Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 28 de abril de 2002
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Política

Jenaro Villamil

Fox-Fidel, la política como talk show

Pocas semanas como esta que termina para demostrar el alto riesgo que representa confundir la política con la pantalla. Las consecuencias para Fox, en el propio terreno mediático, fueron devastadoras: primero, Fidel Castro lo exhibió internacionalmente como un político novato; después, la Suprema Corte de Justicia dictaminó en contra del reglamento presidencial para abrir el sector eléctrico. Y, como cierre simbólico, el peso perdió terreno frente al dólar.

En el fondo, el golpe mediático de Fidel Castro colocó a Vicente Fox contra la pared de su propia estrategia: creer que con ganar las versiones en los medios se gana en eficacia y credibilidad política. El telefonazo también demostró lo vulnerable que es la Presidencia de la República ante un canciller que menosprecia cualquier continencia verbal y que, paradójicamente, desconoce los valores de la diplomacia, es decir, la importancia de las formas y de la operación política en la relación con otros estados y naciones.

El canciller arrastró al Presidente y al país a su propia lógica del talk show. En este género de la tele-basura, lo importante es mantener la atención del auditorio con dimes y diretes, acusar sin comprobar, alentar el conflicto con prejuicios y renunciar a un ejercicio racional de discusión. En un talk show quien injuria primero mantiene el control del programa. No importa la veracidad de las afirmaciones sino la manipulación de las emociones. Y las disputas se resuelven con aplausos, votaciones prefabricadas y chismes sin fin. Atento a esta lógica, Fidel Castro y la propia prensa cubana -destacadamente Granma- se metieron al talk show de Castañeda desde días antes y comprobaron con la infidencia de una llamada telefónica que el gobierno de Vicente Fox no tiene palabra. Ese día, la mayoría de los noticiarios televisivos internacionales -CNN en español, Tv Española, Telemundo- sintetizaron la llamada como la prueba de las presiones que ejerció Washington contra el gobernante cubano en Monterrey.

El talk show ha seguido. La política exterior mexicana, el único asunto que no había generado divisiones y polarizaciones en el México del priato, se volvió ahora el asunto de mayor escándalo y disputa. Como si se tratara de un programa de Cristina o de Rocío Sánchez Azuara, la respuesta oficial frente al telefonazo ha sido:

1. Individualizar el conflicto. Igual que en un concurso de popularidad, las encuestas de los medios masivos y de la propia Presidencia se orientaron hacia la personalización Fox vs. Castro. El mentiroso que se disculpa vs. el desconfiable gobernante que graba conversaciones telefónicas. El presidente elegido democráticamente vs. el dictador tropical. El comunicado de respuesta leído el mismo 22 de abril por el vocero Rodolfo Elizondo orientó el escándalo al terreno del ring mediático. Televisa, Tv Azteca y Monitor, destacadamente, le entraron con sus encuestas a la disputa. "ƑQuién pierde más en caso de ruptura?", preguntó El Noticiero con Joaquín López Dóriga. A pesar de la extraña interrupción de ese día, la encuesta finalizó 44 por ciento para Fox, 56 por ciento para Fidel. "ƑEs dictador Fidel Castro?", preguntó Tv Azteca: 92 por ciento respondió que sí y 8 por ciento que no. Monitor dio a conocer que 58 por ciento de sus encuestados consideraban que quien estaba mal era Castro. Y hasta Paty Chapoy le entró al quite en su programa del 23 de abril para reclamarle a los críticos de Fox y aventarse la ocurrencia de afirmar que el pueblo cubano "debe derrocar a su gobierno".

El propio secretario de Gobernación, Santiago Creel, se subió al ring con declaraciones que recordaban las diatribas de la guerra fría de Ronald Reagan. No le fue bien en el encuentro Espacio 2000 organizado por Televisa entre jóvenes universitarios y quiso sacarse la espina con una penosa entrevista con Javier Alatorre.

2. Revivir el spot nacionalista. El llamado a la "unidad nacional" frente a la "amenaza" de injerencia externa sonó más a chantaje que a convocatoria. Peligrosamente, se jugó con la idea de romper relaciones con Cuba, pero en el fondo se trató de desviar la impudicia de los hechos con la propaganda de un nacionalismo que no se ha mostrado tan reactivo en otros asuntos que sí afectan a los ciudadanos mexicanos y no a la credibilidad presidencial, como los abusos de la Migra estadunidense o la resolución de la Suprema Corte de aquel país contra los trabajadores indocumentados.

3. Derramar lágrimas de cocodrilo sin asumir ninguna responsabilidad política. El presidente Fox, después de un maratónico silencio -de acuerdo con sus parámetros- se disculpó con quien pensara que mintió. Y al día siguiente, fiel a sus vaivenes comunicacionales, eludió cualquier autocrítica. En entrevista con Guillermo Ortega, le agregó un ingrediente melodramático: lo hizo "pensando en México". Las palabras del telefonazo demostraban que lo hizo más pensando en la agenda de George Bush.

Ese día, Jorge Castañeda apareció en el programa radiofónico Monitor para aceptar lo que antes negó con todo un arsenal de sinónimos: el gobierno de Washington sí presionó para evitar un encuentro entre Bush y Castro. Con la elegancia que lo caracteriza, Castañeda calificó de "paria" internacional al gobernante cubano. Y conste que no se trataba de la declaración de uno de los metiches implacables de Carmen Salinas sino del jefe de la diplomacia mexicana.

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