Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 9 de abril de 2002
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Cultura
''¿Y por qué a mí no me entrevistan en La Jornada?'', expresó a este diario en 1996

Un Presidente tiene dos banderas en el sexenio; una cuando entra y otra al salir, decía La Doña

El Papa debería vender las joyas del Vaticano para ayudar a los pobres, proponía

''Con mi trabajo me hice un nombre, pero los otros son quienes me dan la celebridad''

DE LA REDACCION

''Yo no le tengo miedo a la muerte. Pero tampoco tengo ganas de morirme", expresó María Félix a este diario en marzo de 1996. La declaración no fue gratuita. Poco antes, un par de semanas, digamos, La Doña hizo llegar a La Jornada la pregunta: ''¿Y a mí por qué no me entrevistan en ese periódico?". Fue la interrogante que permitió el acercamiento. Como casi siempre en su vida, pues, hizo lo que quiso. De esa sutil forma solicitó que la entrevistaran. Tenía ganas de hablar, guardaba opiniones sobre muy diversos temas y precisaba decirlos. Su deseo fue que esas declaraciones aparecieran justamente en la sección cultural de este diario. Y así ocurrió. Su inquietud fue colmada con creces. Habló consecutivamente a lo largo de tres entregas que aquí aparecieron a partir del 21 de marzo del citado año.

A partir de aquellas declaraciones a La Jornada hemos espigado en sus respuestas sobre las inquietudes que María Félix mantenía hace apenas seis años.

Sobre su presencia social no tuvo duda en afirmar: ''Mi opinión vale, eso sí. La prueba es que les cambié la Diana, puse la Diana en donde estaba antes, porque dije que donde estaba no se veía. Pero nadie habla. Nadie se atreve. ¿Quién se atreve? ¡Nadie! Yo no he oído a nadie que diga aquí que el país no sé qué y por dónde seguir. ¡Nadie dice nada! Yo hice un programa de televisión, La movida, para decir una sola frase: 'El terremoto del 85 respetó al Centro Histórico; nosotros los mexicanos no lo respetamos para nada'. Para decir esa frase, para eso hice ese programa. Pero, ¿quién se pone a decir algo?"

Ver morir es muy duro

En el aspecto político, María Félix deseaba ''tener un gobierno que haga menos ricos a los ricos y menos pobres a los pobres. Yo pienso que lo más malo que le puede pasar a este país es el desempleo. Es una cosa grave y lo más importante para que este país pueda progresar es tener escuelas, porque la cultura te da ambición, te da ganas de proyectarte. Yo creo que habría que pensar un poco y en vez de meter dinero a las carreteras, a la de Acapulco, habría que hacer escuelas. Pero esta manera de reproducirse es muy grave, porque más escuelas se hacen pero más niños nacen y más niños nacen. Las mexicanas nada más ven pasar a un hombre y ya tienen un niño".

maria felixPagina7El desempleo, sin embargo, no era el único mal detectado por La Doña: ''Algo que también es un enemigo del país, un enemigo para la pobreza, es la Iglesia, porque la Iglesia, mientras más pobres tiene, está más contenta. El Papa está todo el día predicando el paraíso, pero el paraíso es una cosa regalada, no cuesta nada el paraíso. ¿Qué le cuesta al Papa regalarnos el paraíso? Nada. Debería vender las joyas del Vaticano, que son muchas, y hacer escuelas con todo eso y ayudar a los pobres.

''Yo soy un ser humano que amo a mi país y me gustaría que cambiasen las cosas y veo que los mexicanos no las quieren cambiar, están teniendo niños todo el tiempo. Se hacen escuelas este sexenio, pero ya para el otro estamos necesitando otras tantas. Ese es el mal, y el desempleo, y luego los niños de la calle... las madres que los educan para pedir limosna... En todas partes hay una gran pobreza. El mundo está difícil. Sobre todo en este país, somos muchos, demasiados."

Ese punto de vista estaba íntimamente ligado con el de la inseguridad: ''Yo creo que somos testigos de algo que está pasando verdaderamente horrible. A mí se me figura que vamos a ser testigos de algo muy, muy tremendo, por lo que está pasando en todas partes. ¡Lo que pasa en México!, ¡en México! ¡Mira lo que pasa en Aguas Blancas! ¡Mira lo que pasa en la esquina de la calle! Y además no tenemos defensas ni con los policías. Cuando los policías vienen son los que te asaltan".

Entre el poder y el éxito, hacía la siguiente diferenciación: ''Estoy convencida de que el poder, lo que se llama el poder político, cambia a los seres. Un presidente tiene una bandera cuando entra en un sexenio y, cuando sale, tiene otra. El poder cambia totalmente a la gente. El éxito lo hace uno, se lo fabrica uno. Con mi trabajo me fabriqué mi éxito. Con mi trabajo me hice un nombre. Pero la celebridad me la dan los otros. ¡Son los otros los que me dan la celebridad! Si los otros me ayudan cuando quiero una cosa, es por eso".

El fin de la vida rondó el pensamiento de La Doña: ''Siempre cuando se aparece la muerte es cruel y sorprende mucho ¿verdad?, sobre todo cuando uno ve morir a la gente. Ver morir es muy duro. Cuando dices: ya se murió fulano, ni modo, es otra cosa, pero cuando ves la reacción que tiene el individuo cuando la Fría esta ahí para llevárselo, es duro, como cuando yo vi a Alex, a Jorge".

Hacer soñar a las personas

Lejos todavía del fin de sus días, La Doña se sabía querida: ''El atractivo y el interés que tiene ser actriz es el representar a otro personaje, ¿verdad? Y uno vive ese personaje y ese personaje hace soñar. No es que precisamente sea un sueño, hay que comprender. No es que estoy en un sueño, estoy actuando, pero si hago soñar a la gente que me está viendo, hago soñar. Yo soy el sueño".

En cuanto al feminismo, adoptaba una postura singular: ''Tengo una idea muy diferente a la general: las mujeres quieren ser igual a los hombres, yo no. Yo tengo corazón de hombre, pero no me quiero parecer a los hombres. Es muy diferente un hombre que una mujer. Nada tiene que ver un hombre con una mujer. Las mujeres, todas, quieren hacer lo que los hombres, pero creo que una mujer no puede ser jamás como un hombre. Estamos hechos diferentes y desde el momento en que estamos hechos completamente diferentes ya no podemos ser iguales. Aunque yo diga que tengo un corazón de hombre, porque a veces el corazón de un hombre tiene una forma mucho más dura de hacer cosas, naturalmente. Para que una mujer pueda parecerse a un hombre, tiene que hacer y deshacer como un hombre. Yo nunca he querido imitar a los hombres en ninguna de sus cosas".

El carisma, la vitalidad, era definida así por María Félix: ''Lo que tengo es una alegría natural y una energía natural, que eso ya es un don, ¿verdad? A un cierto nivel, pienso que uno tiene lo que se merece. Pienso que un joven muy joven es un don de la naturaleza. El don que te da esa piel maravillosa, el brillo de los ojos. Pasando cierta edad, lo que tienes es lo que te mereces, lo que te has dado en tu vida, cómo te has cuidado. Si yo hubiera bebido alcohol o me hubiera fumado la mariguana o me hubiera drogado y todo eso, pues tendría otro físico o sería diferente. ¿Por qué? Porque la vida te cobra".

La conclusión, que cobraría realidad justamente un día como este lunes, no podía ser más profética: ''Yo no le tengo miedo a la muerte. Pero tampoco tengo ganas de morirme".

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