Hugo
Gutiérrez Vega
Don
Manuel va al tianguis
I
El
puesto desmantelado duerme su noche. Al despuntar la amanecida le serán
retiradas las vendas y, vestido de nuevo, abrirá su venta de frutos
resplandecientes y apenas llegados del altiplano, del Bajío o del
trópico ("un chicozapote a la persona del mismo Rey le puede ser
empresentado, como el fruto mejor que cría Pomona", decía
don Bernardo de Balbuena en su Grandeza mexicana) que madura sus
dones en el estruendo nocturno. La cámara de Manuel Álvarez
Bravo fija el momento silencioso de ese sueño que es simulacro de
la muerte. Embalsamado el puesto y dormidos los marchantes, todo se suspende
en esta fotografía apacible y misteriosa.
II
Moles y chimoles, los recios colores del
arroz rojo, los pipianes y los frijoles para "acompletar" (la tecnocracia
neoliberal nos obliga a preguntar qué es lo que el pueblo está
"acompletando")... todas las combinaciones de sabores y colores en las
que predomina el todopoderoso jitomate, nuestra verdura que se disfrazó
de afrodisiaco para convencer a los eurocentristas, los chiles y las especies
que venían en el Galeón de Filipinas, son ofrecidas por las
chimoleras (en el nombre llevan el oficio y la compulsión) en la
imagen en blanco y negro. Don Manuel pone el momento. Nosotros lo coloreamos.
III
Muñecas
de sublime cursilería ("Barbies vestidas de Frida Kahlo", en la
precisa definición de Rosa Beltrán); perros y aves detenidos
en el tiempo por la taxidermia, la hermosa vendedora y sus ojos vivaces;
el viejo tropical vendiendo iguanas prisioneras y, como sigue diciendo
Pellicer, "nostálgicas de siglos". Aquí están ofreciendo
su carne blanquísima para el relleno del tamal jurásico.
El gordito soñador rodeado de zapatos, sandalias y huaraches, en
espera del regateo; la suculencia y el plateado obscuro del pescado horneado;
la mente filosófica del paisano que sostiene una mano con la otra
y ve al vacío; almíbares de los frutos en tacha; la pensativa
viendo sus platos y tazas; la pequeñita friolenta y sus perfectos
cucuruchos con garbanzos, nueces y pepitas; las luces y las sombras que
rodean al torcedor de mecates y creador de huacales "a la altura del arte".
Madre e hijo, rebozo y sombrero informe, en el piso geométrico...
todos fueron suspendidos en el tiempo (1930-1990) por nuestro miglior
fabbro fotográfico.
IV
Termino con una imagen trágica.
Don Manuel le dio un nombre a la fotografía
publicada en 1932: Por la lana y por borrego. De esta manera, el
humor otorgó su dimensión exacta a esta muerte inadvertida
(sólo Álvarez Bravo pudo verla) y casi trivial. Es el cordero
de Dios abrumado por todos los pecados del mundo, es el hermano borrego
asesinado por el hombre, es el sacrificio cotidiano, el tiempo congelado
en el sueño de la muerte... "morir... dormir... tal vez soñar...",
musitaba el Príncipe. Esta fotografía nos musita sus silencios
al oído. |