Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 4 de mayo de 2002
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Economía

Carlos Marichal

La responsabilidad social de la banca

Desde hace 20 años ha sido atacado el concepto del estado de bienestar con el argumento de que las empresas requieren aumentar su rentabilidad y que la expansión de los gastos sociales del sector público las perjudica. Curiosamente, los promotores de esta tesis tienden a relegar al olvido el hecho de que fuera precisamente durante el periodo de auge del estado de bienestar en Estados Unidos, Europa y Japón (o sea entre 1945 y 1975) que se alcanzaron las tasas más altas de crecimiento económico de la historia moderna.

Pero, además, hoy se suele ignorar que no fueron solamente los gobiernos impulsores de este proyecto económico tan exitoso, sino que también fue fundamental el papel de la banca, la cual cooperaba de manera esencial en la difusión del crédito a tasas estables y bajas a la inmensa mayoría de las capas sociales de las sociedades industriales. De allí que triunfara la sociedad de consumo en Estados Unidos, lográndose que la masa de trabajadores contara con automóvil propio y casa decente. Lo mismo ocurrió en las sociedades de Europa occidental, como lo demuestra el caso de Italia, donde 80 por ciento de los habitantes lograron contar con crédito hipotecario para adquirir casa o departamento propio entre finales de la Segunda Guerra Mundial y 1980.

México, como algunos otros países latinoamericanos, disfrutó de algunas tendencias similares en el mismo periodo, logrando un crecimiento económico sorprendentemente sostenido y fuerte hasta 1982. Ello no estuvo desvinculado de la expansión del sistema de banca comercial y paraestatal y, sobre todo de su estabilidad, que permitió mantener tasas de interés bajas. Es cierto que hubo atraso en el desarrollo de la banca privada de inversión y del mercado institucionalizado de capitales doméstico. Asimismo, es claro que se manejaron los bancos privados y públicos en función de intereses clientelares vinculados con el gobierno controlado por el PRI, lo que alentaba la extraordinaria corrupción de políticos y empresarios. Sin embargo, no se produjeron crisis que desestabilizaran la economía en su conjunto.

Desde 1982, en cambio, el sistema bancario ha experimentado una extraordinaria inestabilidad y ha sido talón de Aquiles de la economía y sociedad mexicanas. Tanto la nacionalización como la privatización de la banca fueron fracasos. La evidencia está a la vista con la venta reciente de las empresas bancarias más importantes a grandes grupos internacionales, especialmente españoles y estadunidenses. Las mayores firmas, BBVA, Banco Santander y Citigroup, que actualmente controlan el grueso de la banca en México tienen la meta de que sus empresas bancarias sean cada vez más rentables.

Pero más allá de obtener ganancias, es manifiesto que debido a su papel estratégico, la banca deberá cumplir más responsabilidades sociales, pese a que los directivos bancarios no lleguen todavía a captar con toda claridad esta dimensión de su oficio. Los banqueros reciben fondos del conjunto de la población y la prestan a un universo de clientes más reducido. Tienen que asegurar que los clientes puedan devolver los fondos prestados, razón por la cual desde 1995 los bancos en México prestan fundamentalmente a grandes empresas y personas acaudaladas. En los dos años anteriores se ha producido una ligera modificación con un aumento del crédito al consumo, pero todavía de manera muy cautelosa. Por otra parte, a la pequeña empresa se la ha dificultado. La cuestión, sin embargo, es si ello será realizado a costa de las grandes mayorías de la sociedad mexicana o en beneficio de ellas.

Si se desea un crecimiento más fuerte en el futuro, será imposible seguir con el modelo actual de desempeño bancario. Dada la mala distribución del ingreso en el país, es evidente que la Bolsa mexicana seguirá siendo reducto de una elite privilegiada. Para el financiamiento global se requiere que la banca comercial canalice mayores recursos a la masa de pequeños clientes potenciales y vaya diseñando instrumentos de banca popular, tanto a nivel de ahorro como de crédito. En este sentido, debe subrayarse que no es solamente el Estado -cada vez más adelgazado- el que debe atender las necesidades económicas de las mayorías populares sino también la banca comercial.

Sin embargo, en la medida que la banca en México siga atendiendo tan mal (como lo hace actualmente) a los pequeños clientes, su desempeño continuará siendo deficiente y socialmente irresponsable. Por el momento, el Banco de México y la Secretaría de Hacienda parecen estar empeñadas exclusivamente en crear una estricta regulación, como lo demuestra la nueva Ley de Ahorro y Crédito Popular que se ciñe a establecer controles más que a fomentar nuevos métodos de crédito.

En efecto, se requieren nuevos instrumentos de crédito y ahorro (confiables) tanto a nivel urbano como en el campo mexicano, tan necesitados de financiamiento para alentar la creciente diversificación de empleo de la población. En otros países la banca cumple este papel. En Francia, desde hace siglo y medio, el gran banco popular, el Credit Agricole sostiene a las comunidades rurales. En España, las cajas de ahorro aseguran una fuente de financiamiento segura a la pequeña y mediana empresa. En Estados Unidos, los miles de bancos locales apoyan a sus millones de clientes. En México, en cambio, la banca es cada día más oligárquica. ƑEs éste el camino adecuado para una democracia del siglo XXI? El debate político actual debiera responder a esta pregunta.

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