LETRA S
Abril 4 de 2002

Negarse a ser un hombre

La hombría, el mayor de los mitos

ls-pinza

Por John Stoltenberg

Siempre me sentí diferente a otros hombres. Siempre había otros con más hombría que yo, pero un libro feminista me cambió la vida. Decía: "No existen los verdaderos hombres ni las verdaderas mujeres" El género es una ficción social. Fue entonces que dejé de angustiarme por alcanzar la norma de hombría. Así descubrí una nueva fortaleza personal.

Esa fortaleza creció conforme hablaba con muchos hombres a quienes también se les había hecho creer en la hombría, por lo que se empeñaban en ser verdaderos hombres. Todos ellos creían que había otros más hombres, más machos de lo que ellos podrían llegar a ser.

Entonces pensé: si todos creen que hay otros con más hombría, debe haber alguno que la posea más que cualquiera y que no tenga que andarlo probando; o bien, la hombría no existe: es un engaño.

Al ver a los hombres tratando de probar su hombría (haciendo daño a las mujeres, burlándose de los homosexuales, desdeñando a personas de otras religiones y razas), me di cuenta que también a mí me estaban lastimando, porque su temor y su odio por todo lo no masculino, estaba matando a una parte de mí que yo valoraba.

Por eso me conecté al feminismo. Quiero una humanidad que no se mida por el culto a la hombría. Anhelo una personalidad que no rechace las partes finas o delicadas de mí mismo, sólo porque no son masculinas. Necesito valor para enfrentar las cosas que los hombres han hecho para dañar a las mujeres, y que no dejan un espacio seguro para la persona que aspiro a llegar a ser.

La clase de conexión sexual que he buscado pasa por la equidad y la justicia. Para mí esa es la parte más sexual del sexo, el más profundo sentimiento posible entre dos personas. Incluso antes de conocer la palabra feminismo, siempre pensé que el sexo y la justicia debían estar intrínsecamente unidos.

Cuando me percaté de cómo la pornografía sexualiza la dominación y la subordinación (lo opuesto a la justicia), me afectó de una manera muy personal. Me habían enseñado que la dominación era la forma en que los verdaderos hombres tienen relaciones sexuales. Para hacer el sexo tenía que dominar. El macho debía ser conquistador, como un garañón poderoso. Al no ser bueno en ese terreno, me sentía fracasado.

Escuchar a mis amigas hablar de los golpes que habían recibido, y los relatos de otras que habían sido violadas, resultó muy perturbador. Hasta la fecha lo es. Puedo comprender algo de lo que los hombres hacen a las mujeres, y no forma parte de mí en absoluto.

Sin embargo, ese odio sexualizado es una realidad en el mundo. La sexualidad de muchos hombres ha sido distorsionada de una manera muy hostil; la agresividad parece ser un requisito previo para los sentimientos sexuales, y la violencia suele ser el preludio de las relaciones sexuales. Eso es algo totalmente ajeno a mí; no es, en absoluto, algo que yo imagine hacer, pero sé que debo asumir seriamente que esto ocurre, y que muchos lo hacen porque les permite sentirse como verdaderos hombres.

Cuando me siento genuinamente centrado, es como si mi persona no tuviera género. Por supuesto que en el mundo soy percibido como hombre y vivo con los beneficios y privilegios del significado social de mi anatomía. Pero la senda de mi vida tiene que ver, en realidad, con rehusarme a ser un hombre.

Ni siquiera creo que la hombría exista. La única manera de probar la hombría consiste en ganar una pelea o menospreciar a alguien, lo cual es demasiado estúpido siquiera para describirlo, y cualquiera que intente conectarse con la hombría profunda a través de los mitos, sólo estará exponiéndose a la desilusión, porque la hombría es el mayor de todos los mitos.

Mi vida actual se centra en escoger hacer lo correcto lo mejor que pueda. Es posible que cometa errores pero me mantengo conectado a las consecuencias de mis elecciones, en la acción, en cómo hago las cosas y en la responsabilidad que asumo por haber actuado o no haberlo hecho.

Descubrí que la clave no radica en hacer elecciones de acuerdo a si éstas me harán más hombre. Por el contrario, hago elecciones porque me parecen las más justas, las más amorosas para la humanidad de cualquiera, incluida la mía.
 
 

Correo electrónico: [email protected]
Tradución: Laura E. Asturias.


Mitos y creencias de la masculinidad

1. La masculinidad es la forma más valorada de la identidad genérica.

2. El poder, la dominación, la competencia y el control, son esenciales como prueba de masculinidad.

3. La vulnerabilidad, los sentimientos y las emociones en el hombre son signos de feminidad, y deben evitarse.

4. El autocontrol y el control sobre los otros y su entorno, esenciales para que el hombre se sienta seguro.

5. Un hombre que pide ayuda o trata de apoyarse en otros muestra signos de debilidad, vulnerabilidad e incompetencia.

6. El pensamiento racional y lógico del hombre es la forma superior de inteligencia para enfocar cualquier problema.

7. Las relaciones interpersonales basadas en emociones, sentimientos e intuiciones y contacto físico se consideran femeninas, y deben ser evitadas.

8. El éxito masculino en las relaciones con las mujeres se asocia a la subordinación de la mujer a través del uso del poder y el control de la relación.

9. La sexualidad es el principal medio para probar la masculinidad; la sensualidad y la ternura se consideran femeninas y deben ser evitadas.

10. La intimidad con otros hombres debe ser evitada, porque: lo vuelve a uno vulnerable y lo pone en desventaja en la competencia por las mujeres, y puede implicar afeminamiento y homosexualidad.

11. El éxito masculino en el trabajo y en la profesión es indicador de su masculinidad.

12. La autoestima se apoya primariamente en los logros y éxitos obtenidos en la vida laboral y económica.
 
 

Tomado del libro de Jorge Corsi Violencia masculina en la pareja. Una aproximación al diagnóstico y a los modelos de intervención. Buenos Aires, Paidós. 1999. Reproducido con autorización de los editores.