El futuro de la izquierda
Si la izquierda francesa logra ganar las elecciones legislativas estaríamos ante cinco años más de una cohabitación que ha cambiado la naturaleza del sistema político francés y que, en varias ocasiones, ha mostrado la necesidad de reformarlo. No obstante, Francia parece estar muy lejos de considerar una reforma radical de las instituciones de la Quinta República
PAOLO DARDANELLI Y SUSANA BERRUECOS*
EL TERREMOTO POLITICO causado por los resultados de las elecciones presidenciales en Francia el pasado 21 de abril ha sorprendido a propios y extraños. Ninguna encuesta logró pronosticar un escenario en el cual se descartara a alguno de los dos partidos principales para la ronda final: los socialistas (PS) y los gaullistas de la Asamblea por la República (RPR). Los resultados de la primera vuelta confirmaron 19.7% para el conservador Jacques Chirac, 16.9% para el ultraderechista Jean Marie Le Pen y 16.12% para Lionel Jospin, los dos últimos con una diferencia de poco más de 200 mil votos que resultó definitiva para dejar fuera a los socialistas. No sólo será la primera vez desde 1969 que la izquierda no logra pasar a la segunda vuelta, sino que en esta ocasión la extrema derecha será la que ocupe este lugar en la contienda final del próximo 5 de mayo.
Gran parte de la población francesa se encuentra desconsolada, pues considera que estos resultados representan un ataque directo a sus principios republicanos, e incluso algunos temen perder credibilidad internacional. Lo que los franceses criticaron con holgura cuando el ultraderechista Jörg Haider recibió una significativa votación en Austria o cuando el empresario Silvio Berlusconi triunfó en las elecciones italianas, aun teniendo cuentas pendientes con la justicia, ahora se revierte en su propia casa bajo la figura tan controvertida del candidato del Frente Nacional, Jean Marie Le Pen, de 73 años de edad. Contendiente en las últimas tres elecciones presidenciales, Le Pen no ha visto incrementar significativamente su votación pues de 14% en 1988 creció tan sólo tres puntos porcentuales en 2002. No obstante, en esta ocasión el Frente Nacional parece haberse beneficiado por el desgaste de la coalición gobernante de izquierda y una campaña electoral aburrida, en donde los principales contendientes prefirieron evitar discutir temas difíciles pero de interés general como la inmigración, la inseguridad pública, la integración social o el multiculturalismo. Bajo el lema de "Francia para los franceses", Le Pen se define como absolutamente nacionalista e insiste en la necesidad de retirarse de la Unión Europea y defender a los franceses sobre los inmigrantes.
La complicada cohabitación
El
sistema semi-presidencialista establecido desde la Quinta República
Francesa es sin duda atípico entre los países de Europa Occidental.
El presidente es electo por voto popular para un periodo de siete años
(que fue reducido a cinco años en 2000) y como Jefe de Estado tiene
importantes atribuciones en política exterior y cuestiones de defensa.
El sistema mayoritario de la elección presidencial contempla la
segunda vuelta electoral con el objeto de asegurar más del 50% de
la votación en la primera ronda para cualquier candidato. Si ninguno
alcanza este porcentaje, los dos candidatos con mayor votación pasan
a una segunda ronda que se lleva a cabo dos semanas después de la
primera elección.
A pesar de la importancia de la figura presidencial, el Primer Ministro es el jefe de gobierno: es nombrado por el Presidente pero debe tener el voto de aprobación del parlamento. Cuando el Presidente y el Primer Ministro ?es decir, la mayoría parlamentaria? son del mismo partido o de la misma coalición, entonces el Presidente se convierte en el Jefe de Gobierno, pudiendo cambiar a los Primeros Ministros casi a su propia discreción. La situación es radicalmente distinta cuando existe una "cohabitación" en la cual hay, como hasta ahora, un Presidente de derecha que comparte el poder con un Primer Ministro de izquierda. En este caso, el Primer Ministro se convierte efectivamente en el titular del Ejecutivo, además de contar con las prerrogativas presidenciales, mientras que el Presidente adquiere un papel más simbólico.
