Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 13 de abril de 2002
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Cultura
Las dos presentaciones con el Ballet Argentino, impronta en el México de 2002

Poesía con cuerpos y danza aérea en Bellas Artes a cargo de Julio Bocca y sus bailarines

Maravillosa puesta en carne, alma y músculo del bandoneón de Piazzolla El arte de Hanna Schygulla y Peter Brook, entre lo más relevante del Festival del Centro Histórico

PABLO ESPINOSA

Danza aérea, poesía con cuerpos, ideas coreográficas de ensueño. La presentación de Julio Bocca y su compañía, el Ballet Argentino, el jueves y anoche en Bellas Artes, quedó como una de las máximas improntas de la actividad cultural en el México del 2002.

Acto central del Festival del Centro Histórico, junto a la presencia de Hanna Schygulla, un montaje teatral, Le costume, de Peter Brook, y la presencia del Kronos Quartet, entre otros acontecimientos de relieve, la participación de esta institución artística argentina conjuntó en una sola función tres segmentos de los que uno solo de ellos por separado hubiese sido suficiente para resultar apabullante, como lo fue en efecto y sin medida, superados los calificativos de excelencia, calidez, perfección técnica pero sobre todo pasión.

Los tres segmentos: una gala de ballet, una sección de danza y un final apoteósico de tango con la música pasional, pasionalísima, de Astor Piazzolla.

En la primera parte, la gala de ballet, se hilvanaron tres pas de deux con sus gustadas secciones de virtuosismo, danza aérea, destreza técnica y demostraciones de poder y de belleza que cortan el aliento, ponen la piel de gallina y el alma la vuelven, y envuelven, arcangélica.

Refrendo de una figura estelar

El cisne negro, con la afabilidad de la música de Chaikovski, fue el primer manjar y prácticamente el calentamiento, pues eran evidentes en escena el nerviosismo y los estragos de la altura atmosférica de la ciudad de México. Desde su primera aparición, empero, Julio Bocca llenó el espacio entero, exultó el Palacio de Bellas Artes completito, refrendó su posición como primerísima figura planetaria.

El fragmento operístico titulado igual que el aria elegida de Bellini, Casta diva, terminó de poner las cosas en el nivel de la poesía. Mientras el pas de deux de El corsario, pieza tradicional y de repertorio, dejó patidifusos, patitiesos y patizambos a todos los habitantes del butaquerío debido al derroche de talento, magia y elegancia en las ejecuciones.

La parte intermedia fue para la danza: Ecos, coreografía de Mauricio Wainrot a partir del archicoreografiado y supercoreografiable Adagio para cuerdas, de Samuel Barber, mostró de cuerpo entero la sintaxis, propuesta e idiosincrasia del Ballet Argentino entero, incluyendo el bello tatuaje que porta en el hombro derecho el maestrísimo Julio Bocca.

La parte más hermosa del programa entero ocurrió Desde lejos, como se titula ese prodigio coreográfico de Wainrot, cuyo oído exquisito, hiperdancístico, toma la música idónea: Wim Mertens, ese ángel belga conocido y amado en México por su discografía completa y sus varias visitas, la más reciente de ellas precisamente a Bellas Artes.

Había más belleza, pasional: Piazzolla Tango Vivo, de la coreógrafa Ana María Stekelman, con el solo anunciado de Julio Bocca en un clímax de amor absoluto, tierno y violento, incinerado en su propia hoguera de pasión. Una verdadera maravilla la puesta en carne, alma y músculo, del bandoneón del astro Astor Piazzolla, el violín del Negro Suárez, el bajo de Héctor Console, la guitarra de Oscar López y las perlas del piano de Pablo Ziegler, en los altavoces: la música de Piazzolla en los cuerpos de Julio Bocca y su Ballet Argentino: apoteosis de emociones, una fascinación envuelta en belleza para regalo del alma. Una burbuja sonora que danza y todo lo envuelve y todo lo abrasa y todo lo abraza.

Julio Bocca en México. Gloria in excelsis.

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