LETRA S
Abril 4 de 2002

Editorial

Sin duda el VIH/sida sigue siendo el padecimiento más estigmatizado. Sobre él pesa todavía la carga de prejuicios asociados a su principal vía de transmisión, la sexual. El peso del estigma que soportan las personas infectadas las lleva a ocultar su estado de salud por temor a sufrir rechazos, maltrato y discriminaciones, e impide que acudan a tiempo a los servicios de salud para mejorar su calidad de vida. Son múltiples y crecientes las denuncias y quejas por atropello a los derechos humanos de las personas con VIH/sida. La situación se agrava cuando el propio encargado de velar por esos derechos, los vulnera y se pronuncia por discriminar y aislar a quienes padecen el mal, como en el caso del ombudsman de Yucatán. Por ello, es prioritario realizar acciones que promuevan la defensa de los derechos humanos de esas personas. Y aquí resulta fundamental el papel de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). El interés por reactivar el programa de VIH/sida al interior de ese organismo, manifestado por su titular, es un buen anuncio, luego del descuido al que se le condenó. Sin embargo, es necesario escuchar las voces de las organizaciones civiles, sobre todo de aquellas que agrupan a las personas afectadas por el sida, para asegurar el buen desempeño y éxito del programa. Hay personas al interior de esas organizaciones con vasta experiencia en el campo que pueden hacer valiosas aportaciones. Algunas incluso han hecho llegar sus propuestas y observaciones al respecto. Sería una lástima desatenderlas y desaprovechar la experiencia acumulada. No se partiría de cero. En el pasado, cuando se creó el programa sobre VIH/sida de la CNDH, la colaboración entre las organizaciones civiles de lucha contra el sida y ese organismo fue una experiencia exitosa que debiera ser retomada a fin de no repetir errores.