La Jornada Semanal,  21 de abril del 2002                         núm. 372
Angélica Abelleyra
entrevista con Manuel Álvarez Bravo

Consultar a la naturaleza



Al fondo se escucha el canto de Cocó, el gallo que Manuel Álvarez Bravo admira "por bonito". No es la hora convencional para que el madrugador anuncie su presencia desde el jardín, pero a cada instante demuestra su contento en este mediodía soleado que baña de luz el rostro del fotógrafo que apenas cumplió cien años de vida.

Estamos en su casa de Espíritu Santo, en la sala rústica enmarcada de piedra, figurillas prehispánicas, libros y discos. La oscuridad general de la estancia contrasta con el rayo luminoso que cae sobre don Manuel, sentado junto al ventanal que deja ver del otro lado el verdor de las plantas y un columpio vacío que mece el viento.

La enfermera se convierte de pronto en el árbitro del encuentro. Cuenta los minutos asignados con cronómetro y hace señas para concluir.

"Otro ratito, déjeme otro ratito", dice Álvarez Bravo con voz tenue, en ocasiones imperceptible.

"No quiero que se me canse", revira la señorita de uniforme.

"Pero si siempre estoy cansado. Otro ratito, ¿si?"

"Sólo diez minutos más", acepta la enfermera, medio sonríe y se va.

En total, el contador de minutos acabó por sumar treinta para una charla con el decano de la foto en México. Todo un privilegio.

La entrevista se realiza en septiembre de 2001. Meses previos al cumpleaños de sus cien, cumplidos el 4 de febrero pasado pero celebrados públicamente un día antes en que hubo fiesta dominical en el Palacio de Bellas Artes, un concierto con la Cuarta sinfonía de Mahler, una estampilla postal, un libro, un pastel de muchos pisos y un gentío que le aplaudió y le cantó "Las mañanitas".

Ahora retrocedemos en el tiempo y nos situamos en el 12 de septiembre del año pasado. Aún resuena el eco de sorpresa y terror por lo sucedido en las Torres Gemelas de Nueva York la víspera. "Es terrible, es una cosa que ni siquiera se puede describir", reflexiona don Manuel. "¿Hacia dónde va la humanidad?"

Pero eso no lo responde. Álvarez Bravo no lo sabe o prefiere no profetizar.

¿Cómo es un día de Manuel Álvarez Bravo?

–Leo y escucho música.

–¿Sigue haciendo foto de vez en cuando?

–Poco. Cuando salgo lo hago en silla de ruedas y si en el camino me encuentro algo, llevo mi cámara para fotografiarlo. Pero me gusta mucho ver la foto.

–¿Todo es retratable?

–Sí. Todo depende del fotógrafo y de su capacidad de ver.

–¿Qué hay de la foto de los otros? ¿Se alimenta viendo imágenes de los demás?

–Como todo en la vida, lo importante es ver.

–Caminando observó en aparadores el trabajo de Hugo Brehme. ¿Qué vio en él que lo llevó a la foto?

–Vi un mundo diferente. Brehme fue lo más importante que conocí en el momento.

–Estudió contabilidad y homeopatía pero en la foto fue autodidacta. ¿Le ayudó esa condición de aprendizaje por sus propios medios?

–Me ayudó a tener muchas sorpresas y muchos placeres.

–En contraparte, estudió pintura en San Carlos.

–La escuela me ofreció un acercamiento a la imagen y la oportunidad de aprender a ver. Pero hacer pintura era tardado y yo me desesperaba.

–¿La foto es la realidad en sí o es la realidad del fotógrafo?

–La foto es la realización de la realidad. 

–Algunos estudiosos hablan de una veta surrealista en su trabajo, como cuando hizo usted La buena fama durmiendo. ¿Alguna vez se consideró surrealista?

–No. Yo me considero libre de escuelas. Pero claro que compartí diferentes intereses y diferentes influencias.

–Tenía convivencia con Diego, con Frida, con Tina Modotti. ¿Se llevaba bien con la gente del Partido Comunista?

–Con todo el mundo me llevaba muy bien.

–Pero no le interesó hacer una foto política, como la de Tina.

–No. En realidad, no. Ya estaba quien la hiciera y la hacía muy bien.

–¿Ser fotógrafo es ser también alquimista?

–No. Ser fotógrafo es enfrentarse muy clara y decididamente con la realidad. De no esconderla, de decir la verdad.

–¿Y dónde deja a todos estos fotógrafos que tienen la posibilidad de manipular la imagen, de modificar la realidad con las nuevas técnicas?

–Todo eso es lo mismo: es estar viendo diferentes aspectos y ángulos de vista.

–Usted ha dicho que para que una obra sea una obra de arte necesita tener poesía.

–La poesía nace de la circunstancia.

–¿Y puede alimentarse la poesía dentro de uno mismo?

–Claro, como toda actividad humana. 

–¿Cómo?

–En contacto con la realidad, con los libros, con las conversaciones.

–Cuando uno habla de fotografía podría asumir que nada más es el sentido de la vista. Pero ¿qué hay del olfato, del tacto y del sabor en la foto?

–En realidad la buena fotografía tiene una amplitud muy grande. Está consultando a la naturaleza.

–¿Una buena foto puede olerse?

–Sí, la imaginación es tan intensa que puede, por así decir, representarse el olor y el tacto. Sor Juana decía: y lo que veo toco. Lo que veo tiento.

–¿Un fotógrafo nace o se hace?

–Se hace, más bien. Todo el mundo encierra naturalmente la posibilidad, que no es otra cosa más que desarrollar eso que es posible.

Don Manuel hace una pausa. Se da un descanso y mesa su cabello blanco. Antes de volver a la conversación grabada para la televisión dice que nunca le importó la celebridad. "Son cosas derivadas naturales de la vida. Se pasa el tiempo, se desarrolla uno y entonces surge la curiosidad de observar lo que uno hace. Pero todas esas cosas de la fama son eventualidades que se dan fuera del individuo. Claro que no se trabaja nada más para hacer fotografías y guardarlas en un cajón. Se hacen las fotografías para que se vean y, si se puede, que se vendan también. Hay fotógrafos que dicen que no hacen las fotos para vender. Yo sí."

A lo lejos, la enfermera manotea y hace señales para terminar la entrevista. Pero a petición de don Manuel, nos concede la gracia de unos minutos más. Él junta las manos y hace como que aplaude.

–Siempre ha sido generoso para donar su trabajo, conformar colecciones y museos.

–Cuando uno dona las cosas, no sólo siguen viviendo sino que tienen fuera de uno más capacidad de verse.

–¿La foto es un amor, una pasión, una vocación?

–Pues ya ni sé ni qué es. Es una cosa que tengo ya en mí mismo y que me gusta mucho y que a ella dedico mi tiempo.

–¿Ha pensado que si no hubiera sido fotógrafo le hubiera gustado ser otra cosa?

–Sí.

–¿Qué?

–Fotógrafo. Si tuviera otra cosa que escoger sería la fotografía. Una parte muy importante de la vida es ver.

Es casi la hora de comer. El gallo Cocó revolotea entre los arbustos y continúa con su canto en plena mitad del día. Por allí aparece el pequeño nieto del fotógrafo, con overol verde y camisa naranja. Brinca por toda la sala, inspecciona una pieza de metal, agarra por allá una pieza prehispánica y se aleja también cantando: "Cocó-Cocó-Cocó-Cocó..."