alonso de Tehuixtla y yo, Félix Serdán de Galeana. Empezamos la lucha, yo había dejado de trabajar en el magisterio para dedicarme de tiempo completo a esta tarea, pese a que mi familia crecía y ese año nacería mi última hija, Elvia.

La lucha la empezamos el 2 de noviembre de 1958 con una gran asamblea con más de 2 mil cañeros. En esa ocasión estaba de gobernador el entonces general Norberto López Avelar, quien como militar participó en el asesinato del General Zapata. Dos días antes mandó a Pedro Ocampo, presidente municipal de Zacatepec quien había sido amigo y compañero nuestro, a decirle a Rubén que quería hablar con él. Estábamos en casa de Paula Batalla: Valente Trejo, Víctor Reynoso, Epifania Zúñiga, Epifanio Tovar, Magdaleno Návez, otros compañeros y yo; ya era muy tarde y, como Rubén no daba una respuesta, le dijimos a esta persona que Rubén no iba a ir a esa cita, que iría al día siguiente. Al retirarse nos pusimos a analizar el problema y concluimos que Rubén no debería presentarse solo. Esa misma noche acordamos recorrer
a varios ejidos cercanos a la zona de Cuernavaca para invitar a los ejidatarios a estar presentes al día siguiente. Cuando llegamos al Palacio de Gobierno, que era el Palacio de Cortés, había alrededor de 500 campesinos y campesinas. Se anunció Rubén Jaramillo y había la orden de que solamente entrara él, entonces dijo: "Yo no he pedido audiencia, a mí me llaman y tengo derecho a que me acompañen algunos de mis compañeros". Con mucha dificultad permitieron que entraran cuatro con él. Paula Batalla, tenía la preocupación de que algo pasara dentro de la oficina y como llevaba el arma de Rubén dentro de su canasta de mandado, debajo de lechugas y jitomates, le pidió al guardia que la dejaran entrar para "darle su mandado a la señora de Rubén, que ella ya se tenía que retirar". Convincente con su ingenuidad, logró que el guardia la dejara entrar para darle la canasta a Epifania, quien sabía que había algo más que lechugas en la canasta. Paula salió y nos dijo sonriente: "Ya me voy, ya le dejé las lechugas a Pifa". Cuando llegó Rubén con el gobernador Norberto López Avelar, éste con una actitud de descaro y cinismo, le dijo: "Señor Jaramillo, tengo instrucciones de preguntar ¿Dónde quiere vivir?, ¿Cómo quiere vivir? ¿Cuánto necesita para vivir?"

Rubén calmadamente le contestó: "Señor gobernador, yo no necesita nada. Tengo una pequeña parcela que me da lo necesario para vivir".

Entonces el gobernador le dice: "Quiero pedirle que suspenda la asamblea que tiene programada".

Rubén contestó: "Yo no he convocado a ninguna asamblea, me han invitado quienes la convocaron y voy a ir".

El gobernador trató de oponerse y Rubén señaló: "Señor, discúlpeme pero tengo derecho a hacer lo que crea correcto. Hasta luego".
 

TRAS LA APARICION DEL EZLN. En Morelos, convocamos a una reunión, de zapatistas y jaramillistas a la que no sólo asistieron zapatistas y jaramillistas sino hijos y nietos de ellos. Se platicó sobre ¿qué era lo que los indígenas de Chiapas pedían? Entonces se leyó la Primera Declaración de la Selva Lacandona, también se leyó el Plan de Cerro Pieto y el Plan de Ayala, y se encontró que en los tres documentos, en épocas diferentes, planteaban lo mismo en diferentes formas, pero que en esencia planteaban lo mismo. Entonces se tomó el acuerdo de elaborar un documento que se llamó "Declaración Morelos".

Teníamos ya la Declaración pero faltaba quién se encarga de entregarla a Chiapas y fui comisionado para llevarla. En abril salimos hacia allá la compañera Flora Guerrero y yo. Llegamos a San Cristóbal y nos encontramos con Morquecho, un compañero muy valioso que trabajaba como reportero del periódico local llamado Tiempo, que nos llevó en su auto hasta la selva. Cruzamos retenes del ejército mexicano, retenes del ejército zapatista y notamos luego la diferencia: el retén del ejército mexicano generalmente actuaba en una forma provocativa; los retenes del ejército zapatista eran muy rigurosos ?que a mí me pareció muy bien? pero sin la provocación. Llegamos a un lugar llamado San Miguel, antes, en el primer retén que era civil, nos detuvieron.

-¿Qué quieren? ¿Adónde van? -nos preguntaron.

-Vamos a ver al subcomandante Marcos.

-¿Quiénes son? ¿De dónde vienen?

Me pidieron la credencial para comprobar quién era yo y se fueron a consultar. De allá, yo creo que se comunicaron con el subcomandante Marcos, y cuando regresaron nos dieron vía libre. El primer retén militar del EZLN estaba en La Garrucha, ahí nos revisaron con mucho más minuciosidad, hasta en los zapatos buscaron que no hubiera algo que pudiera dañar al subcomandante. Afortunadamente estaban allí dos camionetas de médicos voluntarios que iba a entrar, y junto con ellos entramos a la selva. En esas camionetas iban soldados zapatistas y nos cayó un aguacero en el camino, hubo lugares que sin el apoyo de los compañeros soldados zapatistas no hubiéramos salido. Llegamos al lugar al que llegaría el subcomandante, había soldados y alguien nos dijo: esperen un poco no tarda el subcomandante, un cuarto de hora. Efectivamente, no pasó mucho tiempo en que llegó el subcomandante. Nos saludamos y nos dijo: ¡Qué bueno que vienen, tenemos fiesta!

Antes de la fiesta nos invitaron a comer lo que ellos tenían. Mientras preparaban la comida, muchos soldados (algunos con graduación) se acercaron para platicar conmigo, querían conocer la experiencia de la lucha jaramillista. Nosotros no podíamos presumir de que nuestra lucha hubiera sido tan importante como la de ellos: ellos llegaron a tomar cuatro municipios importantes, nosotros apenas tomamos un municipio y lo retuvimos sólo algunas horas, pero claro eran situaciones diferentes. Terminamos de comer y nos fuimos a la cancha de basquetbol, llegaron 85 soldados zapatistas jóvenes, creo que muchos con graduación pero todos con armas automáticas ?quizá no nuevas, pero automáticas?. Se empezó el acto, yo llevaba una manta que nos había hecho el compañero Jesús Mora, que estaba preciosa. Entregué el documento y el subcomandante Marcos lo leyó al público, noté que en un momento dado, la emoción le hizo quebrar un poco la voz. Terminó de leer ese documento, recibió la manta y me dio el reconocimiento como Mayor Insurgente Honorario del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.