La cohabitación nunca existió en la etapa inicial de la Quinta República pero, desde mediados de los ochentas, se ha convertido en una norma cada vez más común. Entre 1986 y 2002, Francia ha experimentado la cohabitación por nueve años, siendo el periodo más largo el que se inauguró en 1997 cuando fue electo Jospin como Primer Ministro compartiendo el poder con Chirac, electo en 1995.
La permanencia de la cohabitación no había sido la intención de quienes escribieron la Constitución de la Quinta República. Este documento fue creado bajo la imagen de la carismática figura de Charles de Gaulle, quien explícitamente se opuso a la Cuarta República (1946?1958), un sistema de extremo parlamentarismo y debilidad del ejecutivo. Pareciera que la frecuencia de la cohabitación ha cambiado profundamente la naturaleza del sistema político francés. Una consecuencia crucial ha sido que el sistema todavía descansa en una oficina presidencial mientras que durante períodos de cohabitación, el Presidente tiene sólo un papel marginal en el proceso político. Esta disfunción ha generado con el tiempo cierta apatía entre los votantes. La reducción del mandato presidencial a cinco años en 2000, tenía el objetivo principal de reducir la probabilidad de la cohabitación; sin embargo no resulta claro que en realidad pueda lograrlo.
En el contexto de la elección reciente, comprobamos no sólo que el sistema electoral francés promueve la fragmentación partidista en la primera vuelta, sino que además termina por beneficiar en muchos casos a los partidos con ideologías más extremas. Todo parece indicar que el electorado de izquierda se verá obligado a votar por Chirac con el único objetivo de detener el crecimiento de la extrema derecha. El sistema semipresidencial favorece así de alguna manera a los líderes carismáticos sobre las estructuras partidarias, una de las principales críticas en contra del presidencialismo. La importancia de construir coaliciones electorales estables resulta primordial para formar mayorías electorales que logren construir proyectos de gobierno coherentes que respondan a las necesidades de sociedades cada vez más diversas.
La frialdad de los números
El sorpresivo resultado a favor de Le Pen ha dado la vuelta al mundo. Diversos medios hablan de un giro a la derecha en Francia con posibles efectos en el resto de Europa por el problema de la inmigración y el creciente nacionalismo. Se hacen referencias constantes al Partido Liberal de Jörg Haider en Austria, al Vlams Blok en Bélgica, al Partido del Pueblo Danés, a la Liga Lombarda y la Alianza Nacional en Italia o al Partido de Pim Fortuyn en Holanda, que en pasadas elecciones han obtenido hasta un tercio de los votos en ciertas regiones. No obstante, poco se habla de las diferencias que existen entre cada uno de ellos por sus respectivos contextos.
Si el espectro ideológico francés se divide en derecha e izquierda y el total de votos por los candidatos que representan estas posiciones es comparado con las elecciones de 1995, se puede observar que es la derecha en conjunto la que ha perdido más votos que la izquierda, pues de 60% en 1995 bajó a 55% el pasado 21 de abril. Mas aún, si hablamos de tendencias extremas y moderadas dentro de estas posiciones, el patrón se confirma ya que la derecha moderada perdió entre 9 y 14%, mientras que la izquierda moderada solo perdió un punto porcentual. Estos datos nos indican que más que un giro a la derecha, se ha registrado un proceso de polarización y fragmentación del voto hacia los partidos con plataformas más extremas, particularmente en el caso de la izquierda en donde se puede ver que su voto se vio incrementado de 5 a 11%, mientras que la extrema derecha incrementa sus votos de 15 a 19%. En términos del número de candidatos, nueve pueden ser clasificados en la izquierda del espectro ideológico mientras que los siete restantes se ubicarían a la derecha. Este número tan significativo de candidatos representa un signo de enorme descontento con el proyecto de la "izquierda gubernamental", particularmente con respecto al Partido Comunista, pero también con la alternativa ofrecida por la derecha moderada.
