Viernes 12 de abril de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Cine

"Por fortuna, tenemos seguro..."

n Alfredo Naime Padua

Frecuentemente me preguntan qué cine recomiendo para ver en Puebla. Yo agradezco la confianza y respondo con gusto, pero consciente de que al hacerlo tan sólo externo una opinión subjetiva que, por eso, carece de real valor. De todas formas, más como un cinéfilo que escribe que como "crítico", voy a referirme a John Q -cuyo estelar es Denzel Washington, recientemente designado mejor actor- que en Puebla busca atraer al público a pesar de la dura competencia de Crimen imperdonable.
En breve, tiene que ver con la desesperación de un matrimonio ante la ineludible necesidad de conseguir un trasplante de corazón para su pequeño hijo moribundo, cuya presión arterial va inexorablemente descendiendo. El dilema está en que la operación está valuada en 250 mil dólares, que ellos no tienen: son empleados de salarios modestos. Por fortuna, piensan, está su seguro médico de amplia cobertura; pero no hay tal: la compañía en la que él trabaja como obrero optó (sin avisarlo a nadie) por una póliza barata que no cubre ni la quinta parte del dinero requerido. Cuando el hospital decide que "dará de alta" (es decir, echará) al chico por la falta de solvencia para cubrir su atención, el desesperado padre (John Q; Denzel Washington) decide violentar las acciones a fin de que su hijo sea trasplantado. De ahí la frase publicitaria de la cinta: quita a un padre sus opciones y lo dejarás sin alternativa. Lo que viene después se torna bizarro, por decirlo amablemente.
John Q no es una buena película, pero sí, inevitablemente, una película emotiva; y una con la que no es difícil identificarse. Todos hemos tenido (o sabido de) algún caso a tratar por la medicina privada, que con pánico descubrimos "no cubre" nuestro caro seguro médico. Con frecuencia hay alguna cláusula o limitante que hace "imposible" la respuesta "favorable" de la aseguradora, especialmente si el padecimiento implica sumas elevadas (lo cual ocurre a diario, puesto que hoy la medicina privada es virtualmente impagable). Sin embargo, a pesar de punto de partida tan aceptado y comprendido, John Q -que se exhibe como Medidas Extremas- equivoca el sendero y se conduce más por los tortuosos rumbos de la manipulación y el melodrama excesivo (muy, muy improbable) que por la siempre necesaria conciencia social. En algún momento pierde la cuestión esencial -¿sólo tienen derecho a las posibilidades de la medicina privada quienes pueden pagarla?- para concentrarse en los lógicos escarceos que genera entre la ley y sus transgresores una situación de crisis. Es así como John Q decide convertirse en Tarde de perros y no, por ejemplo, en Un milagro para Lorenzo.
Dirigido por Nick Cassavettes, el film tiene su principal problema en un guión casi indefendible que además desaprovecha a un reparto talentoso: Anne Heche (que como directora del hospital es la gran villana, a redimirse por la evidencia del amor entre padre e hijo), Robert Duvall, James Woods y Ray Liotta, que muy poco pueden hacer por sus respectivos personajes, que escritos sin precisión ni tono transitan entre lo ambiguo y lo risible con pasmoso donaire (sobre todo el de Liotta, que desde Hannibal no ve la suya).
Pero el material es tan noble, tan reconocible y vigente, que aún con todo lo dicho John Q es capaz de un impacto importante. ¿Cómo lo consigue, si tiene tantas fallas? ¿Con base en qué conmueve, tan evidente su desorientación y tan cuestionables sus decisiones? Lo hace, probablemente, porque la naturaleza humana es bondadosa, por definición sensible. Y ante la angustia por un hijo enfermo hacemos de lado cualquier convicción racional, fáctica, estética, ideológica o del carácter que sea. Sólo así me explico, ante una película tan fallida, el nudo de garganta final y, casi, las lágrimas en los ojos. Ya veremos qué le provoca a usted.