Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 13 de abril de 2002
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Sociedad y Justicia
De dios prehispánico a atractivo turístico

El pasado llegó al presente. De esa manera sintetizaron los medios de la época el arribo de la deidad de la lluvia a la capital, el 16 de abril de 1964. La rebelión que se había suscitado en San Miguel Coatlinchán meses antes -que los periódicos consignaron como nota curiosa- y el interés que existía por las culturas prehispánicas, ante la próxima inauguración del Museo Nacional de Antropología e Historia, habían puesto los reflectores sobre el ídolo.

El candidato del Partido Revolucionario Institucional, Gustavo Díaz Ordaz, iba de gira por la República. La reciente visita del presidente de Francia, el general Charles de Gaulle, todavía se comentaba en el país. El conflicto chino-soviético era la nota más importante de la sección internacional.

La cartelera de cine anunciaba como estreno La edad de la violencia, con los ídolos de la juventud César Costa, Julio Alemán, Manolo Muñoz y Alberto Vázquez. El Teatro Lírico daba a conocer el esperado debut de Palillo y la presentación de Miguel Aceves Mejía y Alberto Vázquez. El Puerto de Liverpool ofrecía elegantes trajes rebajados a 349 pesos y camisas wash and wear a 36.50. El Palacio de Hierro rifaba viajes a Disneylandia.

Este mundo fue el que recibió a la deidad. Tláloc llegó al DF entre lluvia y vítores, tituló Excélsior el 17 de septiembre. Fue la nota principal. La multitudinaria recepción que había recibido el monolito, el día anterior, había sido inusual. Se le aclamó como si se tratara de un dignatario del más alto nivel. No cabía un alma más en las aceras de las calles por donde realizó su lento recorrido. Hasta porras hubo. A él y a Cuauhtémoc, aunque no tenían mucho que ver el dios teotihuacano y el último emperador azteca. Sólo faltó el confeti, reconocían los medios.

Un punto destacado de la información fue la tecnología aplicada para el traslado. El enorme peso de la escultura lo convertía en todo un reto. Se ofrecieron todos los pormenores de las grúas que lo elevaron del lecho del arroyo donde se encontraba y del camión construido especialmente para transportarlo. Las fotos muestran a los choferes del tráiler saludando a la multitud que los aclama.

Un hecho destacado fue que el camión estaba totalmente cubierto de publicidad de las empresas que habían aportado las llantas para el traslado. En unas cuantas horas el señor de la lluvia y del trueno pasó de dios prehispánico a publicista.

"El gigantesco Tláloc abandonó ayer su sede milenaria. Viajó 19 horas arrastrado por el empuje de 860 caballos mecánicos y fue admirado por miles de personas a lo largo de la carretera donde hubo un congestionamiento de varios kilómetros. Se le atribuyó un aguacero al llegar a la capital, en cuyas calles "fue la gran atracción", sintetizó Excélsior en su primera página.

El Universal también hizo alusión al esfuerzo realizado para traerlo al DF. "Tras épica marcha llegó al museo el monolito de Tláloc", cabeceó. "A bordo de un poderoso transporte especialmente fabricado para el efecto y con llantas capaces de resistir el peso de 165 toneladas se realizó el traslado bajo vigilancia de un ejército de antropólogos, mecánicos e ingenieros", reseñaba.

Más adelante daba cuenta de la marcha por la ciudad de México. "Fue presenciada, pese a la hora, por miles de capitalinos, muchos de los cuales formaron una verdadera escolta del gigantesco monolito del dios del agua."

En aquellos tiempos la publicidad oficial destacaba pasos a desnivel, construcciones y todo aquello que hablara de progreso. En ese contexto, la única nota discordante la habían dado los habitantes de Coatlinchán, al oponerse al traslado de la escultura. Todas las fuerzas vivas se dieron a la tarea de desmentir que tras aquella defensa asomara el culto a la deidad.

La explicación que tuvo la rebelión de los mexiquenses fue que estaban "encariñados" con su piedra. No fueran a pensar en otros países que los mexicanos no acababan de guardar el penacho y las plumas. A la pregunta de una periodista de la revista Siempre sobre los motivos de la gente de Coatlinchán para oponerse al traslado, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, autor del proyecto del Museo Nacional de Antropología, respondió: "Los que usted desee, menos los de carácter religioso".

Nadie parecía recordar la relación de los pueblos del oriente del estado de México, en su mayoría dedicados a la agricultura, con la deidad de la lluvia. Todavía hoy en día, el 3 de mayo, día de la santa cruz para la Iglesia católica, pero fecha en que los pueblos prehispánicos festejaban a Tláloc, suben campesinos de la región a punta Tláloc a dar ofrendas.

Pero este mundo no tenía cabida en un país que descubría las camisas wash and wear y Disneylandia. Tláloc fue recibido por una capital que lo vio como una atracción turística más.

MARIA RIVERA

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