En esencia, los resultados demuestran una derrota personal para Lionel Jospin quien no pudo capitalizar su posición de Primer Ministro y explotar los importantes logros obtenidos durante su gestión -incluida la reducción de la jornada laboral a 35 horas- perdiendo seis puntos porcentuales entre 1995 y 2002. En el creciente apoyo a la extrema izquierda y el rechazo de la alternativa liberal, Francia parece estar siguiendo la tendencia europea. Por otra parte, Francia también resulta ser partícipe del crecimiento de los partidos de extrema derecha que amenazan la estabilidad política. Uno de los aspectos centrales que es explotado por estos candidatos ultraderechistas en el continente tiene que ver principalmente con la integración a la sociedad europea de los inmigrantes y sus descendientes, especialmente los que son de origen árabe e islámico.
En otras palabras, en qué grado estas sociedades europeas modernas y democráticas están realmente preparadas para aceptar y lidiar con un futuro multicultural. Este es sin duda uno de los aspectos más controversiales del debate político contemporáneo en Europa y sobre el cual los principales partidos no parecen estar ofreciendo respuestas coherentes o más bien evitan temas tan sensibles. Un claro ejemplo de lo anterior se puede ver con la decisión de Chirac de no participar en el tradicional debate televisivo con Le Pen, aún cuando las encuestas muestran que 7 de cada 10 franceses desean que el debate se lleve a cabo.
Un último punto al que queremos hacer referencia es el asunto de la lucha contra la corrupción en diversos países europeos. El caso italiano encabeza la lista, aunque también podríamos mencionar los problemas de Helmut Kohl en Alemania. En Francia, parecemos olvidar que en estas elecciones prevaleció la personalidad de Chirac, quien tradicionalmente ha sido catalogado como un político oportunista pero generalmente más carismático que Jospin, un político asociado con la rectitud moral e intelectual pero con una personalidad aburrida. Después de cerca de tres décadas de experiencia gubernamental de primer nivel, Chirac aún enfrenta serias imputaciones de corrupción relacionadas con su periodo de alcalde en París (1977?1995). En este contexto nos preguntamos: ¿Cuáles son las esperanzas para sociedades menos ricas y sofisticadas que la francesa para erradicar la corrupción en la política?
***
Es muy pronto para hablar del fracaso de la izquierda francesa pues todavía parece que podrá recibir un importante respaldo en las elecciones parlamentarias. Un líder nuevo entre los socialistas puede estar en una mejor posición para replantear la naturaleza de su coalición y atraer a los electores del centro. Por lo pronto, Chirac aspira a cuadruplicar su votación en la segunda vuelta. Es posible que se cree un gran ¿partido? representando a la "derecha democrática" que ofrezca una política consistente en contra de los legados de la extrema derecha. Lo cierto es que las dificultades de la "izquierda gubernamental" en Francia parecen ser un reflejo común de lo que sucede en el resto de Europa. En 1998, 13 países de los 15 que forman parte de la Unión Europea tenían un gobierno de izquierda o centro-izquierda, mientras que en las últimas elecciones, particularmente en Dinamarca, Italia y Portugal, la derecha ha reconquistado viejas posiciones. Si la izquierda francesa logra ganar las elecciones legislativas tendremos el prospecto de otros cinco años de cohabitación. La cohabitación ha cambiado la naturaleza del sistema político francés demostrando en varias ocasiones la necesidad de reformarlo. No obstante, Francia parece estar muy lejos de considerar una reforma radical de las instituciones de la Quinta República.
*Dardanelli es profesor de Política Europea en la Universidad de Kent, Inglaterra. Berruecos es candidata al doctorado en Gobierno por la London School of Economics.
1995/2002
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Fuente: Le Monde